Carta del Papa sobre la tarea urgente de la educación
jueves, 24 de enero de 2008, 3:46:19 | FPC.
Ciudad del Vaticano, 23 ene 2008 (VIS).- Hoy se hizo pública una carta del
Papa dirigida a la diócesis y a la ciudad de Roma sobre la tarea urgente de la
educación.
En el Angelus del domingo pasado, con ocasión de la Jornada de la escuela
católica , que la diócesis de Roma celebraba ese día, el Santo Padre había
instado a los padres, profesores, dirigentes y alumnos de las escuelas
católicas, a perseverar, a pesar de las dificultades en la tarea de "poner el
Evangelio en el centro de un proyecto educativo que tienda a la formación
integral de la persona humana".
En la carta, fechada el 21 de enero, Benedicto XVI afirma que la educación
"parece ser cada vez más difícil. (...) Por eso, se habla de una gran
"emergencia educativa", debido a que a menudo nuestros esfuerzos por formar
personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a la
propia vida terminan en fracasos". Por otra parte, "se habla de una "fractura
entre las generaciones", que ciertamente existe y pesa, pero que es el efecto,
más que la causa, de la falta de transmisión de certezas y de valores".
El Papa escribe que entre los padres y profesores existe "la tentación de
renunciar" a la educación "y sobre todo el riesgo de no comprender ni siquiera
cuál es su papel. (...) En realidad, existe una mentalidad y una forma de
cultura que llevan a dudar del valor de la persona humana, del significado
mismo de la verdad y del bien, y en último término, de la bondad de la vida".
Frente a todas estas dificultades, "que no son insuperables", añade el Santo
Padre, "¡no temáis!". (...) Los valores más grandes del pasado no pueden ser
simplemente heredados; debemos hacerlos propios y renovarlos a través de una
decisión personal, que a menudo es costosa".
"Sin embargo, cuando se tambalean los fundamentos y faltan las certezas
esenciales, aquellos valores se necesitan de modo urgente. Concretamente, hoy
aumenta la exigencia de una educación que sea realmente tal". La piden los
padres, tantos profesores, "la sociedad en su conjunto, (...) los mismos
chicos y jóvenes, que no quieren que se les abandone frente a los desafíos de
la vida".
Tras poner de relieve que "puede ser útil individuar algunas exigencias
comunes de una auténtica educación", Benedicto XVI señala que "ésta tiene
sobre todo necesidad de aquella cercanía y de aquella confianza que nacen del
amor".
"Sería, por tanto, pobre una educación que se limitase a dar nociones e
informaciones, pero que dejase a un lado la gran cuestión acerca de la verdad,
sobre todo aquella verdad que puede guiar nuestra vida".
El Papa afirma que el punto más delicado de la tarea educativa es "encontrar
un justo equilibrio entre la libertad y la disciplina", y explica que "la
relación educativa es ante todo el encuentro entre dos libertades y la
educación lograda es una formación al uso correcto de la libertad. (...)
Debemos aceptar el riesgo de la libertad, permaneciendo siempre atentos a
ayudar a los jóvenes a corregir ideas o decisiones equivocadas".
"La educación no puede prescindir del prestigio que hace creíble el ejercicio
de la autoridad, (...) que se conquista sobre todo con la coherencia de la
propia vida", escribe el Santo Padre, subrayando a continuación cómo es
"decisivo el sentido de responsabilidad, (....) en primer lugar personal, si
bien hay una responsabilidad que todos compartimos".
En este sentido, Benedicto XVI observa que "la orientación general de la
sociedad en que vivimos y la imagen que transmite a través de los medios de
comunicación ejercen un gran influjo en la formación de las nuevas
generaciones, para bien pero a menudo también para mal", y recuerda que "la
sociedad no es, sin embargo, una abstracción; la formamos nosotros".
Por último, el Santo Padre se refiere a la esperanza -tema de su última
encíclica- como "alma de la educación" y señala que "hoy nuestra esperanza se
ve amenazada por distintas partes y corremos el peligro de convertirnos, como
los antiguos paganos, en seres humanos "sin esperanza y sin Dios en este
mundo".
"En las raíces de la educación -concluye- hay una crisis de confianza en la
vida. La esperanza que apunta a Dios no es nunca esperanza solo para sí mismo,
es siempre esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace
solidarios en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y
el amor".