Los Ángeles del Señor
Escrito por El Observador
Domingo 24 de
Octubre 2010
ESPECIAL
La catequesis
actual es muy pobre en lo relativo a los ángeles, y la New Age se está
aprovechando de este vacío - Reflexiones desde el claustro: Los ángeles,
maestros y guardianes - La existencia de los ángeles no es una cuestión
optativa, sino una verdad revelada por Dios - Lo que son los ángeles y lo que
las Sagradas Escrituras dicen de ellos
Lo que ahora
prevalece, incluso entre muchos que se dicen católicos, es «una especie de magia
blanca», advierte el padre Marcello Stanzione en entrevista para Zenit-El
Observador
La devoción al
ángel de la guarda parece no estar ya entre las prioridades de la formación de
los católicos, y al mismo tiempo emerge una atención morbosa por ángeles y
demonios suscitada por sectas y movimientos New Age.
El padre
Marcello Stanzione, párroco de la Abadía de Santa María La Nova, en Campagna
(Italia), es el refundador de la Milicia de San Miguel Arcángel, la cual
organiza cada año una importante reunión teológico-pastoral sobre los ángeles.
La intención de
este presbítero al dar nuevo impulso a esta asociación católica es muy clara:
«El padre Pío se lamentaba afirmando que era necesario difundir cada vez más la
devoción a las huestes angélicas —recuerda—. Y yo, aun en mi pequeñez, quiero
llevar adelante esta enseñanza suya».
¿Qué representan
los ángeles para la fe católica y por qué hoy suscitan más interés entre otros
grupos y movimientos religiosos que entre los cristianos?
«Lamentablemente, la catequesis ha sido un poco carente en este punto del
conocimiento del mundo de los ángeles. Otros se han aprovechado del vacío que se
ha creado. En la teología, lo que es central es la doctrina sobre Dios, sobre la
Santa Trinidad y sobre Jesucristo, pero los ángeles no son realidades inútiles o
superfluas porque forman parte de la revelación de Dios.
«Algunos
sostienen que Jesucristo, siendo el único mediador, no tiene necesidad de los
ángeles. En realidad, en los Hechos de los Apóstoles se revela el papel
fundamental de los ángeles. Podemos decir que Jesucristo es el único mediador y
los ángeles colaboran en la mediación de Jesucristo. El descenso de la atención
y veneración de los ángeles, en los últimos cincuenta años, se debe a una cierta
secularización, influenciada por una deriva protestante, que critica la
veneración de la Virgen, la veneración de los santos y la veneración de los
ángeles. Sobre la naturaleza y el papel de los ángeles no se ha hecho una
evangelización clara y hay una cierta confusión incluso entre los católicos.
«He escrito y
publicado varios textos de oraciones cristianas a los ángeles para evitar que
también los catequistas creyeran o usaran textos ambiguos que circulan en las
librerías. Varios de estos textos ambiguos son reseñados por revistas católicas
sin hacer ninguna observación crítica. Son ensayos que se basan en la
astrología, en los 365 grados del zodíaco y sostienen que cada cinco grados hay
un ángel protector, por lo que quien ha nacido en esos cinco grados tiene ese
ángel protector.
«Es una especie
de magia blanca. He conocido a varias personas de Iglesia que confundían la
devoción católica con estos ritos. Por otra parte, bastaría entrar en una
librería para encontrar en el sector esotérico unos 30 o 40 títulos sobre los
ángeles. Esto indica la gran confusión que hay. Hay pocos autores católicos que
escriban textos ortodoxos sobre los ángeles».
¿La intercesión
de los ángeles ante el Señor se les ha pasado por alto a los católicos?
«Existe este
problema. A algunas personas les resulta cómodo usar a los ángeles para falsear
la relación con Jesucristo y con las instituciones eclesiásticas. De este modo,
se falsea también la enseñanza de los diez mandamientos y la de la moral. Es una
religión a la carta, con los ángeles que sirven para hacerte encontrar un novio
o un cajón de estacionamiento para el coche. En resumen, se hace un uso banal,
un uso mágico.
«En cambio, el
ángel tiene una gran dignidad; incluso el ángel más sencillo es mucho más
inteligente y potente que el ser humano. Es evidente la carencia que se ha dado
al educar a las nuevas generaciones en la devoción y la relación con los
ángeles».
¿Qué sugiere,
entonces?
«Pienso que los
tiempos están maduros para que en las facultades teológicas se creen cursos
sobre angelología».
Por sor María
Dolores, OSC
En la actualidad
se habla mucho de amuletos, de «protecciones» que tienen como fondo la
invocación de «fuerzas ocultas». Se pone de moda lo esotérico, y esto hace que
jóvenes y adultos tomen caminos equivocados: recurren a adivinos, al uso de
«energías».
En lugar de eso,
deberíamos recurrir a los ángeles, unos medios tan hermosos que Dios pone a
nuestra disposición para que nos protejan y nos defiendan. Sin embargo, tenemos
dos problemas: desconocimiento y falta de fe.
La Palabra de
Dios nos dice: «No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu
tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos»
(Salmo 90). Es decir, los ángeles están para cuidarnos; pero debemos invocarlos,
es necesario tener esa fe y confianza para llamarlos.
Los ángeles nos
pueden ayudar a fortalecer nuestra fe y a mantener la pureza de alma tan
necesaria para todo cristiano.
Hoy hay una
pérdida del sentido del pecado; en algunas personas ha desaparecido la
capacidad de distinguir entre el bien y el mal, se ve natural hacer actos
impuros pues se argumenta que «todo el mundo lo hace». A los que aún tienen
sensibilidad a las cosas de Dios se les discrimina, se les toma por tontos;
algunos, al sentir este rechazo, quieren desaparecer a Dios de sus vidas; a
estas almas les hace falta confiar en los ángeles, saber que son guías y
soportes que Dios nos pone para mantenernos firmes en nuestras convicciones.
Los santos
ángeles nos enseñan a discernir entre el bien y el mal. Cuando uno se apega a su
ángel guardián entonces tiene un estupendo maestro para distinguir entre lo
correcto y lo incorrecto, y tendrá fortaleza para soportar ambientes poco
evangelizados. El ángel de la guarda nos ayuda a mantener nuestra pureza de
alma, por lo que debe ser invocado por hijos y padres, jóvenes y adultos. A
veces se cree que el ángel guardián es cosa de niños, pero no, es una
herramienta muy poderosa contra el mal y para nuestro crecimiento.
Por eso cada
cristiano debe recurrir a su ángel, comunicarse con él; puede ser a través de la
tradicional oración Santo ángel de mi guarda. Al salir de casa, que nadie olvide
invocar a su ángel.
Para terminar,
les cuento un testimonio sobrecogedor. En Colombia una joven salió de su trabajo
muy noche; en un calle solitaria se topó con un hombre que intentó acercársele,
pero desistió; al día siguiente se enteró que minutos después otra mujer pasó
por allí y fue violada. Quiso ir a ver si era el mismo sujeto; al percatarse que
sí, le preguntó: «¿Por qué a mí no me hiciste nada?». A lo que contestó: «Porque
ibas acompañada de dos hombres». La joven era muy devota de los santos ángeles.
Si tienes
inquietud por la vida contemplativa puedes comunicarte al tel (442) 2120182.
Hay quienes se
dicen católicos y, sin embargo, niegan la realidad de las criaturas angélicas, o
cuando mucho les atribuyen una existencia vinculada al cuidado de los infantes.
Muchos ignoran que se trata de un dogma.
Según el
«publiscopio» sobre las creencias de los españoles, publicado en diciembre de
2008 por el medio de comunicación hispano Público, la fe cristiana ya «hace
agua» en aquel país, pues entre los que en las encuestas se autodefinen como
«católicos practicantes» hay un importante porcentaje que ya no cree en diversos
dogmas de la Iglesia, lo cual —triste realidad— los convierte en herejes.
El periodista
José Luis de Zárraga recoge en el «publiscopio» que entre la población de España
con 18 años de edad o más, apenas el 29.2% dice ser «católica practicante», pero
del total de ésta apenas el 65% cree en la existencia de los ángeles; es decir,
aproximadamente un tercio de los autodenominados «católicos practicantes» piensa
que el asunto de los ángeles es algo así como apenas un cuentito para niños.
En otras partes
del mundo la negación de los ángeles no está tan extendida. Por ejemplo, según
un estudio publicado en noviembre de 2008 por AARP The Magazine, muchos
estadounidenses de origen iberoamericano sí creen que los ángeles existen, y
que, además, desempeñan un papel importante en su vida. Entre los encuestados
—no se especifica su religión— el 84% dijo creer en los ángeles; pero de esta
cifra la mitad tiene la creencia errónea que sus familiares fallecidos ahora son
ángeles. Entre los estadounidenses de origen anglosajón la creencia angelical es
algo menor: 75%.
Es un dogma de
fe
Sin embargo la
realidad es que la existencia de los ángeles ha sido revelada por Dios y
enseñada por la Iglesia como dogma; por tanto, quien pretenda ser católico no
puede negar esta verdad de fe —ni ninguna otra— sin autoexcluirse
automáticamente de la comunidad cristiana.
El Catecismo de
la Iglesia Católica, en su número 328, enseña claramente: «La existencia de
seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente
ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la
unanimidad de la Tradición».
¿Y cuándo fue
declarado esto como dogma? En el año 1215, durante el concilio IV de Letrán. Eso
no significa que antes de ese año los ángeles no existieran, o que la Iglesia no
creyera en ello.
Contrario a lo
que suele enseñar erróneamente el protestantismo respecto de las doctrinas de
Iglesia católica, los dogmas son verdades reveladas por Dios y, por tanto,
siempre han sido creídas y aceptadas por la Iglesia; pero, en un cierto momento
de la historia, tuvieron que ser promulgadas como dogmas cuando eran puestas en
duda por determinadas corrientes de pensamiento con riesgo de desorientar
gravemente a la comunidad eclesial.
Así habló la
Iglesia en Letrán
Respecto del
tema de los ángeles, el IV concilio ecuménico de Letrán hizo esta declaración:
«Firmemente creemos y simplemente confesamos que uno solo es el verdadero Dios,
.... Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles,
espirituales y corporales; que, por su omnipotente virtud, a la vez desde el
principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la
corporal, es decir, la angélica y la mundana».
Otros
recordatorios
Debido al
materialismo y al racionalismo imperante, esta verdad hubo de ser reafirmada
tanto en el año 1870, en el marco del concilio Vaticano I, como en el año 1968,
en el Credo del Pueblo de Dios, formulado por el Papa Pablo VI. Y en la reforma
litúrgica de 1969 quedó establecido el 29 de septiembre como fecha para recordar
a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, y el día 2 de octubre para
hacer memoria de los ángeles de la guarda.
D. R. G. B.
Estos seres
celestiales «inspiran cierto temor a los teólogos, que los relacionan con
aquellas antiguas herejías de las iglesias de Oriente; un temor nervioso,
¡vamos! El mundo está lleno de ángeles».
G. Bernanos, en
Diario de un cura rural
«Entre el ángel
y nosotros hay algo permanente. Hay una mano que, incluso cuando dormimos, no
suelta la nuestra... Sobre la tierra en que nos encontramos, compartimos el
pulso y el latido del corazón de este hermano del Cielo».
Paul Claudel
«El nombre de
ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te
diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel».
Así enseña san Agustín en su Enarratio in Psalmum (103, 1, 15).
La Carta a los
Hebreos responde clara y sencillamente lo que hay que entender respecto de los
ángeles: «Son todos ellos espíritus al servicio de Dios» (Hb 1, 14a). Mucho
antes ya los había definido el salmista como «fuertes guerreros que cumplen Sus
órdenes apenas oyen la voz de Su palabra» (Sal 103, 20).
Los ángeles son,
pues, primero que nada, espíritus servidores del Creador. Y al servirlo muchas
veces operan como mensajeros suyos. Precisamente la palabra «ángel» viene del
latín angelus, que a su vez se deriva del griego ángelos, que significa
«mensajero». En el Antiguo Testamento la palabra hebrea equivalente es mal’akh,
que también puede traducirse como «delegado» o «embajador». ¿Y cuál es la misión
por la que son enviados a los hombres como embajadores o mensajeros del
Altísimo? De nuevo la respuesta la proporciona la Carta a los Hebreos: son
«enviados en ayuda de los que van a heredar la salvación» (Hb 1, 14b), es decir,
los seres humanos.
Dios en primer
término, el hombre después
Revela
Jesucristo que los ángeles «están constantemente en presencia de mi Padre
celestial» (Mt 18, 10); otras traducciones bíblicas dicen que «contemplan
constantemente el rostro de mi Padre que está en los Cielos». Así, un ángel
desvinculado de Dios, como los que propone la corriente anticristiana de la
Nueva Era (New Age), sencillamente no es un verdadero ángel. Según asegura la
New Age, basta que el hombre realice una serie de ritos y recite ciertas
fórmulas para hacer que tal o cual supuesto ángel intervenga en su favor
trayéndole amor, dinero, poder, salud, etc., todo ello sin necesidad de
Jesucristo. Pero los verdaderos ángeles, los ángeles del Señor, sólo actúan en
favor de los hombres en la medida en que Dios mismo se los ordena; jamás hacen
nada —ni desean hacer nada— que no sea Su voluntad expresa.
En otras
palabras, la razón de la existencia de los ángeles es, en última instancia, la
gloria del Altísimo, porque «todo fue creado por Él y para Él» (Col 1, 16); la
ayuda que los ángeles prestan al hombre está siempre vinculada a esta realidad.
Son personas,
pero no de carne y hueso
Enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica que los ángeles, «en tanto que criaturas
puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas
personales» (n. 330).
En otras
palabras, los ángeles son personas. Esta afirmación puede ser motivo de
confusión porque en el lenguaje coloquial suele utilizarse la palabra «persona»
como simple sinónimo de «ser humano».
No hay que
olvidar que Dios no es una «energía» o una «idea». Dios es un ser —el Ser: «Yo
soy el que Soy» (Ex 3, 14)— en tres Personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Él creó tanto a los ángeles como a los humanos «a su imagen y semejanza»
(cfr. Gn 1, 27), lo que significa que les confirió algunos de los atributos
propios de su divinidad y que no le asignó a ninguna otra creatura:
inteligencia, voluntad, libertad y capacidad de amar. No es el cuerpo lo que
hace persona a nadie, sino la posesión de tales cualidades superiores.
Así, al afirmar
que los ángeles son personas, no se quiere decir en ningún momento que los
humanos al morir se transformen en ángeles, creencia equivocada bastante
difundida en México respecto de los infantes fallecidos. Ángeles y humanos son
dos tipos de creaturas diferentes; así como los elefantes jamás se transforman
el cocodrilos, o los pinos en margaritas, los humanos no se transforman en
ángeles.
Inmortales, y
más inteligentes que el ser humano
Los ángeles «son
inmortales», recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 330). Inmortalidad
no quiere decir que existan desde toda la eternidad, tal como ocurre con Dios;
como creaturas que son, los ángeles tuvieron un principio: «Porque en Él fueron
creadas todas las cosas, en los Cielos y en la Tierra, las visibles y las
invisibles» (Col. 1, 16). La inmortalidad angélica indica que no mueren, tal
como ocurrirá con los humanos después de la resurrección de los muertos: «Ya no
pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser
hijos de la resurrección» (Lc 20, 36).
Los ángeles,
continúa el Catecismo, «superan en perfección a todas las criaturas visibles».
Dice la Escritura en el libro de la Sabiduría que «los pensamientos de los
mortales son tímidos, e inseguras las ideas que nos formamos, pues un cuerpo
corruptible entorpece la conciencia, y el vivir en casa de barro hace pesado el
espíritu con sus mil pensamientos» (Sab 9, 14-15). Como la naturaleza de los
ángeles es puramente espiritual, y no corporal-espiritual, el conocimiento y la
voluntad de los ángeles son mucho más perfectos que el conocimiento y la
voluntad del hombre. Pero por ser creaturas de Dios son, con mucho, inferiores
en conocimiento y voluntad a Dios. Los ángeles no lo saben todo, según enseña
san Pablo: «Sólo el Espíritu de Dios conoce los secretos de Dios» (1 Co 2, 11);
por ejemplo, los ángeles no saben cuándo será el Juicio Final: «En cuanto se
refiere a ese día y a esa hora, no lo sabe nadie, ni los ángeles de Dios» (Mt
24, 36).
¿Cuántos ángeles
hay?
Cuando el
profeta Daniel tuvo una revelación de Dios Padre, pudo ver que «miles de
millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia» (Dn
7, 10). En Mateo 26, 53 Jesús habla de «legiones de ángeles». En la Natividad
los pastores pudieron ver que «apareció de pronto una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios» (Lc 2, 13). La Carta a los Hebreos dice que en la
Ciudad de Dios, la Jerusalén Celestial, hay «una multitud de ángeles» (Hb 12,
22). Y en el Apocalipsis el apóstol san Juan atestigua: «... oí la voz de una
multitud de ángeles que estaban alrededor del trono... Su número se contaba por
miles y millones» (Ap 5, 11).
San Cirilo de
Jerusalén (315 - 386), doctor de la Iglesia, explica al respecto: «Imagina cuan
numeroso es el pueblo romano, imagina cuan numerosos son los otros pueblos
actualmente existentes y cuantos de ellos murieron en cien años; imagina cuantos
estarían sepultados en mil años; imagina a los hombres desde Adán hasta nuestros
días: toda su enorme cantidad. Todo esto es poco en comparación con los ángeles,
que son más numerosos. Ellos son las 99 ovejas, el linaje humano equivale a una
oveja. Por la amplitud de lugar se puede juzgar sobre el número de los
habitantes. La Tierra, donde vivimos, es un punto en medio del cielo, por eso el
cielo que la rodea tiene comparativamente a su tamaño mayor número de
habitantes. Así los cielos de los cielos contienen una cantidad innumerable de
éstos. Si está escrito que ‘millares de millares le servían, y millones de
millones asistían delante de Él’, eso es sólo porque el profeta no pudo expresar
un número mayor».
El testimonio
bíblico
La Revelación es
tan clara respecto de los ángeles que no puede ser rechazada. Sin embargo, en la
catequesis impartida por Juan Pablo II el 9 de julio de 1986, el siervo del
Señor observaba: «Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute con mayor o
menor sabiduría acerca de estos seres espirituales. Es preciso reconocer que, a
veces, la confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer pasar como fe
de la Iglesia respecto a los ángeles cosas que no pertenecen a la fe o,
viceversa, de dejar de lado algún aspecto importante de la verdad revelada».
La existencia de
los ángeles, continúa Juan Pablo el Grande, «era negada ya en tiempos de Cristo
por los saduceos (cfr. Hech 23, 8). La niegan también los materialistas y
racionalistas de todos los tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un
teólogo moderno, ‘si quisiéramos desembarazarnos de los ángeles, se debería
revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con ella toda la historia de
la salvación’».
D. R. G. B.