Penélope o la apuesta radical por el otro
Autor: Nieves García
Fuente: Mujer Nueva
Fecha: 2003-07-04
Ulises regresó a su Ítaca natal 20 años más tarde. En su equipaje humano cargaba
cicatrices nuevas, la larga guerra de Troya, aventuras inauditas, miedos
enfrentados, trampas vencidas... 20 años es mucho tiempo para una joven, que le
vio partir y no volvió a tener noticias de él; y quedó con niño en brazos y
nadie en quien apoyarse. ¿Cuál fue el equipaje del tiempo que acumuló Penélope?
Soledad, cansancio, incertidumbre.. .pero sobre todo esperanza.
Esa esperanza la mantuvo ilusionada, recordando un rostro que sentía
desdibujarse con el paso de los años. Esa esperanza cobraba formas diversas de
creatividad para defender el tesoro de su vida, ante el acoso de quienes solo
buscaban un trono en su persona. Un manto que se teje de día y se deshace en la
noche, un arco que hay que tensar,...la esperanza es creativa, mira al futuro
aportando soluciones y así se sostiene.
¿De donde nacía esta esperanza? De un amor sincero, de un amor que fue donación
total, en el momento y para siempre. Esa esperanza alimentaba la palabra dada, y
la hacía real: para siempre. La fidelidad es consecuencia natural de
la autenticidad del don. La apuesta por el otro es una apuesta radical, se
arriesga todo, se arriesga la vida. ¿Cómo se habla de matrimonios “temporales”?
La felicidad en esta vida tiene diferentes precios. Según se arriesga, así se
gana; es ley universal y no solo en Las Vegas. Cuando uno se acerca al
matrimonio con cartas escondidas en la manga, por si acaso...no nos va bien, se
arriesga poco. Esta búsqueda de seguridades alternativas habla de una gran
inseguridad personal en la propia capacidad de amar y de donarse íntegramente al
otro, y de una enorme desconfianza en el otro. Con estos cimientos el edificio
caerá al primer vendaval de egoísmo por parte de alguno de los dos.
En el clásico griego, Ulises luchó por regresar y volver a conquistar a su
mujer, su hijo y su trono. Cuando decide embarcar desde Troya, cuando le pide a
Calipso que le dejara partir, Homero trataba de explicar lo fuerte que es el
amor humano entre hombre y mujer. Él confía en ella aunque les separara un mar
infinito. El amor no olvida nunca, nunca. La única distancia invencible habría
sido la distancia interior, cuando el corazón busca otros caminos alternativos.
Bien decía Garman Wold “Cuando tu mayor debilidad es el amor, eres la persona
más fuerte del mundo”. Así el solo pensamiento del otro, les daba fuerzas a
ambos para enfrentar dificultades y cansancios. Homero era un buen conocedor de
las pasiones y amores humanos.
Hoy en día las cosas han cambiado y ni Ulises, ni Penélope nunca existieron, se
puede objetar. Es cierto, no sabemos si estos personajes fueron sólo una
proyección mítica de un escritor griego, pero la historia está poblada de muchas
Penélopes anónimas, de todas las razas y edades, que un día descubrieron
que quien compartía su lecho, ya no estaba. ¿Causas? Abandono, huída, emigrar a
otro país para ayudar a la familia, o tristemente por haber encontrado a
alguien más.... Mujeres que experimentan lo que significa que el tiempo pase
sin tener noticias, acosadas por la tentación de pensar que han pasado a un
segundo plano, aunque no sea verdad... Ellas saben mucho de incertidumbre y de
alimentar la espera con la ilusión de una entrega renovada. Continuar sonriendo
a los hijos, para llorar a ratos en la noche, enfrentar las cargas económicas de
la casa, pagar colegiaturas, experimentar la soledad, y seguir pensando en él,
para sacar nuevas fuerzas para el día siguiente, porque puede ser el día en que
... regrese. La grandeza de estas mujeres no se esconde en tener que afrontar
una difícil situación humana, sino en su perseverancia en el amor. Son
heroínas silenciosas del amor fiel. Y aunque muchas de ellas tendrían razones
para buscar otra alternativa, siguen en silencio, esperando que un día aparezca
la persona a quien quisieron darle toda la vida y para siempre.
Ellas pagan el mayor precio porque aspiran a la cota más alta de felicidad: dan
todo por el otro, aunque no encuentren correspondencia. Y en su interior hay paz
y serenidad, porque son y fueron libres para amar con totalidad. Nadie se lo
pide ahora, pero ellas lo dan. Y aunque tristemente las cifras de infidelidad
femenina aumentan, siguen siendo mayoría las mujeres que sin voz, ni voto,
demuestran que el amor es para siempre.
Esta forma de darse, de amar, tiene una cualidad excepcional, transforma y eleva
a la persona amada. Al experimentar en carne propia tan grande desinterés, se
rompe la dureza interior y se aprende que hay un valor supremo en la vida.
“Mi mujer es lo más grande que me ha pasado en la vida. Durante 8 años, me
fui de casa, le fui infiel...Nunca dejó de esperarme, supo educar a nuestros
tres hijos sin decirles la verdad acerca de su padre...y cuando enfermé de
cáncer y me encontré solo, ella vino para llevarme de nuevo a casa...” No
son palabras de telenovela. Son testimonio de vida, de un importante empresario
francés, que ayuda ahora en un consultorio familiar. Él tuvo su Penélope y
aprendió a amar porque le habían amado mucho. Ahora dedica las dos terceras
partes de las ganancias que obtiene a la ayuda de enfermos y él mismo atiende en
los hospitales de Lourdes dos veces al año. Tiene ahora 72 años, y nunca lo ha
olvidado.
El matrimonio es una apuesta radical que solo se hace si se está decidido a
arriesgar el 100% por el otro, pase lo que pase. Los mantos de Penélope se
tejen hoy de muchas clases, pero siguen siendo signo de la fidelidad. Y tejer es
cansado y doloroso, pero hay que hacerlo con la certeza de que todo lo que se
siembra, se cosecha. Quien siembra fidelidad, cosecha alegría.