Se trata de un escrito contenido
en el Codex II de la colección de Códices coptos de Nag-Hammadi (NHC), ahora en
el Museo copto de El Cairo. Nada tiene que ver con un “Evangelio de Felipe”
citado por San Epifanio que dice que lo usaban unos herejes de Egipto, o con el
que otros escritores eclesiásticos mencionan como de los maniqueos.
El escrito de Nag Hammadi (NHC II 51,29-86,19) lleva al final como título
“Evangelio según Felipe”, aunque en realidad ni es un evangelio -no es narración
de la vida de Jesús-, ni el texto del mismo se presenta como de Felipe. Ese
título es una añadidura posterior a su redacción original, hecha probablemente
en griego hacia el s. III, sobre la base de que a ese apóstol se atribuye el
dicho de que José el Carpintero hizo la cruz de los árboles que él mismo había
plantado (91)
La obra contiene un centenar de pensamientos más o menos desarrollados sin que
tengan una ilación coherente entre ellos. En diecisiete casos se presentan como
dichos del Señor, de los que nueve proceden de los evangelios canónicos y otros
son nuevos. Las más de las veces se trata de párrafos extraídos de fuentes
anteriores de carácter homilético o catequético. Reflejan una doctrina gnóstica
peculiar, si bien en parte parecida a la de otros herejes gnósticos como los
valentinianos. Así: a) La comprensión del mundo celeste (Pléroma) formado por
parejas (el Padre y Sofía superior, Cristo y el Espíritu Santo –entendido este
último como femenino-, y el Salvador y Sofía inferior de la procede el mundo
material); b) la distinción de varios Cristos, entre ellos Jesús en su aparición
terrena; c) la concepción de la salvación como la unión, ya en este mundo, del
alma (elemento femenino del hombre) con el ángel procedente del Pléroma
(elemento masculino); d) la distinción entre hombres espirituales (pneumáticos)
que consiguen esa unión, y psiquicos e hílicos o materiales a los que es
inaccesible.
Entre los puntos que más están atrayendo la atención sobre este evangelio es lo
que en él se lee sobre Jesús y la Magdalena. Ésta es presentada como la
“compañera” de Cristo (36) y se dice que “el Señor la besó (en la boca)
repetidas veces” porque la amaba más que a todos los discípulos (59). Estas
expresiones, que a primera vista podrían parecer eróticas, se emplean para
simbolizar que la Magdalena había adquirido la perfección propia del gnóstico y
había llegado a la luz porque se lo había concedido Cristo. Sucede algo parecido
cuando se habla de “la cámara nupcial” como un sacramento –o literalmente
misterio- que viene a ser culminación del Bautismo, la Unción, la Eucaristía y
la Redención. La imagen del matrimonio es empleada como símbolo de la unión
entre el alma y su ángel en ese sacramento de la “la cámara nupcial”. En el
Evangelio de Felipe tal sacramento representa la adquisición de la unidad
originaria del hombre ya en este mundo y que culminará en el mundo celeste que,
para el autor, es la propia y verdadera “cámara nupcial”.