Editorial |
Tirar al bebé por el balcón |
Eulogio López “Una
sociedad sana y responsable es aquella que respeta y cuida a sus
ancianos (...) y a sus niños, que representan el futuro”. Lo
dice Diario 16, en su editorial del viernes 18 de mayo, comentando
el caso de la mujer que arrojó a su bebe por el balcón. Es el
segundo caso en una semana en España, pero esta estadística de
madres que matan a sus hijos no es conveniente seguirla. Queda mal
la mujer, y la mujer, según el canon progresista, es incriticable. Pues
vamos a incurrir en lo ambientalmente incorrecto.
Llegar
al extremo de arrojar a un niño por la ventana puede ser un caso de
locura, pero cuando empiezan a proliferar este tipo de sucesos hay
que preguntarse si a esos casos de locura no se llega por maldad. La
crueldad física (la violencia psíquica la ejercen ambos sexos
con idéntico entusiasmo) de un marido o compañero respecto a su
esposa o compañera, es terrible, pero la sociedad anda alerta al
respecto. Hay unanimidad al respecto, y por tanto, el canalla
está contra la cuerdas: social, legal y punitivamente. Pero
nadie habla de la crueldad de una mujer que aborta con
su hijo, más digno de protección que la mujer, por más débil; ni
del hecho de que entre muchas mujeres la maternidad, embarazo
y educación, se contemple y exhiba como una lamentable carga o
como una muestra de feminidad no liberada (en román paladino,
la mujer que escoge ser madre es un poco idiota, cuando podía no
hacerlo). Son las mujeres quiénes más ridiculizan la maternidad y
quienes, ya convertidas en activistas del egoísmo, presionan a las
demás para que no sean madres o para que, en el caso de que hayan
tenido al debilidad de serlo, no permitan que sus hijos les amarguen
la vida... que no deja de ser el mejor medio para amargarse
precisamente eso: la vida. El egoísmo siempre genera amargura.
Se está viviendo una degeneración moral de la mujer superior a la
del varón, lo que no es malo para todos. Y su plasmación es el
odio, a veces manifiesto, a veces tácito, hacia la maternidad,
hacia el más débil: hacia el niño. Y, en cualquier caso, una sociedad que no se preocupa de los más débiles, que no son las mujeres, sino los niños y los ancianos, amenaza con estrellarse, como el bebé contra el suelo. |