EL ESPÍRITU SANTO EN LOS PADRES DE LA IGLESIA (1)
Clemente Romano
Didaché
Epístola de Bernabé
Ignacio Antioquía
Policarpo de Esmirna
Justino
Atenágoras
Asterio de Amasea
El Espíritu Santo y las Escrituras:
"La fe en Cristo consolida todas estas cosas. Pues El mismo
(Cristo), por medio del Espíritu Santo, nos llama de esta manera:
Venid, hijos, escuchadme, os enseñaré el temor del Señor (Salm
33,12ss.)" (·Clemente-Romano-san, Carta a los Corintios XX,1).
"Os habéis adentrado en las Sagradas Escrituras, que son
verdaderas, que son por el Espíritu Santo" (Clemente Romano,
Carta a los Corintios XLV,1).
El Espíritu derramado sobre la comunidad:
"Así os fue dada a todos una paz profunda y radiante, un deseo
continuo por las buenas obras; y una efusión plena de Espíritu
Santo vino sobre todos" (Clemente Romano, Carta a los Corintios
II,2).
El Espíritu en los apóstoles y ministros:
"Ahora bien, (los apóstoles) habiendo recibido el mandato y
plenamente ciertos por la resurrección del Señor nuestro Jesucristo
y reafirmados en la palabra de Dios, salieron llenos de la certeza del
Espíritu Santo a dar la buena nueva de que el reino de Dios estaba
por llegar. Y así, pregonando el mensaje en comarcas y ciudades,
establecieron a los que eran primicias entre ellos, probándolos en el
espíritu, como obispos y diáconos de los que habrían de creer"
(Clemente Romano, Carta a los Corintios XLII,2-3).
El Espíritu don de la gracia:
"¿Acaso no tenemos un único Dios, un único Cristo, un único
Espíritu de gracia que ha sido derramado sobre nosotros y una
única llamada en Cristo?" (Clemente Romano, Carta a los Corintios
XLVI,6).
El juramento por los tres nombres divinos:
"Aceptad nuestro consejo y no tendréis que arrepentiros. Porque
vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, la fe y la
esperanza de los elegidos: el que con sentimientos de humildad
junto a una perseverante moderación, sin echarse atrás, obra las
sentencias y mandamientos dados por Dios, ése estará colocado y
será ilustre entre el número de los salvados por Jesucristo, por
medio del cual a El la gloria por los siglos de los siglos. Amén"
(Clemente Romano, Carta a los Corintios LVIII,2).
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios (Caps.
7, 4-8, 3; 8, 5-9, 1; 13, 1-4; 19, 2: Funk 1, 71-73. 77-78. 87):
Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo, y
reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre,
pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la
penitencia para todo el mundo.
Recorramos todos los tiempos, y aprenderemos cómo el Señor,
de generación en generación, concedió un tiempo de penitencia a
los que deseaban convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los
que lo escucharon se salvaron. Jonás anunció a los ninívitas la
destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados,
pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la
indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido.
De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los
que fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de
todas las cosas habló también, con juramento, de la penitencia
diciendo: Por mi vida -oráculo del Señor-, juro que no quiero la
muerte del malvado, sino que cambie de conducta; y añade aquella
hermosa sentencia: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los
hijos de mi pueblo ´Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo,
aunque sean como púrpura y rojos como escarlata, si os convertis a
mi de todo corazón y decis: "Padre", os escucharé como a mi pueblo
santoª.
Queriendo, pues, el Señor que todos los que él ama tengan parte
en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad.
Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e,
implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a
su benevolencia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas
obras, las contiendas y la envidia, que conduce a la muerte.
Seamos, pues, humildes, hermanos, y, deponiendo toda jactancia,
ostentación e insensatez, y los arrebatos de la ira, cumplamos lo
que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio
de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el
rico de su riqueza; el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, para
buscarle a él y practicar el derecho y la justicia; especialmente si
tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que
pronunció para enseñarnos la benignidad y la longanimidad.
Dijo, en efecto: Sed misericordiosos, y alcanzaréis misericordia;
perdonad, y se os perdonará; como vosotros fijáis, así se os hará a
vosotros; dad, y se os dará; no juzguéis, y no os juzgarán; como
usaréis la benignidad, así la usarán con vosotros; la medida que
uséis la usarán con vosotros.
Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen
firmeza para poder caminar, con toda humildad, en la obediencia a
sus santos consejos. Pues dice la Escritura santa: En ése pondré
mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis
palabras.
Como quiera, pues, que hemos participado de tantos, tan grandes
y tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la
meta de paz que nos fue anunciada desde el principio y fijemos
nuestra mirada en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a
los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz.
Clemente Romano escribe la carta a los de Corintio en torno a los
años 96-98 d.C. Texto y bibliografía: Clemente de Roma, Carta a los
Corintios, edición bilingüe preparada por J.J. Ayán Calvo, Fuentes
Patrísticas 4, Edit. Ciudad Nueva, Madrid 1994; Véase J. Pablo
Martín, El Espíritu Santo en los orígenes del cristianismo,
Pas-Verlag, Zürich 1971.
_________________________________________________
"En cuanto al bautismo, bautizad de esta manera: después de
haber dicho previamente todas estas cosas, bautizad en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva. Si no tienes
agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con agua fría, con
agua caliente. Si no tienes ninguna de las dos, derrama tres veces
agua en la cabeza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo" (_Didaché VII.1; siglo I).
"Como las disposiciones de Dios son grandes y generosas para
con vosotros, no hay palabras para expresar mi alegría por vuestros
bienaventurados y gloriosos espíritus. Así, habéis recibido el injerto
de la gracia del don espiritual. Por ello, me alegro más esperando
salvarme, pues, en verdad, veo que de la abundante fuente del
Señor ha sido derramado sobre vosotros el Espíritu"
(_Epístola-de-Bernabé I.2-3; siglo II)
"Así pues, mira cómo hemos sido plasmados de nuevo, tal como
dice otro profeta: He aquí -dice el Señor- que les voy a arrancar -se
refiere a aquellos que el Espíritu del Señor previó- los corazones de
piedra y se los pondré de carne (Ez 11,19; 36,26). Dice esto porque
había de manifestarse en carne y habitar entre nosotros" (Epístola
de Bernabé VI.14; siglo II).
"El Espíritu habla al corazón de Moisés para que haga una figura
de la cruz y del que había de padecer, porque si no esperan en él
-dice- serán eternamente atacados" (Epístola de Bernabé XII.2; siglo
II).
Véase Didaché. Doctrina Apostolorum. Epístola del
Pseudobernabé, edición bilingüe preparada por Juan José Ayán
Calvo, Fuentes Patrísiticas 3, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1992.
_________________________________________________
"Por tanto, esforzaos en permanecer firmes en las enseñanzas del
Señor y de los apóstoles para que todo lo que hagáis sea próspero
(Salm 1,3) en la carne y en el espíritu, en la fe y en el amor, en el
Hijo, en el Padre y en el Espíritu, en el principio y en el fin, con
vuestro dignísimo obispo y con la preciosa corona espiritual de
vuestro presbiterio y de los diáconos según Dios. Someteos al
obispo y también los unos a los otros, como jesucristo al Padre,
según la carne, y los apóstoles a Cristo, al Padre y al Espíritu, para
que la unidad sea carnal y espiritual" (·Ignacio-Antioquía-S, a los
magnesios XIII,1-2; siglo II).
"A ella (la Iglesia) la saludo en la sangre de Jesucristo que es
alegría eterna y constante, más aún si están unidos al obispo, a los
presbíteros que están con él y a los diáconos que fueron
establecidos por voluntad de Jesucristo, a los cuales, por propio
deseo, fortaleció en firmeza por su Espíritu Santo" (Ignacio de
Antioquía, a los filadelfios pref.; siglo II).
"Pues, si algunos me quisieron engañar según la carne, sin
embargo el Espíritu que viene de Dios no engaña. Pues Él sabe de
dónde viene y a dónde va (Jn 3,8) y revela lo oculto... A Aquél en el
que estoy encadenado pongo por testigo de que no lo supe por
carne humana. El Espíritu me lo anunció diciéndome: 'No hagáis
nada sin el obispo, guardad vuestra carne como templo de Dios,
amad la unidad, huid de las divisiones, sed imitadores de Jesucristo
como también Él lo es de su Padre'" (Ignacio de Antioquía, a los
filadelfios VII,1-2).
"Saludo a las familias de mis hermanos junto a sus mujeres e
hijos, así como a las vírgenes llamadas viudas. Me despido en la
fuerza del Espíritu..." (Ignacio de Antioquía, a los esmirniotas XIII,1;
siglo II).
"Pues es bueno apartarse de las pasiones de este mundo, porque
toda pasión lucha contra el Espíritu y ni los fornicadores ni los
afeminados ni los homosexuales herederán el reino de Dios (1 Cor
6,9.10); tampoco los que obran desatinadamente"
(·Policarpo-Esmirna-S, a los filipenses II.3; siglo II).
"Señor, Dios todopoderoso,
Padre de tu amado y bendito siervo Jesucristo,
por el que te hemos conocido,
Dios de los ángeles, de las potencias, de toda creación
y de todo el pueblo de los justos que viven en tu presencia.
Te bendigo porque me has juzgado digno de este día y de esta
hora,
de tomar parte en el número de los mártires,
en el cáliz de tu Cristo,
para resurrección de la vida eterna en alma y cuerpo,
en la incorruptibilidad del Espíritu Santo.
Que hoy sea yo recibido con ellos en tu presencia,
en sacrificio generoso y grato,
tal como Tú, el Dios verdadero que no engaña,
lo has preparado de antemano,
lo anunciaste, y lo has cumplido.
Por ello y por encima de todas las cosas te alabo,
te bendigo, te glorifico,
por medio de Jesucristo, Sumo Sacerdote eterno y celeste,
tu amado siervo,
por el cual la gloria sea dada a Tí junto a Él y al Espíritu Santo,
ahora y en los siglos venideros, Amén" (Martirio de Policarpo, XIV,
1-3; siglo II)
_________________________________________________
De la primera Apología de san Justino, mártir, en defensa de los
cristianos (Cap. 61: PG 6, 419-422):
Vamos a exponer de qué manera, renovados por Cristo nos
hemos consagrado a Dios.
A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas que
enseñamos y exponemos y prometen vivir de acuerdo con estas
enseñanzas, les instruimos para que oren a Dios con ayunos, y
pidan perdón de sus pecados pasados, mientras nosotros, por
nuestra parte, oramos y ayunamos también juntamente con ellos.
Luego los conducimos a un lugar donde hay agua, para que sean
regenerados del mismo modo que fuimos regenerados nosotros.
Entonces reciben el baño del bautismo el nombre de Dios, Padre y
Soberano del universo, y nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu
Santo.
Pues Cristo dijo: El que no nazca de nuevo, no podrá entrar en el
reino de los cielos. Ahora bien, es evidente para todos que no es
posible, una vez nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras
madres.
También el profeta Isaías nos dice de qué modo puede librarse de
sus pecados quienes pecaron y quieren convertirse: Lavaos,
purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de
obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al
oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces venid
y litigaremos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados sean como
púrpura, blanquear como nieve; aunque sean rojos como escarlata,
quedar n como lana. Si sabéis obedecer, lo sabroso de la tierra
comeréis; si rehusáis y rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho
el Señor.
Los apóstoles nos explican la razón de todo esto en nuestra
primera generación, fuimos engendrados de un modo inconsciente
por nuestra parte, y por una ley natural y necesaria, por la acción
del germen paterno en la unión de nuestros padres, y sufrimos la
influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada. Mas,
para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la
necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente
elección, y lleguemos a obtener el perdón de nuestros pecados
pasados, se pronuncia, sobre quienes desean ser regenerados y se
convierten de sus pecados, mientras están en el agua, el nombre de
Dios, Padre y Soberano del universo, único nombre que invoca el
ministro cuando introduce en el agua al que va a ser bautizado.
Nadie, en efecto, es capaz de poner nombre al Dios inefable, y si
alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es
Dios es que está rematadamente loco.
A este baño lo llamamos «iluminación» para dar a entender que
los que son iniciados en esta doctrina quedan iluminados.
También se invoca sobre el que ha de ser iluminado el nombre de
Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y el nombre del
Espíritu Santo que, por medio de los profetas, anunció de antemano
todo lo que se refiere a Jesús.
.......................
De la primera Apología de san Justino, mártir, en defensa de los
cristianos (Laps. 66-67: PG 6, 427-431):
A nadie es lícito participar de la eucaristía si no cree e son verdad
las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que
da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como
Cristo nos enseñó.
Porque no tomamos estos alimentos como si fueran pan común o
una bebida ordinaria; sino que, así como Cristo, nuestro salvador,
se hizo carne por la Palabra Dios y tuvo carne y sangre a causa de
nuestra salvación de la misma manera, hemos aprendido que el
alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene
las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra
sangre y nuestra carne, es precisamente la carne, la sangre de
aquel mismo Jesús que se encarnó.
Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios,
nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan
y dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía. Esto es
mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz,
dio gracias y dijo: Esto es mi sangre, dándoselo a ellos solos.
Desde entonces seguimos recordándonos siempre unos a otros
estas cosas; y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de los
que no los tienen, y permanecemos unidos. Y siempre que
presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por
medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.
El día Llamado del sol se reúnen todos en un lugar, lo mismo los
que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y, según
conviene, se leen los tratados de los apóstoles o los escritos de los
profetas, según el tiempo lo permita.
Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de
amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan
admirables.
Después nos levantamos todos a la vez y recitamos; preces; y a
continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias,
se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia fervorosamente
preces y acciones de gracias, y el pueblo responde Amén; tras de lo
cual se distribuyen los dones sobre los que se ha pronunciado la
acción de gracias, comulgan todos, y los diáconos se encargan de
llevárselo a los ausentes.
Los que poseen bienes de fortuna y quieren, cada uno da, a su
arbitrio, lo que bien le parece, y lo que se recoge se deposita ante
el que preside, que es quien se ocupa de :repartirlo entre los
Huérfanos, y las viudas, los que por enfermedad u otra causa
cualquiera pasan necesidad, así como a los presos y a los que se
hallan de paso como huéspedes; en una palabra, él es quien se
encarga de todos los necesitados.
Y nos reunimos todos el día del sol, primero porque este día es el
primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las
tinieblas y la materia; y también porque es el día en que Jesucristo,
nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos. Le crucificaron, en
efecto, la víspera del día de Saturno, y al día siguiente del de
Saturno, o sea el día del sol, se dejó ver de sus apóstoles y
discípulos y les enseñó todo lo que hemos expuesto a vuestra
consideración.
........................
El Espíritu profético
* "Ahí está la obra de Dios, decir las cosas antes que acontezcan
y mostrarse luego lo acontecido tal como fue predicho"
(·Justino-san, 1 Apología 12,10; s. II).
El Espíritu, autor de la profecía
* "Hubo, pues, de entre los judíos profetas de Dios, por medio de
los cuales el espíritu profético anunció anticipadamente los
acontecimientos por venir" (S. Justino, 1 Apología 31,1; s. II).
Los profetas, instrumentos de la profecía
* "Porque sabido es que el Espíritu que moraba en los profetas,
os ungía y establecía los reyes" (S. Justino, Diálogo con Trifón 52,3;
s. II).
El Padre Dios y el Espíritu profético
* "(palabras) por las que entenderéis cómo el Espíritu Santo
profético llama Señor a Cristo y cómo el Señor, Padre del universo
le levanta de la tierra" (S. Justino, Diálogo con Trifón 32,3; s. II).
El Espíritu profético y el Logos revelador
* "Ahora, que los que profetizan no son inspirados por otro
ninguno, sino por el Verbo divino, aun vosotros, como supongo,
convendreéis en ello" (S. Justino, 1 Apología 33,9; s. II).
* "pues El era y es el Verbo que está en todo, y El fue quien por
los profetas predijo lo por venir y quien hecho (hombre) de nuestra
naturaleza, por sí mismo nos enseñó estas cosas" (S. Justino, 2
Apología 10,8; s. II).
* "Así, pues, los judíos que piensan haber sido siempre el Padre
del universo quien habló a Moisés, cuando en realidad le habló el
Hijo de Dios, que se llama también mensajero y embajador suyo,
con razón son reprendidos por el Espíritu profético y por el mismo
Cristo de no haber conocido ni al Padre ni al Hijo" (S. Justino, 1
Apología 63,14; s. II).
* "A El y al Hijo que de El vino y nos enseñó todo esto, y al ejército
de los otros ángeles buenos que le siguen y le son semejantes y al
Espíritu profético, le damos culto y adoramos, honrándolos con
razón y verdad, y enseñando generosamente a quien quiera
saberlo, lo mismo que nosotros hemos aprendido" (S. Justino, 1
Apología 6,2; s. II).
* "Cuando el Espíritu profético habla en persona de Cristo, se
expresa así: Yo extendí mis manos a un pueblo que no cree y que
contradice, a los que andan por camino no bueno (Is 65,2). Y de
nuevo: Puse mis espaldas a los azotes...(Is 50,6-8)" (S. Justino, 1
Apología 38,1-2; s. II).
El Espíritu y la encarnación de Cristo
* "(Eva concibió de la serpiente y dio a luz la desobediencia); mas
la virgen María concibió fe y alegría cuando el ángel Gabriel le dió la
buena noticia de que el Espíritu del Señor vendría sobre ella y la
fuerza del Altísimo la sombrearía, por lo cual, lo nacido de ella,
santo, sería Hijo de Dios; a lo que respondió ella: 'Hágase en mí
según tu palabra'" (S. Justino, Diálogo con Trifón 100,5; s. II).
* "(José no debía abandonar a María, su mujer) diciéndole el
ángel que se le apareció cómo lo que ella llevaba en su seno era
obra del Espíritu Santo" (S. Justino, Diálogo con Trifón 78,3; s. II).
* "Y fué así que el mensajero que de parte de Dios le fue enviado
por aquél tiempo a la misma virgen, le dió la buena noticia
diciéndole: 'Mira que concebirás en tu vientre, del Espíritu Santo, y
darás a luz un hijo y se llamará Hijo del Altísimo, y le pondrás por
nombre, Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados'. Así
nos lo han enseñado los que consignaron los recuerdos todos
referentes a nuestro Salvador Jesucristo, y nosotros les hemos
dado fe, puesto que el Espíritu profético, como ya hemos indicado,
dijo por el citado Isaías que le engendraría" (S. Justino, 1 Apología
33,5-6; s. II).
* "Ahora bien, sabemos que fue Cristo al Jordán, no porque
tuviera necesidad del bautismo ni de que sobre El viniera el Espíritu
(Santo) en forma de paloma, como tampoco se dignó nacer y ser
sacrificado porque lo necesitara, sino por amor del género humano
que había caído desde Adán en la muerte y en el error de la
serpiente, cometiendo cada uno el mal por su propia culpa" (S.
Justino, Diálogo con Trifón 88,4; s. II).
* "Y entonces fue cuando por causa de los hombres, como antes
dije, voló sobre El, el Espíritu Santo en forma de paloma, y
juntamente vino del cielo una voz, la misma que fue dicha por medio
de David, cuando en persona del mismo Padre dice lo que éste
había de decir a Cristo: 'Hijo mio, eres tú, yo te he engendrado' " (S.
Justino, Diálogo con Trifón 88,8; s. II).
* "... daba a entender que Cristo había de lavar en su sangre a
los que creyeron en El. Porque vestido de El llamó el Espíritu Santo
a los que por El han recibido la remisión de sus pecados, y El les
asiste siempre por su virtud y manifiestamente les asistirá en su
segunda venida" (S. Justino, Diálogo con Trifón 54,1; s. II).
* "Porque lo que el Espíritu divino llama por el profeta 'su vestido'
son los hombres que creen en El, en los que mora la semilla que de
Dios procede, que es el Verbo" (S. Justino, 1 Apología 32,8; s. II).
El Espíritu Santo y el bautismo
* "Luego los conducimos a sitio donde hay agua, y por el mismo
modo de regeneración con que nosotros fuimos también
regenerados, son regenerados ellos, pues entonces toman en el
agua el baño en el nombre del Padre y Soberano del Universo y de
nuestro Salvador Jesucristo y del Espíritu Santo" (S. Justino, 1
Apología 61,3).
* "Y el iluminado se lava también en el nombre de Jesucristo, que
fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo,
que por los profetas nos anunció de antemano todo lo referente a
Jesús" (S. Justino, 1 Apología 61,13).
El Espíritu Santo y la eucaristía
* "Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente ósculo de
paz. Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece el pan y un
vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al
Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el (del) Espíritu
Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos
concedido estos dones que de El nos vienen. Y cuando el
presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo
el pueblo presente aclama diciendo: ¡amén!" (S. Justino, 1 Apología
65,2-3; s. II).
* "Y por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor de
todas las cosas por medio de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu
Santo" (S. Justino, 1 Apología 67,2).
El Espíritu en el hombre
* "Luego, me dijo, es que tiene nuestra inteligencia una fuerza tal
y tan grande, o comprende más bien por medio de la sensación? O
es que la inteligencia humana será jamás capaz de ver a Dios, sin
estar adornada del Espíritu Santo?" (S. Justino, Diálogo con Trifón
4,1; siglo II).
Véase, Padres Apologistas griegos (s. II), Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid 1954.
_________________________________________________
·Atenágoras, _Súplica-en-favor-crs de los cristianos II,6:
"Si, pues, Platón no es ateo por entender que el artífice del
Universo es un solo Dios increado, tampoco lo somos nosotros por
saber y afirmar al Dios por cuyo Verbo todo ha sido fabricado y por
cuyo Espíritu es todo mantenido".
Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,7:
"Ahora bien, vosotros mismos, que por vuestra inteligencia y por
vuestra piedad hacia lo de verdad divino sobrepasáis a todos,
diríais que es irracional adherirse a opiniones humanas,
abandonando la fe en el Espíritu de Dios, que ha movido como a
instrumentos suyos, las bocas de los profetas".
Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,9:
"Y pienso que vosotros, que sois amiguísimos del saber e
instruidísimos, no sois ajenos a los escritos de Moisés ni a los de
Isaías y Jeremías y de los otros profetas, que, saliendo de sus
propios pensamientos, por moción del Espíritu divino, hablaron lo
que en ellos se obraba, pues el Espíritu se servía de ellos como un
flautista que sopla en la flauta".
Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,10:
"Y a la verdad, el mismo Espíritu Santo, que obra en los que
hablan proféticamente, decimos que es una emanación de Dios,
emanando y volviendo, como un rayo de sol. ¿Quién, pues, no se
sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre
y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la
unidad y su distinción en el orden?.
Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,24:
"Y nosotros, hombres que tenemos la presente vida por de corta
duración y de mínima estima, que nos dirigimos por el solo deseo de
conocer a Dios verdadero y al Verbo que de el viene -cuál sea la
comunicación del Padre con el Hijo, qué cosa sea el Espíritu, cuál
sea la unión de tan grandes realidades, cuál la distinción de los así
unidos, del Espíritu, del Hijo y del Padre...".
Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,24:
"...afirmamos a Dios, y al Hijo, Verbo suyo y al Espíritu Santo,
identificados según el poder, pero distintos según el orden: al
Padre, al Hijo y al Espíritu, porque el Hijo es inteligencia, verbo y
sabiduría del Padre, y el Espíritu emanación como luz del fuego".
_________________________________________________
De las homilías de san Asterio de Amasea, obispo (Homilía 13: PG
40, 355-358. 362):
Si queréis emular a Dios, puesto que habéis sido creados a su
imagen, imitad su ejemplo. Vosotros, que sois cristianos, que con
vuestro mismo nombre estáis proclamando la bondad, imitad la
caridad de Cristo.
Pensad en los tesoros de su benignidad, pues, habiendo de venir
como hombre a los hombres, envió previamente a Juan como
heraldo y ejemplo de penitencia, y, por delante de Juan, envió a
todos los profetas, para que indujeran a los hombres a convertirse,
a volver al buen camino y a vivir una vida fecunda.
Luego, se presentó él mismo, y clamaba con su propia voz: venid
a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. ¿Y
cómo acogió a los que escucharon su voz? Les concedió un pronto
perdón de sus pecados, y los liberó en un instante de sus
ansiedades: la Palabra los hizo santos, el Espíritu los confirmó, el
hombre viejo quedó sepultado en el agua, el nuevo hombre floreció
por la gracia. Y qué ocurrió a continuación? El que había sido
enemigo se convirtió en amigo, el extraño resultó ser hijo, el profano
vino a ser sagrado y piadoso.
Imitemos el estilo pastoral que empleó el mismo Señor;
contemplemos los evangelios, y, al ver allí, como en un espejo,
aquel ejemplo de diligencia y benignidad, tratemos de aprender
estas virtudes.
Allí encuentro, bosquejada en parábola y en lenguaje metafórico,
la imagen del pastor de las cien ovejas, que, cuando una de ellas se
aleja del rebaño y vaga errante, no se queda con las otras que se
dejaban apacentar tranquilamente, sino que sale en su busca,
atraviesa valles y bosques, sube a montañas altas y empinadas, y
va tras ella con gran esfuerzo, de acá para allá por los yermos,
hasta que encuentra a la extraviada.
Y, cuando la encuentra, no la azota ni la empuja hacia el rebaño
con vehemencia, sino que la carga sobre sus hombros, la acaricia y
la lleva con las otras, más contento por haberla encontrado que por
todas las restantes. Pensemos en lo que se esconde tras el velo de
esta imagen.
Esta oveja no significa, en rigor, una oveja cualquiera, ni este
pastor es un pastor como los demás, sino que significan algo más.
En estos ejemplos se contienen realidades sobrenaturales. Nos dan
a entender que jamás desesperemos de los hombres ni los demos
por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro,
ni seamos remisos en ayudarlos, sino que cuando se desvían de la
rectitud y yerran, tratemos de hacerlos volver al camino nos
congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre
de los que siguen viviendo justa y piadosamente.