Gentileza
de http://www.iidh.ed.cr/siii/index_fl.htm
para la
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IDEOLOGÍA POLÍTICA
I.
Concepto
Es
uno de los conceptos más debatidos, complejos y relativos a las ciencias
sociales. Por eso se trata de una voz de difícil aplicación teórico-analítica.
Si bien es utilizada en la mayoría de las disciplinas que conforman el grupo de
las ciencias sociales, han sido la sociología y la ciencia política sus
mayores usuarias. La polisemia del término ha sido determinante en la
construcción de diversas aproximaciones científicas. No obstante, ellas han
sido susceptibles de una agregación dicotómica básica entre una noción
neutra y una visión negativa del término, veamos:
II.
Tipologías
La
diferenciación establecida por Norberto Bobbio1, entre un
significado que él llama débil, conceptualiza la ideología como un conjunto
de ideas y valores concernientes al orden político cuya función es guiar los
comportamientos políticos colectivos. Esta es la acepción más consensuada del
término. Por otro lado, en su significado fuerte, este autor italiano se apoya
en la noción marxista según la cual la ideología remite a la falsa conciencia
determinada por las relaciones de dominación existentes entre las clases
sociales. Según los sociólogos Abercrombie, Hill y Turner, el concepto de
ideología ha sido utilizado en tres sentidos importantes2:
primero, como tipos específicos de
creencias, segundo, como una creencia falsa o distorsionada (visión marxista)
y, tercero, como un conjunto de creencias que abarcan el conocimiento científico,
la religión y las creencias cotidianas sobre las conductas apropiadas, sin
importar si son verdaderas o falsas.
A. Primer significado
Así,
en el primer sentido diferenciado por estos autores, la noción de ideología es
coincidente con el significado débil que Bobbio le asigna al término. En esta
visión prima una dimensión de carácter sistémico en donde la ideología es
“un conjunto de ideas y valores concernientes al orden político”3 o
“un cuerpo apretado de creencias organizadas alrededor de unos pocos valores
centrales”4.
Este ha sido el sentido más acogido por la ciencia política y la sociología
occidentales contemporáneas y con él se ha abordado el estudio de las
determinantes de las corrientes ideológicas principales. Desde que Destutt de
Tracy definió el concepto de ideología como un conjunto de ideas y creencias
en el siglo XIX, los estudios comparados sobre el desarrollo del comportamiento
ideológico de los actores individuales y colectivos y las interpretaciones de
los
sistemas políticos
y de las creencias, han abundado. Bajo esta aproximación se ha teorizado y
analizado la fuerza y la vigencia de sistemas ideológicos tales como el
comunismo, el facismo y los nacionalismos, principalmente. El auge y la copiosa
producción alrededor del significado, el alcance y el impacto de las ideologías
ha generado un interminable debate sobre la validez del conocimiento científico
sobre este concepto y ya en varias ocasiones ha llevado al controvertible
argumento de la terminación o el fin de las ideologías. Según Stoppino,
fueron precisamente la multiplicidad de usos particulares dados al concepto y la
proclividad al dogmatismo y al doctrinarismo las razones principales para la
derivación del tema de la “declinación de las ideologías”5. Politólogos
contemporáneos como Daniel Bell, Raymond Aron y Seymour M. Lipset, participaron
activamente en esta caprichosa discusión, argumentando el peligro de esta
heterogeneidad para la preservación de la libertad a la que finalmente se llegó
después de tantas luchas y sacrificios. Fueron, y siguen siendo, muchos los
contradictores de esta postura. Sus críticas principales se resumen en la
idea-fuerza de que el hombre siempre requerirá de una utopía que motive su
actuación y guíe su comportamiento político futuro. Además se ha insistido
en que mientras persistan los problemas estructurales resultantes del
desequilibrio y la asimetría socio-económica, ni siquiera en las sociedades en
donde los conflictos ideológicos son mayores, la ideología podrá desaparecer.
Más bien, en aquellos casos en donde se dan agudos conflictos por causa de las
discrepancias en el pensamiento político, las ideologías se transforman y
reaparecen con nuevos elementos que reflejan el cambio de pensamiento de los
actores. Alrededor de esta línea argumental han girado las críticas
principales a la idea del fin de las ideologías. Según Stoppino, los críticos
principales han sido Mills, Meynaud, Horowitz, La Palombara y Harrington.
A
finales de la década de los años ochenta a raíz de la crisis del socialismo,
volvió a tomar fuerza la argumentación de que con el fin de la historia las
ideologías también entraban en una crisis severa6. Las críticas
al audaz argumento de Fukuyama, retomando los cuestionamientos previos a las
ideas de Bell y de Lipset, señalaron críticamente con razón que estos
planteamientos reflejaban una nueva ideología, plagada de retos e interrogantes
concomitantes con el surgimiento de un nuevo sistema mundial caracterizado por
la globalización y la interdependencia de los principales procesos
estructurales de la postmodernidad (la tecnificación, la secularización, el
auge del mercado, la supranacionalización...). Esto en un ámbito de
desradicalización y despolarización ideológica.
B.
Segundo significado
El
otro gran significado de la ideología es el que se fundamenta en la postura
marxista clásica en virtud de la cual, las ideas y las teorías socialmente
determinadas por las relaciones de dominación entre las clases sociales –la
posición clase– generan la existencia de una falsa conciencia que lleva a
visiones erróneas sobre el modo de producción capitalista. Según esta
significación, el carácter de la ideología está determinado por los arreglos
económicos de la sociedad. Esto implica a su vez que los componentes subjetivos
de la superestructura (la religión, los valores, las ideas, las doctrinas...),
así como la pertenencia a una clase social, son las principales determinantes
de la falsa conciencia. Es exactamente esta confusión la que, según la
interpretación de la visión marxista y hegeliana que de la ideología hace
David Robertson, lleva a las visiones erróneas de que la versión capitalista
de la realidad es inevitable y verdadera7. El problema
de la mediación empírica de este enfoque es muy difícil de abordar con datos
poco objetivos. La demostración tangible de la existencia de las distorsiones
se dificulta sobremanera cuando es evidente que la base económica de los
intereses de clase altera el conocimiento. El establecimiento de las formas de
definir lo que es una falsedad es algo tan subjetivo, que la verificación
correspondiente también se vuelve muy relativa y poco creíble. Esta duda, según
Stoppino, le da pie a la existencia del nexo entre falsedad y función social de
la ideología y lleva a plantear el cruce que Pareto creó, por un lado, entre
la falsedad y la veracidad y, por el otro, entre la eficacia y la ineficacia de
las doctrinas y su correspondiente motivación8.
Por lo anterior, resulta importante tener claro que la ideología como falsa
motivación explica el carácter posible de las creencias que interpretan y
justifican las diversas relaciones de
poder
que esconden otras motivaciones y factores determinantes de las relaciones de
poder
que son impredecibles y que por ende crean severos retos investigativos y
cognitivos para obtener explicaciones satisfactorias. Esto último es lo que le
abre el camino al énfasis en el estudio empírico de las determinantes de la
falsedad ideológica de las creencias políticas.
C. Tercer significado
El
tercer significado de ideología que diferencian los tres sociólogos ingleses
citados atrás, ve entonces este concepto como un conjunto de elementos
(conocimiento científico, religión, creencias cotidianas, etc.) sin importar
de si son falsas o verdaderas. Su base determinante está en la sociología del
conocimiento. Se enfatiza el determinismo social de todas las creencias sin
priorizar lo económico o lo político, lo cual se ha prestado para criticar
este enfoque, también por subjetivo, en la medida en que resulta difícil
establecer la falsedad o veracidad de las creencias. Asimismo, los cultivadores
de la hermeneútica consideran que es incorrecto hablar de factores sociales
causantes de las creencias.
Los
debates contemporáneos, según Abercrombie y Belsie9, han
fusionado este enfoque con la visión marxista ya contemplada. Según ellos, ya
no se acogen tanto las explicaciones basadas en el determinismo económico y en
la aceptación de que la ideología es independiente de la clase social y de la
estructura económica. Se insiste en que las ideologías no son las meras ideas
de las personas, sino que son un producto intelectual que incorpora sus ideas.
También se argumenta, según estos autores, que las ideologías no son ideas
sino prácticas irreflexivas cotidianas. Por último, se plantea que el discurso
de las personas, entendido como el dominio estructurado del lenguaje limitado
por el pensamiento, es lo que constituye la ideología.
El
comienzo de este nuevo milenio caracterizado por el advenimiento e imposición
de la globalización y de la economía de mercado en donde las comunicaciones y
la tecnología se han revolucionado sustancialmente, es un indicio claro de que
la ideología no sólo no desaparecerá como concepto fundamental para la
reflexión filosófica en las ciencias sociales, sino que seguirá retando la
capacidad reflexiva y científica del hombre del siglo XXI.
Bibliografía:
Abercrombie, N., Hill S., y Turner B.: Dictionary of Sociology, Londres, 1988.
Arendt, Hannah: The Origins of Totalitarism, Harcourt, New York, 1951.
Bobbio, Norberto y
Matteucci, Nicola: Diccionario de la Política,
México, 1982.
Friedrich, Carl y Brzezinski Zbigniew: Totalitarian Dictorship and Autocraty, Praeger, New York, 1965.
Fukuyama, Francis: El
fin de la historia y el último hombre, Editorial Planeta, Buenos Aires,
1992.
Putnam, Robert: The Beliefs of Politicians