La educación, ¿en qué valores?
Educar
en valores resulta una expresión más indeterminada que el "bonus pater familias"
romano. Al fin y al cabo, todos intuimos que un buen padre de familia ejerce la
autoridad sin autoritarismo, procura el bienestar físico, psicológico y
espiritual de los suyos, tiene capacidad de sacrificio para el logro de tal fin,
y gobierna su familia en orden al bien. Sin embargo, educar en valores resulta
un término ambiguo, porque dependerá de qué valores sean los que marquen la
línea educativa y cuáles sean las escalas de valoración. Decir que educamos en
valores, resulta tan vacío como afirmar que tenemos un proyecto político
progresista, o que luchamos por la paz y la libertad...
Porque en palabras de Santo Tomás, educar es "conducir al hombre al
estado de virtud". Es decir, conducir al educando en el sentido de la
justicia, la prudencia y la templanza en el juicio, y en la búsqueda de la
Verdad que le permite ubicarse en la vida. Acompañarle en el camino que responda
a sus interrogantes vitales básicos: quién soy yo, dónde voy, cuál es el sentido
de mi vida. Porque sólo desde el suelo de las certezas vitales es posible
construir certezas morales. La realidad antropológica nos permite conocer y
explotar las infinitas potencialidades de nuestra naturaleza humana. La
inquietud intelectual nos hace convertirnos en unos "curiosos" con voluntad de
avanzar en el camino de la Verdad. El control de nuestra voluntad nos convierte
en señores de nosotros mismos en lugar de esclavos de nuestros deseos pasajeros.
Y más. Sólo el seguimiento de Cristo resucitado es Camino de Esperanza,
Verdad y de Vida. Todo lo demás es "basura", en términos de San Pablo.
Por eso, resulta complicado entender por qué párrocos y educadores católicos se
empeñan en "esconder" a Cristo resucitado a cambio de predicar
solidaridad, tolerancia o justicia social.. En el fondo, los cristianos seguimos
siendo multimillonarios que vivimos como menesterosos...
Porque Cristo no anula los valores de la solidaridad y la justicia
social. Al contrario, los engrandece. De la misma forma que la religión no anula
al hombre, sino que le ensalza, le ofrece su verdadera dimensión porque responde
a nuestros verdaderos anhelos. Porque nuestro corazón está hecho para el amor
infinito y no se contenta con mediocridades contingentes. Sólo Dios es
capaz de colmar las ansias profundas del corazón del hombre. "Nos hiciste Señor
para Tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Tí", decía San
Agustín.
Pero la Iglesia adolece de una "fe débil", como denuncia el prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger. Y esa fe débil
es la que conduce a párrocos y educadores católicos a adoptar la nueva religión
laica de los valores. Unos valores a los que se les ha arrancado voluntariamente
la trascendencia en un nuevo intento de endiosar al hombre. Es el
antropocentrismo renacentista resucitado en Naciones Unidas en su intento de
construir una religión sincrética y universal.
Las fundaciones Ford y Rockefeller y las agencias de la ONU se han
sumado con un entusiasmo digno de mejor causa a este proyecto de "educación en
valores", que en el fondo pretende educar sin Dios... y, por tanto, sin
valores. Por cierto, qué casualidad que quienes promueven esta educación en
valores sean los puntales de la cultura de la muerte...
Veamos un ejemplo. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ha lanzado
un programa de "Educación en valores" dirigido a las 650 escuelas públicas de
Buenos Aires. Según la agencia Notivida, el programa "Iguales, pero
diferentes" consiste en cinco vídeos en los que se presentan distintos tipos de
familia, se fomenta la aceptación de la diversidad, la erradicación de la
discriminación y la construcción nacional desde el pluralismo.
Sin duda, un plan ambicioso, que se quedará a medio camino. ¿Contemplará el
modelo familiar del single, el que ha decidido vivir consigo mismo? ¿Y el modelo
de aquel que vive con su fiel gato a quien le deja toda su herencia? Seguramente
las autoridades educativas no habrán contado con la poligamia ni con la
poliandría, pero resulta bastante común... Si se educa en libertad, pluralismo y
no discriminación, ¿por qué marginar estos modelos familiares? Sin duda, se
trata de unos carcas que no han terminado de entender el término "tolerancia" en
su dimensión más amplia...
Como tampoco ha entendido el valor de la "diversidad" el programa de educación
sexual impulsado por la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina y
presentado ante la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por la diputada
Juliana Marino. El proyecto "educativo" ensalza las bondades de la
masturbación y de la homosexualidad, pero se olvida del amor entre generaciones
y del amor entre especies. ¿Por qué esa marginación? ¿Acaso tiene más valor una
relación homosexual que la relación con mi gata? ¿Por qué marginar a quienes
impulsados desde el amor paternal deciden desvirgar a sus hijas?
Dice el proyecto gay-lésbico del país austral que los valores no deben de
transmitirse por coerción, respetando la diversidad de valores en sexualidad.
Pero, yo sinceramente, observo cierto conservadurismo en unas posiciones
burguesas y capitalistas que tratan de imponerse sobre quienes de verdad creemos
en la diversidad, la tolerancia, la libertad y el amor libre...
Luis
Losada Pescador