Hijo
del Hombre
EnciCato
En el Antiguo Testamento, "hijo de hombre" es traducido en los setenta como:
(1) Un sinónimo poético de hombre, o como el hombre ideal, v.g. "Dios no es un
hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para arrepentirse" (Números 23, 19).
"Bendito el hombre que esto hace y el hijo de hombre que a esto se agarra"
(Isaías 56, 2). "Sea tu mano sobre el hombre de tu diestra, y sobre el hijo de
hombre a quien confirmaste como tuyo" (Salmo 79, 18).
(2) El profeta Ezequiel es nombrado por Dios como "hijo de hombre" más de
noventa veces, v.g. "Hijo de hombre, ponte de pie que voy a hablarte" (Ezequiel
2, 1). Este uso está reservado a Ezequiel, excepto un pasaje de Daniel en donde
Gabriel dice: "Atiende, hijo de hombre, que la visión es del fin de los tiempos"
(Daniel 8, 17).
(3) La gran visión de Daniel después de la aparición de las cuatro bestias,
leemos: "Seguía yo en la visión nocturna, y un como hijo de hombre vino sobre
las nubes del cielo, que llegó hasta el Anciano de muchos días y fue presentado
ante éste. Y él le dio poder, gloria y reino, y todos los pueblos, naciones y
lenguas le sirvieron, y su poder es un poder eterno que no acabará, y su reino
no será destruido" (7, 13 ss.).
La persona que aparece aquí como hijo de hombre es considerada por muchos no
católicos como una representación del reino mesiánico, pero nada hay en contra
de tomar el pasaje para representar, no solo el reino mesiánico, sino por
excelencia el rey mesiánico. En la explicación, versículo 17, las cuatro bestias
son "cuatro reyes" (Versión Revisada), no "cuatro reinos", como traduce la
Versión Defendida, aunque también parecen significar cuatro reinos, pues las
características de los reinos orientales se identificaban con las de sus reyes.
De forma que cuando se dice en el versículo 18: "Pero los santos del altísimo
tomarán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos", el rey ya no es
rechazado como en el caso de las cuatro bestias. El "hijo de hombre", tal como
aparece aquí, fue pronto considerado como el Mesías, en el Libro de Henoc, donde
la expresión se usa casi como un título mesiánico, aunque buena parte de los
argumentos de Drummond apoyan que todavía aquí no es usado como tal título, sin
que se le oponga el hecho de que fuese considerado el Mesías. Digamos también
que en tiempo de Cristo no fue muy extensamente, si no en absoluto, conocido
como un título mesiánico.
El empleo de la expresión en los Evangelios es de destacar. Se usa para designar
a Jesucristo ochenta y una veces – treinta veces en San Mateo, catorce veces en
San Marcos, veinticinco veces en San Lucas y doce veces en San Juan.
Contrariamente a lo que ocurre en los Setenta, aparece en todas partes con el
artículo, como “ho huios tou anthropou”. Los especialistas en griego coinciden
en que la traducción correcta es "el hijo de hombre", no "el hijo del hombre".
La posible ambigüedad puede ser una de las razones de por qué nunca o rara vez
lo encontramos en los primeros Padres griegos como un título de Cristo. Pero lo
más destacable en relación con "el Hijo de Hombre" es que solo es pronunciado
por boca de Cristo. Nunca es empleado por los discípulos o evangelistas, ni por
los primeros autores cristianos. Solo una vez lo encontramos en los Hechos,
cuando San Esteban exclama: "Veo los cielos abiertos, y al Hijo de Hombre de pie
a la derecha de Dios" (7, 55). Esto indica que era una expresión bien conocida
de los discípulos de Cristo. Aunque fue tan frecuentemente empleado por Cristo,
los discípulos prefirieron algún título más honorífico, y no lo encontramos en
absoluto ni en San Pablo ni en las otras Epístolas. San Pablo quizás usa algo
equivalente cuando llama a Cristo el segundo o último Adán. Los autores de las
Epístolas, sin embargo, probablemente desearon evitar la ambigüedad griega
aludida.
La expresión es de Cristo, a pesar de los fútiles intentos de algunos
racionalistas alemanes y de otros para mostrar que Él no la podría haber usado.
No fue inventada por los autores de los Evangelios, para los cuales no parece
ser un título favorito, pues nunca se lo dan a Cristo directamente. No fue nunca
deducida por ellos de lo que es considerado como una falsa interpretación de
Daniel, puesto que aparece en las primeras manifestaciones del ministerio
público, donde no hay referencia a Daniel. La objeción de que Cristo no la podía
haber usado en arameo, porque la única expresión similar era “bar-nasha”, que
entonces solo significaba "hombre" – habiendo perdido “bar” en aquel tiempo su
significado de "hijo" – no es de mucho peso. Poco es conocido del arameo hablado
en Palestina en tiempo de Cristo, y, como Drumond señala, la palabra podía tener
un significado especial por el énfasis con que era pronunciada, incluso si
“bar-nasha” había perdido su significado primario en Palestina, lo cual no se ha
probado definitivamente. Como el mismo autor muestra, había otras expresiones en
arameo que Cristo podía haber empleado con el mismo fin, y Sanday sugiere que
ocasionalmente Él podía haber hablado en griego.
Los primeros Padres eran de la opinión que la expresión fue usada sin
rebajamiento y para mostrar la naturaleza humana de Cristo, y esto es muy
probable, considerando la temprana aparición del docetismo. Esta es también la
opinión de Cornelius a Lapide. Otros, como Knabenbauer, piensan que Él adoptó un
título que no hiciese sombra a sus enemigos, y que cuando el tiempo pasase,
fuese capaz de ser aplicado para cubrir su identidad mesiánica – incluyendo todo
lo que había sido predicho del hombre representativo, el segundo Adán, el siervo
sufriente de Yahvé, el rey mesiánico.
Jésus Messie et Fils de Dieu (Paris, 1906); ROSE, Studies on the Gospels (London,
1903), DRUMMOND, The Jour. of Theol. Studies, Il (1901), 350, 539; HARTL, Anfang
und Ende des Titels "Menchensohn" in Bibl. Zeitschrift (Freiburg, 1909), 342.
C. AHERNE
Transcrito por Scott Anthony Hibbs
Traducido al español por Antonio Ramírez Climent