Octava
EnciCato
I. Origen
Es el número siete, y no el ocho, el que desempeña el papel principal en la
heortología judía y el que domina el ciclo del año. Cada séptimo día es un
sabbat; el séptimo mes es sagrado; el séptimo año es un año sabático. El Año del
Jubileo era determinado por el número siete multiplicado por siete; la Fiesta de
los Ázimos duraba siete días, lo mismo que la festividad de la Pascua Judía;
siete veces siete días después de ésta era la fiesta de Pentecostés; la Fiesta
de los Tabernáculos duraba siete días, al igual que contabilizaron siete los
días de asamblea (Willis, "Worship of the Old Covenant", 190-1; "Dict. of the
Bible", s.v. Feast and Fasts, I, 859). Sin embargo, el octavo día, sin tener la
importancia simbólica del séptimo día, también tuvo su función. El octavo día
era el día de la circuncisión (Gen 22,4; Lev 12, 3; Lc 1,59; Hch 7,8; etc.). La
fiesta de los Tabernáculos, que, como se mencionó, duraba siete días, era
sucedida al octavo día por una solemnidad que puede ser considerada como una
octava (Lev 23,36.39; Num 29, 35; 2 Esd ó Neh 8,18); el octavo día era el de
ciertos sacrificios (Lev 14,10.23; 15,14.29; Num 6,10). Fue también el octavo
día en el que concluyeron la fiesta de dedicación del Templo bajo Salomón y su
purificación bajo Ezequías. Ni las ogdoad (ocho deidades relacionadas con la
creación) de los egipcios ni fantasías numéricas similares de otros pueblos
tuvieron influencia en la liturgia cristiana. La afirmación de Gavantí en el
sentido de que la costumbre de celebrar la octava de las fiestas data de los
días de los Apóstoles carece de pruebas (Thesaurus sacr. rit., 31 sq.). Al
principio, las festividades cristianas no tenían octavas. El domingo, que en
cierta forma se puede considerar la primera fiesta cristiana, cae en el séptimo
día; las fiestas de la Pascua Cristiana y Pentecostés, que junto con el domingo
son las más antiguas, son como una sola fiesta de cincuenta días. Originalmente
la fiesta de la Navidad, también muy antigua, no tenía octava. En el siglo IV,
cuando la idea primitiva de la fiesta de los cincuenta días del tiempo pascual
empezó a perderse, le fueron dadas octavas tanto a la Pascua como a Pentecostés.
Posiblemente al principio ésta fue solo una costumbre bautismal, los neófitos
permanecían en una especie de retiro gozoso desde la Pascua o Pentecostés hasta
el siguiente domingo. Además el domingo que caía en octavo día después de la
Pascua y Pentecostés venía a ser como una conclusión natural de la festividad de
los siete días tras esas dos fiestas. Por lo tanto, la octava se pudo en cierto
modo haber desarrollado por sí misma. Si esto fue así, podemos decir que
contrariamente a la opinión de que los cristianos tomaron prestada de los judíos
la idea de la octava, esta costumbre creció espontáneamente en suelo cristiano.
Aún así, debe decirse que la primera octava cristiana conocida de la historia es
la dedicación de las iglesias de Tiro y Jerusalén, bajo Constantino, y que estas
solemnidades, en imitación a la dedicación del Templo judío, duraron ocho días
(Eusebio, "De vita Constant"., III, xxx sq.; Sozomeno, "Hist. eccl.", II, xxvi).
Este festejo pudo haber ejercido influencia en la adopción de la octava por los
cristianos. A partir del siglo IV la celebración de octavas se menciona con
mayor frecuencia. Aparece en las Constituciones Apostólicas, en los sermones de
los Padres y en los Concilios ("Const. Apost.", VIII, xxxiii; V, xx; Augustine,
"De div. temp.", i; "Ep.", lv, 32, 33 etc.; "Peregrinatio Etheriæ", ed.
Gamurrini, p. 100; cf. Cabrol, "Etude sur la Peregrinatio", París, 1895, pp. "Concil
. Matisc. II", ii; "Concil. In Trullo", lvi).
II. Celebración de Octavas en tiempos antiguos y modernos
La liturgia de la octava llegó a su forma actual de manera gradual. En el primer
periodo, esto es, del siglo IV al VI o incluso el VII, parece habérsele dedicado
poca atención a la variación de la fórmula litúrgica de los ocho días. Los
sacramentarios de Gelasio y San Gregorio no hacen mención de que los días formen
parte de la fórmula; en el octavo día se repite el oficio de la fiesta. La dies
octava es efectivamente hecha más prominente por la liturgia. El domingo
siguiente a la Pascua (esto es, domingo in albis) y el octavo día de la Navidad
(hoy, la Circuncisión) son tratados por la liturgia como días de fiesta desde
muy temprano. Ciertas octavas estaban consideradas como días de privilegio en
los cuales estaba prohibido trabajar. Los tribunales y los teatros cerraban ("Cod.
Theod.", XV, tit. v de spect. leg. 5; IX, de quæst. leg. 7; "Conc. Mog", 813, c.
xxxvi). Después de que la Pascua, Pentecostés y Navidad recibieron octavas, la
tendencia fue tener una octava para todas las fiestas solemnes. Eteria
(religiosa española del siglo VII, autora de Itinerario) habla de la fiesta de
la Dedicación (cf. Cabrol, op. cit., pp. 128-9). Teodomar, un contemporáneo de
Carlomagno, habla sólo de las octavas de la Navidad y de la Epifanía, pero no
debe concluirse que ignoraba las de Pascua y Pentecostés que eran más
celebradas. La práctica de tener octavas para las fiestas de los santos no
parece haber sido anterior al siglo VIII y aún entonces era propia de los
latinos. Desde el siglo IX se hace más frecuente. Los capitulares de Carlomagno
hablan de las octavas de Navidad, Epifanía y Pascua. Amalarius, después de
mencionar las cuatro octavas de Navidad, Epifanía, Pascua y Pentecostés, nos
dice que era costumbre en su tiempo celebrar las octavas de las fiestas de San
Pedro, San Pablo y otros santos "quorum festivitas apud nos clarior habetur . .
. . et quorum consuetudo diversarum ecclesiarum octavas celebrat" (De eccl.
offic., IV, xxxvi). En el siglo XIII esta costumbre se extendió a muchas otras
celebraciones bajo la influencia de los franciscanos, quienes ejercieron una
influencia preponderante en la formación del Breviario moderno (Bäumer-Biron,
"Hist. du Breviaire", II, 31, 71, 199). Las fiestas franciscanas de San
Francisco, Santa Clara, San Antonio de Padua, San Bernardino, etc. tenían sus
octavas. En el tiempo de la reforma del Breviario (Breviary of St. Pius V, 1568)
fue considerada la cuestión de regular las octavas. Se distinguieron dos clases
de octava, las de Nuestro Señor y las de los santos y la dedicación. En la
primera categoría se distinguen las fiestas principales -- Pascua y Pentecostés
-- , las cuáles tenían octavas especialmente privilegiadas y las de Navidad,
Epifanía y Corpus Christi, las cuáles estaban privilegiadas (la octava de la
Ascensión no gozaba de privilegio) Octavas cuya ocurrencia era rara; y las
fiestas cuya fecha cambiaba, son llamadas privilegiadas. Las octavas de los
santos eran tratadas casi como la de la Ascensión. Esta clasificación ocasionó
la aplicación de cierto número de rúbricas, los detalles de las cuáles pueden
encontrarse en Bäumer-Biron, op. cit., II, 199-200. Para los cambios
introducidos bajo León XIII , cf. ibid., 462, igual que para las rúbricas del
Breviario. Bajo OCTAVARIUM ROMANUM hay una descripción del intento de Gavantí
por proporcionar un oficio más variado para las octavas.
Los griegos también admitieron hasta cierto punto la celebración de octavas en
su liturgia. Sin embargo, debemos ser cuidadosos para no confundir, como se hace
frecuentemente, la apódosis de los griegos con la octava. Aun cuando tiene el
mismo origen que la octava latina, la apódosis difiere de la octava en esto, que
ocurre algunas veces en el día octavo y algunas en el quinto, cuarto o noveno
(ver Pétrides en "Dict. d'archéol. et de liturgie chrét." s.v. Apodosis).
AMALARIUS, De eccles. officiis, IV, xxxvi, Micrologus, xliv, in P.L., CLI, 1010;
ZACCARIA, Onomasticon, 61, IDEM, Bibliotheca ritualis, II, 414; DRESSER, De
festis diebus christianorum et ethnicorum (Würzburg, 1588); GRANCOLAS,
Commentarius hist. in brev. rom. (Venice, 1734), 137; HOSPIAN, Festa
Christianorum hoc est de origine, progressu, cæremoniis et ritibus (Zurich,
1593), 26; HITTORP, De div. cath. eccl. officis et myseriis (Paris, 1610) 486 sq.;
GAVANTI, Thesaurus sacror. rituum cum adnot. merati, II, 31 sq.; GUYEUS,
Heortolgia (Urbino, 1728) 113 sq.; PITTONUS, Tractatus de octavis festorum quæ
in ecclesia universali celebrantur (Venice, 1739); MARTÈNE, De antiq. eccles.
rit. (ed. 1788), III, xxv, n. 1, pp. 188 sqq.; BÄUMER-BIRON, Hist. du Bréviaire,
II (Paris, 1893), 199 etc.; DUCHESNE, Christian Worship, Its Origin etc. (London,
1904) 287.
FERNAND CABROL
Transcrito por Wm Stuart French, Jr.
Dedicado a Theresa Gloria Roberts French
Traducido por EMG