Ofertorio
EnciCato
(Offertorium)
El rito por el cual el pan y el vino se presentan (se ofrecen) a Dios antes de
ser consagrados, y las oraciones y canto llano que lo acompañan.
I. HISTORIA
La idea de esta santificación preparatoria de la sustancia del sacrificio
ofreciéndola a Dios es muy antigua y constituye un elemento importante de toda
liturgia Cristiana. En el período más antiguo no tenemos evidencia de nada
excepto la presentación del pan y el vino en tanto son requeridos, antes de la
oración de Consagración. Justino Mártir dice: “Entonces se llevan pan y una copa
de agua y vino al presidente de los hermanos” (I Apol., lxv, cf, lxvii). Pero
pronto la colocación de la ofrenda en el altar fue acompañada por una súplica
para que Dios aceptara estos regalos, los santificara, transformándolos en el
Cuerpo y Sangre de su Hijo, y nos diera en retorno la gracia de la Comunión. La
Liturgia de “Apost. Const.” VIII, dice: “Los diáconos traen las ofrendas al
obispo en el altar… (xii, 3-4). Esta oración silenciosa es indudablemente una
oración de Ofertorio. Pero una modificación posterior en el Oriente ocasionó una
de las diferencias características entre las liturgias Romana y Oriental. Todos
los ritos Orientales (y los antiguos Galicanos) preparan la ofrenda antes de
comenzar la Liturgia. Esta ceremonia (proscomidia) es especialmente esmerada en
los ritos Bizantino y sus derivados. Tiene lugar en la mesa de creencia. El pan
y el vino son dispuestos, divididos, incensados; y se dicen sobre ellos muchas
oraciones implicando la idea de un ofertorio. Las ofrendas se dejan allí y son
llevadas al altar en procesión solemne al comienzo de la Liturgia de los Fieles.
Esto no deja espacio para otro ofertorio luego. Sin embargo, cuando se colocan
en el altar se dicen oraciones por el celebrante y una letanía por el diácono
que repite la idea del ofertorio. Roma solo ha conservado la antigua costumbre
de un ofertorio y de preparar las ofrendas cuando se desean al comienzo de la
Misa de los Fieles. Originalmente en este momento el pueblo presentaba pan y
vino que eran recibidos por los diáconos y colocados por ellos en el altar.
Vestigios de la costumbre se mantienen en una Misa papal y en Milán. El oficio
del vecchioni en la catedral de Milán, a menudo citado como una peculiaridad
Ambrosiana, es en realidad una adición Romana que trastorna el orden del antiguo
rito Milanés.
Originalmente las únicas oraciones del Ofertorio Romano eran las secretas. El
Sacramentario Gregoriano contiene solamente la rúbrica: “deinde offertorium, et
dicitur oratio super oblata” (P.L. LXXVIII, 25). La Oración super oblata es la
Secreta. Todas las antiguas secretas expresan claramente la idea de ofertorio.
Eran dichas silenciosamente por el celebrante (de ahí su nombre) y así no se
introducen por el Oremus. Esto corresponde a la usanza más antigua mencionada en
la “Apost. Const.”; su razón es que mientras tanto el pueblo canta un salmo (el
canto llano del Ofertorio). En la Edad Media, en tanto que la presentación
pública de las ofrendas por el pueblo había desaparecido, parecía existir un
vacío en este momento que fue llenado por nuestras oraciones de Ofertorio
actuales (Thalhofer, op. Cit. abajo, II, 161). Por largo tiempo estas oraciones
fueron consideradas una devoción privada del sacerdote, como la preparación al
pie del altar. Son una adición del Norte (posteriormente Galicana), no parte del
antiguo Rito Romano, y al principio no estaban escritas en los misales. El
Micrologo dice: “El orden Romano no señala oración alguna después del Ofertorio
antes de la Secreta” (cxi, P.L., CLI, 984). Menciona las oraciones posteriores
al Ofertorio como un “orden Galicano” y dice que las mismas ocurren “no por
alguna ley sino como una costumbre eclesiástica”. Las oraciones del Ofertorio
medieval varían considerablemente. Fueron establecidas en Roma hacia el siglo
catorce (Ordo Rom. XIV, 53, P.L. LXXVIII, 1165). Las actuales oraciones Romanas
fueron compiladas a partir de varias fuentes, Galicanas o Mozárabes. La oración
“Suscipe sancte pater” aparece en el libro de oraciones de Carlos el Calvo
(875-877); “Deus qui humanæ substantiæ” es modificada a partir de una Colecta de
Navidad en el Sacramentario Gregoriano (P.L., LXXVIII, 32): “Offerimus tibi
Domine” y “Veni santificator” (fragmento de un viejo Epiklesis, Hoppe, “Die
Epiklesis”, Schaffhausen, 1864, p. 272) son Mozárabes (P.L. LXXXV, 112). Antes
del Misal de Pío V estas oraciones estaban a menudo precedidas por el título
“Canon minor” o “Secretella” (como amplificaciones de la Secreta). El Misal de
Pío V (1570) las imprimió en el Ordinario. Desde entonces las oraciones que
conocemos forman parte de la Misa Romana. Las ideas expresadas en ellas son
obvias. Solamente puede observarse que las dos expresiones: “hanc immaculatam
hostiam” y “calicem salutaris” anticipan dramáticamente el momento de la
consagración, como lo hace el Himno Querúbico Bizantino.
Mientras se hace el Ofertorio el pueblo (coro) canta un verso (el Ofertorio en
el sentido de un texto para ser cantado) que forma parte del Propio de la Misa.
Tal canto llano no es mencionado en “Apost. Const.”, VIII, pero puede suponerse
sin duda como la razón por la que el celebrante allí también ora
silenciosamente. Esto es mencionado por San Agustín (Retract., II, xi, P.L.
XXXII, 63). El Ofertorio fue una vez el salmo completo con una antífona. Por la
época del Antifonario Gregoriano el salmo había sido reducido a unos pocos
versos solamente, que siempre se dan en ese libro (e.g., P.L., LXXVIII, 641).
Así también el Segundo Ordo Romano: “Canitur offertorium cum versibus” (ib.,
972). Durandus observa con desaprobación que en su tiempo los versos del salmo
se dejan fuera (Rationale, IV, 26). Ahora solamente se canta la antífona,
excepto en los requiem. Se toma del salterio, u otro libro de la Biblia, o a
menudo es un texto no Bíblico. Se refiere en alguna forma a la fiesta o motivo
de la Misa, nunca al ofrecimiento del pan y el vino. Solamente el requiem ha
conservado un ofertorio más largo con un verso y la repetición de la última
parte de la antífona (el texto es no Bíblico).
II. USO ACTUAL
En Misa Mayor, tan pronto como el celebrante ha entonado el Oremus seguido por
ninguna oración, el coro canta el Ofertorio. Cuando han terminado prosigue un
intervalo hasta el Prefacio que puede (cuando el órgano es permitido) llenarse
por música del órgano o en cualquier tiempo cantando algún himno o canto llano
aprobado. Entretanto, el celebrante dice primero el canto llano del Ofertorio.
El corporal ha sido extendido sobre el altar durante el credo. El subdiácono
lleva el cáliz vacío y la patena con la hostia de la mesa de creencia al altar.
El diácono entrega la patena y la hostia al celebrante. El la toma y alzándola
dice la oración: “suscipe sancte Pater”. Al final hace un signo de la cruz con
la patena sobre el altar y desliza la hostia desde ésta al corporal. Poco
después se da la patena al cuidado del subdiácono hasta que se requiera
nuevamente para la fracción. El diácono vierte vino en el cáliz, el subdiácono
agua, que es primero bendecida por el celebrante con la forma: “Deus qui humanæ
substantiæ”. El diácono entrega el cáliz al celebrante, quien, alzándolo, dice
la oración: “Offerimus tibi Domine”. El diácono también extiende su mano derecha
sobre el pie del cáliz y dice esta oración con el celebrante – un recordatorio
de la antigua idea de que el cáliz está bajo su cuidado. El celebrante hace el
signo de la cruz con el cáliz y lo coloca de pie detrás de la hostia en el
corporal. El diácono lo cubre con la palia. El celebrante, inclinándose, sus
manos juntas y descansando sobre el altar, dice la oración: “In spiritus
humilitatis”; levantándose dice el “Veni sanstificator” haciendo el signo de la
cruz sobre las ofrendas a la palabra benedic. Luego se inciensa el altar y sigue
el Lavabo. El uso del incienso en este punto es medieval y no originalmente
Romano (vestigio del incienso en la procesión Galicana de las ofrendas?). El
Micrologo observa que el orden Romano utiliza incienso en el Evangelio, no en el
Ofertorio, pero admite que en su época (siglo once) las ofrendas son incensadas
casi por todos. (De Exxl. Observ., IX). Finalmente, después del Lavabo el
celebrante en la mitad del altar, levantando la vista y luego inclinándose, dice
la oración “Suscipe sancta Trinitas” que resume la idea del Ofertorio. Siguen el
Orate fratres y oraciones secretas.
En Misa rezada, las partes del diácono y subdiácono son conducidas parcialmente
por el servidor y parcialmente por el mismo celebrante. No hay incienso. En
misas de difuntos no se bendice el agua, y el subdiácono no sostiene la patena.
Los Dominicos todavía preparan el ofrecimiento antes que comience la Misa. Esta
es una de sus peculiaridades Galicanas y así vuelve a la Proscomidia Oriental.
Los Misales Milanés y Mozárabe han adoptado el Ofertorio Romano. El canto
gregoriano que lo acompaña se denomina Sacrificio en Toledo.
DURANDUS, "Rationale divinorum officiorum", IV, 26-32; DUCHESNE, "Origines du
culte chretien" (Paris, 2nd ed., 1898), 165-167; 194-199; THALHOFER, "Handbuch
der katholischen Liturgik", II (Freiburg, 1890); GIHR, "Das heilige Messopfer "(Freiburg,
1897), 458-508; Eng. tr. (St. Louis, 1908), 494-551; RIETSCHEL, "Lehrbuch der
Liturgik", I (Berlin, 1900), 376-378.
ADRIAN FORTESCUE
Transcrito por Tony de Melo
Traducido por Daniel Reyes V.