San
Pío X
EnciCato
(Giuseppe Melchiorre Sarto)
Nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus
padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un
cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a
Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de
latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo
cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto,
caminando de ida y vuelta diariamente. En 1850 recibió la tonsura de manos del
Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en
el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de
los clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años
fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del
párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su
conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el
derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la
educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador,
constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos. En 1867
fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de
Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento
del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad
hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una
epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la
instrucción religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la
catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual
y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo
posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción
religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario
capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese
entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su
principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el
seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año,
teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a
muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”;
a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La
administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887
celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio
ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces
como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su
ministerio en Salzano. En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893,
León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el
consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia,
conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El
Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión
de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el
exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el
Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y
panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a
los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número
de sedes vacantes creció a treinta. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo
regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la
categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos,
motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no
fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el
cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en
Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer
la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió
el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció
el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio
cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos
Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico
Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la
bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla
conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda
impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se
reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue
elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo
lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.
En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de
trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in
Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la
defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se
dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción
frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr.
S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la
obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o
incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante
el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera
Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran
la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905
se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos
Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados. El
quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada
Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María
(Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la
coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de
San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple
capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor
de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu
Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el
auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que
los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la
supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15,
1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a
los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello
reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la
impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas,
y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la
Diócesis de Roma.
Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de
acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio
28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación
de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre
los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un
espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica.
En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados
regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había
estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del
Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no
podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las
sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y
deficientes, fueron cerrados.
Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de
la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó
instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto
administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que
podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la
celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de
afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre
18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración
temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves
dificultades.
Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza
de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario
de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos
teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo,
por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad
objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con
una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del
Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado
también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones
modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las
Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles,
mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del
Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907,
apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del
Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en
relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y
disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional;
y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las
perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el
establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un
“Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum
Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las
disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de
León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el
sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como
canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas
eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar
los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”.
Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las
Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909)
y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el
Modernismo Reformista fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia
es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X
deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la
garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en
consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el
Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.
Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con
la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una
congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal,
sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo
el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas
prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a
la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las
nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad
limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti
Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias
e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la
Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La
característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos
judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos
departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más
equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3),
Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de
Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron
revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los
casos del fuero interno (conciencia). Las Congregaciones permanecieron casi como
estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada
al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de
Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría
que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los
asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a
la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los
cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada
Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó
grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que
eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda
perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones
religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas
las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes
departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes
suburbicarias.
La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años
del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la
mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía
nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas.
León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial;
Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel
de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta
materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de
diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu
Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde
la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó
especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo
y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.
Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”,
la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante,
inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905)
provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes
uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la
eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando,
ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas
fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente
Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani.
También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un
giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los
peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge
apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a
mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.
En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener
luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión
“Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo
referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del
presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción
de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en
pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones
diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había
sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una
constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su
naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin
prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta
de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las
asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de
Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin
buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre
los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”,
escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal
interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X
elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto
cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así
como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado
las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa.
Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran
buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la
categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a
Centroamérica.
Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando
un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones
del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una
nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su
generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de
Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al
momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron
para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción
de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción
del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos
años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la
doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo
tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de
carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y
explícito.
U. BENIGNI
Transcrito por David M. Cheney
Dedicado a Ceil Holman (1907-1996), mi abuela.
Traducido por Salvador Gómez Contreras
En el centenario de la elección de Giuseppe Sarto como Papa (Agosto, 1903-2003).