Tipologías, para conocernos mejor
Sabemos que las tres facultades del
ser humano son inteligencia, voluntad y sentimiento. Cada uno las
posee en mayor o menor medida. Es obvio que no estamos todos
igualmente dotados en inteligencia y capacidad de raciocinio. Hay
personas más activas y resolutivas que otras. No todos somos
iguales en capacidad de amar y de sentir.
Pero hay además un matiz relevante:
cada persona posee una facultad en mayor grado que las demás. En
cada uno existe una facultad predominante, por la que sobresale.
Y la consecuencia es que cada
facultad resulta distinta según sea dominante o dominada. Es más,
la facultad que predomina matiza a las otras. De esta
forma, el individuo alcanza una coherencia interna y aúna sus tres
potencias como base de un determinado temperamento.
Por supuesto, son muchos los factores
que inciden y conforman la personalidad de cada individuo y otros
tantos los condicionantes que se suman a nuestra libertad para
explicar el comportamiento de cada día. Por ello las tipologías
resultan puramente orientativas.
Nos explican en todo caso el
temperamento de una persona, una parte importante de su carga
genética, el sustrato natural, los cimientos de una personalidad
que luego van a labrar la educación, el entorno y la trayectoria
vital del individuo. Que todos somos fruto, o víctima según se
mire, de nuestra propia historia.
Hablamos pues de arquetipos, de
patrones, no de individuos. Sin ánimo determinista.
Afortunadamente, la singularidad de cada persona es la que hace
inmensamente rico y variopinto al género humano.
REFLEXIVO + responsable +
sensible
El primer tipo corresponde a
una persona que posee la inteligencia en mayor grado que su
voluntad y su sentimiento. Dominando la razón, esta persona podría
calificarse como primordialmente REFLEXIVO o racional.
Se deja guiar por la razón. Resulta
precavido, previsor, prudente, ya que tiende a pensar antes de
actuar. Es más analítico que intuitivo. De personas así se dice
que son de función secundaria, porque su reacción no es automática
ni impulsiva.
Llega a formular sus conclusiones
mediante una rigurosa lógica. Y cuando ha fijado sus criterios, se
gobierna por ellos y resulta metódico, sistemático, detallista, en
su intento de cumplir con exactitud los principios y ser
consecuente con ellos.
Suele establecer normas de conducta
en cada circunstancia, reglas que se exige a sí mismo y por las
que tiende a juzgar a los demás con cierto rigor. El deber se
convierte en norte de su existencia. Su actividad, mayor o menor,
está marcada por el sentido de la responsabilidad. Actúa por
convicción.
Como su razón influye también en su
sentimiento, no se permite efusiones incontroladas, por lo que no
resulta fácil descubrir su emotividad interior. La apariencia de
frialdad esconde posiblemente una exquisita sensibilidad. Peca
quizás de susceptible.
Podría considerarse tímido,
introvertido, reservado. No le es fácil ni cómodo establecer
rápidamente una íntima comunicación, pero es muy correcto en su
trato.
consciente + ACTIVO
+ entusiasta
El segundo tipo se configura a partir
de un predominio de la voluntad, que le lleva a ser especialmente
ACTIVO o ejecutivo.
Tiende a realizar rápida y
eficazmente cuanto se propone. Le preocupa más el resultado que la
forma de conseguirlo. No es que crea que el fin justifica los
medios, pero sí que el objetivo logrado justifica todo el derroche
de energías y la tenacidad empleados. Como contraste, el tipo
reflexivo se centraría en el modo de hacer la tarea, confiando en
que poniendo los medios se consiga el resultado
previsto.
Apenas se planifica previamente, pero
sobre la marcha reconduce su actuación, las veces que sea preciso,
para hacerla eficaz y fructífera. La razón le sirve sobre todo
para analizar qué está pasando, para ser consciente de la
situación en cada momento.
Es persona que se nutre de unas pocas
pero fundamentales ideas, por las que se guía en su esforzado
quehacer de cada día. Son ideas raíces que acaso ha madurado en
experiencias anteriores. Su tenacidad puede confundirse a veces
con terquedad. Pero es pragmático y tiene en realidad poco apego a
sus propias ideas, desde el momento que está dispuesto siempre a
cambiarlas por otra mejor. Es más bien innovador, nada
conservador.
De función primaria, reacciona con
rapidez de reflejos, es impulsivo, intuitivo más que analítico.
Su versión del sentimiento es el
entusiasmo, que le da fuerzas para acometer con tesón y constancia
sus actividades. Perdona y olvida con facilidad. Puede resultar
agresivo e incluso incorrecto en su trato. No requiere
exquisiteces ni tiende a prodigarlas. Sus modales serán a veces
bruscos, suele gesticular mientras habla.
Es extravertido, tiene facilidad para
la comunicación, pero la utiliza para sus fines. Suele ser jovial,
franco, pero no se entretiene demasiado en la relación personal.
Es como si no tuviera tiempo para ello, puesto que la actividad le
reclama.
comprensivo +
generoso + AFECTIVO
Centra su atención este tipo de
persona sobre la vertiente humana y personal de la vida. La
hegemonía de la facultad del sentimiento le lleva a tratar de
compatibilizar el amor de sí mismo con el amor a los demás y la
amistad.
En cuanto se refiere al propio amor,
se orienta a la búsqueda de satisfacciones tanto de orden físico
como psíquico. Tiende a la comodidad, se consiente con facilidad
lo que le apetece, rehuye todo exceso en el esfuerzo. En una
palabra, se quiere bien y considera que éste es el primer derecho
del ser humano y su principal deber.
Su segunda dimensión es el afecto a
los demás, que le lleva a cultivar la amistad y la convivencia. Le
gusta dialogar, disfruta estando en compañía de otros. Tiende a
comunicarse con todos. Son muy importantes para él las relaciones
interpersonales. Quiere lo mejor para los que le rodean. Desea
agradar y agradece las buenas intenciones y los gestos amigables
que tienen con él. Es sociable, amable, generoso.
Su extraversión es evidente.
Transmite afabilidad, cordialidad. No esconde nada, denota cuanto
le afecta. En este sentido puede decirse que es de función
primaria.
Su inteligencia, al servicio del
sentimiento, le hace ser observador y comprensivo. Y de tal forma
que sabe evitar los conflictos y confrontaciones personales y
conciliar a quienes no se entienden bien. Reconoce y acepta el
punto de vista de los demás. Todo ayuda en él para ser moderador
social, para integrar y cohesionar al grupo en el que
vive.
La persona afectiva vive y disfruta
en lo posible cada momento, se reafirma en el presente viviéndolo
intensamente. Contrasta en esta actitud con el tipo reflexivo que
cada día prepara y condiciona el mañana. Y con el tipo activo, que
sacrifica el día de hoy para lograr un mejor mañana.
La
constitución del individuo
El análisis que acabamos de
desarrollar en base al predominio e influencia de las facultades
del ser humano, encaja en gran medida con una serie de teorías de
psicología diferencial que parten de la constitución del
individuo, suscritas por Hipócrates, Kretschmer, Sheldon o Wallen,
entre otros.
Su investigación complementa el
esquema descrito, dándole forma física a cada uno de los tipos
analizados.
Los individuos reflexivos se
corresponderían con los biotipos asténicos o
cerebrotónicos. Son personas delgadas, de hombros
estrechos, cuello largo, cabeza pequeña. Sus manos son largas y
huesudas. Sobresalen sus huesos por escasear en músculos y
grasa.
Los activos cuadran con los
atléticos o somatotónicos. Son personas fuertes, de
hombros anchos y rectos, mediano cuello y cabeza grande. Sus manos
son recias y duras. Poseen una gran constitución ósea.
En tercer lugar, los afectivos
encajan con los pícnicos o viscerotónicos. Son
personas más bien gruesas, de hombros curvados, cuello corto y
cabeza ancha y redonda. Sus manos son amplias y carnosas.
Predomina la adiposidad.
La tesis del jesuita Roldán aplica
estos biotipos al terreno de la ascética y defiende la
clasificación de sus tres hagiotipos:
los deontotónicos,
personas que se rigen por el deber, que quieren cumplir y desean
que cumplan también los demás;
los praxotónicos, que ponen
su empeño en la acción, en las buenas obras;
los agapetónicos, que se
centran en la caridad y las buenas relaciones
interpersonales.
Las
relaciones interpersonales
Resulta interesante aplicar estos
esquemas a nuestro entorno más próximo. ¿Cómo es él o ella? ¿cómo
soy yo? Y actuar en consecuencia, teniendo en cuenta quién es el
destinatario y quién es el remitente. Habría que conocer los
matices que lleva nuestro mensaje y vislumbrar cómo va a ser
acogido. Hay que partir de una objetiva percepción de uno mismo y
completarlo con el conocimiento de los puntos fuertes y débiles
del otro.
Los extremos se atraen. No hay
suficiente cruce de efluvios entre personas que se tienen por
vistos en el espejo de cada día. La pareja suele formarse con
personas de distinto temperamento, diferentes en gran medida,
aunque en el fragor del enamoramiento nos llamemos
eufemísticamente personalidades complementarias. Cumplimos así con
el deber de enriquecer la especie.
La convivencia de personas de
temperamentos contrastados puede resultar muy interesante, como
fuente cotidiana de sorpresas y nuevos descubrimientos. Pero
también puede desembocar en un conflictivo desencuentro y producir
continuas chispas.
Pero la vida en común, cuando la
brújula de la pareja señala permanentemente hacia el amor, termina
por limar muchas diferencias en gustos y actitudes, e incluso,
pasados los años, mostrando sorprendentes semejanzas
físicas.