Las teorías X e Y de McGregor
A Douglas McGregor
(1906-1964), psicólogo social, profesor de Harvard, se le
considera principal promotor de las formas democráticas en la
empresa. Basándose en los estudios sobre motivación de Maslow,
publica en 1960 su libro “El lado humano de la empresa”. El
interés de sus ideas trasciende el entorno empresarial y se
extiende a todos los ámbitos de la vida.
PRINCIPIOS DE LA TEORÍA
X
La teoría X, según
McGregor, recoge los principios tradicionales. De acuerdo con
ellos, la Dirección de la empresa debe dirigir al personal,
estimularlo y recompensarlo, controlarlo de continuo y corregir
y castigar su comportamiento siempre que sea preciso.
Tras estos
principios se esconde toda una concepción del hombre: la gente
es indolente por naturaleza, tiende a trabajar lo menos posible,
no le gustan los cambios, va a lo suyo, le importa muy poco la
organización, no quiere responsabilidades, se le puede manipular
con cierta facilidad…
Si la gente es
así, el directivo se verá obligado a controlar de cerca toda su
labor. Ahora bien, deberá ejercer esta estrecha supervisión por
las buenas, con mano izquierda, persuadiendo, y recurriendo sólo
a la mano derecha, donde está la vara, cuando el empleado no
atienda a razones o se haga el remolón. Como decía Roosevelt:
“habla con suavidad y lleva un garrote en la mano”.
Los teóricos X
conocen no obstante sus problemas. Con el enfoque suave la gente
pide cada vez más a cambio de dar cada vez menos. Con el enfoque
duro, la fuerza genera fuerza y reduce la producción.
PRINCIPIOS DE LA TEORÍA
Y
Douglas McGregor
establece otros principios bien distintos, bajo el paraguas de
teoría Y. La misión de los directivos empresariales es la de
implantar unas condiciones de trabajo que permitan que el
personal pueda alcanzar sus objetivos personales al orientar sus
esfuerzos hacia los objetivos de la organización.
Esto se traduce en
hacer partícipes a los empleados en la marcha de la empresa, en
una comunicación transparente de resultados, en delegar
responsabilidades, concertando objetivos y concediendo autonomía
en los medios, etc. Supone la puesta en práctica de todas las
buenas doctrinas del estilo de mando participativo, el trabajo
en equipo, retribución por objetivos, el enriquecimiento de las
tareas, el desarrollo curricular de los recursos humanos, entre
muchas otras recientemente investigadas.
Una dirección
comprometida con la teoría Y parte de la base de la confianza en
el ser humano. Los subordinados no son pasivos y negligentes por
naturaleza, si se vuelven vagos es por su mala experiencia en
distintas empresas. No hay que confundir como causa lo que es
sólo efecto de una deficiente organización. Es responsabilidad
de la dirección hacer posible que los empleados desarrollen sus
capacidades y se impliquen personalmente en sus tareas.
McGregor no
defiende su teoría Y como una panacea, porque exige muchos
conocimientos y dosis creativas en los propulsores de tales
estructuras laborales. El directivo compartirá la toma de
decisiones con su equipo, sin que esto suponga abdicación de
autoridad. En caso necesario, habrá de ejercer el mando con
ecuanimidad e inteligencia, sin permitirse ninguna
arbitrariedad.
LA DIFICULTAD DEL
CAMBIO
Hay que reconocer
que dirigir bien una organización es algo mucho más complejo que
la simpleza de decir aquí mando yo.
Las dificultades
de implantación de la nueva teoría Y se acrecientan al tratar de
hacerlo en un entorno muy castigado por la teoría X. La gente se
ha habituado a ser dirigidas y controladas en las
organizaciones. Y se ha acomodado a tareas limitadas, que no
aprovechan sus conocimientos, que han desalentado la toma de
responsabilidades, han estimulado la pasividad y han eliminado
el interés inherente al trabajo. Los empleados se han hecho a la
idea de buscar la satisfacción de sus necesidades sociales y
autorrealización en áreas ajenas al trabajo.
El cambio de una
teoría a otra, representa dejar de tratar a las personas como
niños y empezar a tratarlos como adultos maduros.
Pero es
prácticamente imposible convencer a un defensor de la teoría X
para que abdique de sus planteamientos y se pase a la teoría Y.
Porque, efectivamente, si él observa a su personal, comprobará
objetivamente que la gente se comporta tal y como lo define su
teoría. No puede por tanto renunciar a una tesis constatada en
su diaria experiencia.
Por otro lado, sin
embargo, a un directivo que haya plasmado la teoría Y en su
entorno empresarial, le resultan también muy claras las cosas.
Observa a sus colaboradores y comprueba que son responsables,
saben trabajar en equipo, tienen iniciativas y parecen
satisfechos con su trabajo.
Ambas teorías, X e
Y, por paradójico que parezca, quedan demostradas empíricamente.
CONCLUSIONES
Las conclusiones
son escalofriantes. La gente se comporta tal y como se le trata.
Y la forma de tratar a las personas está provocada por lo que se
espera de ellas. Si soy un directivo de teoría X, tendré
empleados X; si soy un directivo de pensamiento Y, mis empleados
serán Y.
Las teorías X e Y
son aplicables en todos los órdenes de la vida. En la familia,
en el círculo de amigos, entre los vecinos, en el bar de la
esquina, en la parroquia o en la comunidad cristiana.
Si pienso X de una
persona, ésta terminará comportándose como X para mí. Si alguien
no me cae bien, tampoco le caeré yo bien al otro. Los desamores
resultan recíprocos. Y también la simpatía, la conexión, el
entendimiento.
Nuestro verdadero
pensamiento se trasluce, aunque tratemos de disimularlo con
palabras. Nos delata quizás la comunicación no verbal, la
gestual, la mirada que es espejo del alma. Somos muy
trasparentes y con sólo el pensamiento somos capaces de provocar
reacciones en el otro.
Si en el fondo
desconfío del comportamiento de una persona, le estaré quitando
razones para actuar de manera distinta. Cría fama y échate a
dormir, para lo malo sobre todo porque otra cosa va a ser
inútil. Si por el contrario, confío en alguien, plenamente, sin
reservas ni reticencias, le estoy obligando a no defraudarme, a
cubrir mis expectativas. Se hace cuesta arriba robar a quien te
deja la llave de su casa.
No es infrecuente
que una misma persona merezca una opinión favorable de una
persona y desfavorable por parte de otra. Y que ambas tengan
razón y aporten experiencias vividas que demuestran
inequívocamente sus contrapuestas opiniones. Actuamos según se
espera de nosotros.
De igual forma,
con frecuencia, somos X para unas personas y somos Y para otras.
Y nos cuesta cambiar de opinión y actitud, ya lo hemos dicho.
Afortunadamente, en el privilegiado entorno de una familia bien
avenida, unos y otros, todos son Y.
Una
última palabra sobre Dios
La concepción
tradicional de un Dios de premios y castigos encaja en la teoría
X. Los hombres son pecadores por naturaleza. Y bastante
limitados. Se hace necesario un decálogo, que luego se amplía en
mil recetas y normas. Hay que vigilar de cerca a la plebe por
medio de buenos tutores, para que no se desmande. Etcétera.
Por suerte,
conforme vamos descubriendo a Dios como Padre nos vamos situando
en una concepción Y del universo. Para Dios, la gente es
bastante avispada. Por eso les ha hecho libres y capaces de ser
buenos, menos buenos o incluso malvados. La gente no necesita
capataces ni más normas que su propia conciencia, heredada de
toda una cultura humana. Etcétera.
Rafael Calvo Beca