Eutanasia o defensa de la vida
y de la dignidad.
Autor:
Óscar Garrido . |
Fuente:
Piensaunpoco.com |
22/10/01 |
De nuevo ha
saltado a los medios el debate sobre la eutanasia. Esta vez el
motivo ha sido la resolución del Alto Tribunal Inglés en contra
de que el marido de una enferma incurable, que sufre una
enfermedad degenerativa, pudiera matarla sin que la justicia
tomara represalias contra él.
Vivimos envueltos en un lenguaje sofista y eufemista que trata de
edulcorar y esconder lo que en realidad hay tras los términos: al
asesinato de un niño en el seno de su madre se le llama
“interrupción voluntaria del embarazo”, y al asesinato
consentido por la víctima enferma se le califica de “suicidio
asistido”. Al ritmo al que van imponiéndose las modas
holandesas, cuando el laboratorio veterinario “amsterdino”
decida experimentar con la legalización de la pena de muerte,
llamarán al “garrote” interrupción voluntaria de la
respiración, y a la “silla eléctrica”, interrupción
voluntaria del sistema cardíaco y cerebral por la exposición
continuada a la red de vatios. Somos extremadamente cínicos e hipócritas,
creo que Bush está considerando propuestas filológicas en este
sentido.
Pero vayamos al tema, en el debate se está hablando del
“derecho a una muerte digna” mientras por otro lado, las
mismas personas que lo defienden niegan el derecho a la vida y a
la vez se autocalifican de “progresistas”. Yo no sé si soy un
poco tontito, pero a mí que me lo expliquen. Los medios nos
bombardean con su dialéctica engañosa y premeditada, y a fuerza
de repetición, acaban anulando nuestro sentido crítico.
Consecuencia: denuncian que las leyes no contemplen el suicidio
como “derecho humano” y a todos nos acaba pareciendo razonable
su protesta.
El concepto de derecho a una muerte digna no es equivalente al de
eutanasia y mucho menos al de suicidio asistido. Este derecho
defiende que un enfermo terminal no tenga que verse obligado a
someterse a procedimientos médicos artificiales y
desproporcionados para alargar un poco una vida que se extingue
sin remedio, y que además puede suponer un gasto económico
considerable para la familia. No es otra cosa que dejar que
sobrevenga la muerte natural, cuando es imposible evitarla, y que
es muy distinto a eliminar la vida. Algunos distinguen entre
eutanasia pasiva (que sería la que contempla el derecho a una
muerte digna) y eutanasia activa (la que produce la muerte
mediante un acto positivo).
Existe el derecho a la vida, pero el derecho a la muerte no es un
derecho como tal, como dice uno de los primeros principios básicos
de la lógica, el principio de no contradicción, "una cosa
no puede ser ella misma y su contraria en el mismo sentido y en la
misma dirección". Como me decía Luis Carlos Rejón,
diputado de Izquierda Unida, en una entrevista que tuve la
oportunidad de hacerle en el Congreso, para que se entiendan las
cosas hay que llevar los casos hasta el absurdo; pues bien, voy a
usar yo sus mismas armas y permitidme un caso análogo llevado al
absurdo: existe el derecho a la inviolabilidad del domicilio, pero
no puede existir el derecho a su violabilidad, yo no puedo dejarme
un día la puerta de mi apartamento abierta y exigir el derecho a
que alguien pase y mangue las joyas de mi esposa.
Otro de los prejuicios que planean sobre el debate de la eutanasia
es el utilitarismo confundiéndolo con "el hacer cosas".
Sólo es útil y tiene valor la persona que hace cosas, y la vida
de una persona que se encuentra postrada o enferma es inútil y no
tiene sentido. Pero la vida humana tiene un valor por sí misma,
que no está en función de lo que pueda o deje de poder hacer.
Conozco a personas que se encuentran postradas en cama o en una
silla de ruedas sin poder moverse, que son conscientes del valor
de su vida y que contagian alegría por donde van, a pesar de sus
mayores o menores dolores. Saben apreciar mejor que nadie cual es
el sentido y el valor de la dignidad y de la vida humana. La
sociedad hedonista en que vivimos, que busca obcecadamente el
placer por el placer, tal vez no tiene la suficiente madurez para
comprender y asumir el dolor cuando llega.
Los defensores de la vida y de la dignidad de la persona no
podemos aprobar la eutanasia activa, ni mucho menos el suicidio
asistido, no podemos dejar imperar la cultura de la muerte que se
cierne amenazante sobre nuestra civilización.
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