DOMINGO
III DE ADVIENTO

Si este domingo coincide con el día 17 de diciembre, la primera y la segunda lecturas se toman del día 17; el evangelio y la homilía son los propios del domingo III.


PRIMERA LECTURA

Del libro de Rut 4, 1-22

La boda

Booz fue a la plaza del pueblo y se sentó allí. En aquel momento pasaba por allí el pariente del que había hablado Booz. Lo llamó:

—Oye, ven y siéntate aquí.

El otro llegó y se sentó.

Booz reunió a diez concejales y les dijo:

Sentaos aquí.

Y se sentaron.

Entonces Booz dijo al otro:

Mira, la tierra que era de nuestro pariente Elimélec la pone en venta Noemí, la que volvió de la campiña de Moab. He querido ponerte al tanto y decirte: «Cómprala ante los aquí presentes, los concejales, si es que quieres rescatarla, y si no, házmelo saber; porque tú eres el primero con derecho a rescatarla y yo vengo después de ti».

El otro dijo:

–La compro.

Booz prosiguió:

–Al comprarle esa tierra a Noemí adquieres también a Rut, la moabita, esposa del difunto, con el fin de conservar el apellido del difunto en su heredad.

Entonces el otro dijo:

—No puedo hacerlo, porque perjudicaría a mis herederos. Te cedo mi derecho; a mí no me es posible.

Antiguamente había esta costumbre en Israel, cuando se trataba de rescate o de permuta: para cerrar el trato se quitaba uno la sandalia y se la daba al otro. Así se hacían los tratos en Israel.

Así que el otro dijo a Booz:

Cómpralo tú.

Se quitó la sandalia y se la dio. Y entonces Booz dijo a los concejales y a la gente:

—Os tomo hoy por testigos de que adquiero todas las posesiones de Elimélec, Kilión y Majlón, con el fin de conservar el apellido del difunto en su heredad, para que no desaparezca el apellido del difunto entre sus parientes y paisanos. ¿Sois testigos?

Todos los allí presentes respondieron:

—Somos testigos.

Y los concejales añadieron:

—¡Que a la mujer que va a entrar en tu casa la haga el Señor como Raquel y Lía, las dos que construyeron la casa de Israel! ¡Que tenga riqueza en Efrata y renombre en Belén! ¡Que por los hijos que el Señor te dé de esta joven tu casa sea como la de Fares, el hijo que Tamar dio a Judá!

Así fue como Booz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diera a luz un hijo. Las mujeres dijeron a Noemí:

—Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos.

Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo:

—¡Noemí ha tenido un niño!

Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.

Lista de los descendientes de Fares: Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz, Booz engendró a Obed, Obed engendró a Jesé y Jesé engendró a David.

 

RESPONSORIO
 
R./ Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. * Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.
V./ Le daré una posteridad perpetua y un trono duradero como el cielo.
R./ Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín, obispo, Comentario sobre los salmos (Sal 118, 81; Sermón 20,1)
 
Me consumo ansiando tu salvación, espero en tu palabra (Sal 118, 81). Bueno es este consumirse, pues indica deseo del bien que aún no se ha conseguido pero la anhela avidísima y vehementísimamente. ¿Y quién dice esto? El linaje elegido, el sacerdocio real, la gente santa, el pueblo de adquisición (1Pe 2,9); y lo dice desde el origen del género humano hasta el fin de los siglos, en aquellos que en su respectivo tiempo vivieron, viven y vivirán aquí deseando el cielo.

Testigo de esto es el anciano Simeón, el cual, habiendo tomado en sus manos al Señor siendo niño, dijo: Ahora, Señor, puedes según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación (Lc 2,29-30). Dios lo había vaticinado que no moriría antes de ver al Cristo Señor (cf. Lc 2,26). El mismo deseo que tuvo este anciano ha de creerse que lo tuvieron todos los santos de los tiempos pasados. De aquí que el mismo Señor dijo a sus discípulos: Muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron (Mt 13,17); de suerte que también de ellos es esta voz: Me consumo ansiando tu salvación.

Luego ni entonces cesó este deseo de los santos, ni cesa ahora hasta el fin de los siglos en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, hasta tanto que venga el Deseado de todas las gentes (Ag 2,8 vulg), como se prometió por el profeta Ageo. Por esto dice el apóstol: Solo me resta la corona de justicia, la cual me dará el Señor, justo juez, en aquel día; y no solamente a mí, sino también a todos los que aman su manifestación (2Tim 4,8). Así, pues, este deseo del que ahora tratamos procede del amor de su manifestación, de la cual dice a sí mismo: Cuando aparezca Cristo, nuestra vida, entonces también vosotros apareceréis juntamente con él, en la gloria (Col 3,4). Luego en los primeros tiempos de la Iglesia, antes del parto de la Virgen, hubo santos que desearon la venida de su encarnación, y en los tiempos actuales, contados a partir desde que subió al cielo, hay santos que anhelan su manifestación o aparición, en la que ha de juzgar a los vivos y a los muertos.

Este deseo de la Iglesia no ha cesado ni por un momento desde el principio de los siglos, ni cesará hasta el fin de ellos, fuera del tiempo en que el Verbo, hecho hombre, permaneció en este mundo tratando con sus discípulos. Por eso, en las palabras del salmo, se oye la voz de todo el cuerpo de Cristo que gime en este mundo: Me consumo ansiando tu salvación, espero en tu palabra. Esta palabra es la promesa. Y es esta la esperanza que hace aguardar con paciencia lo que los creyentes no ven todavía.
 
 

RESPONSORIO
 
R./ He aquí que vendrá el Señor, mi Dios, y todos sus santos con él; aquel día brillará una gran luz, y aguas vivas saldrán de Jerusalén: * el Señor será rey sobre toda la tierra.
V./ He aquí que él vendrá con potencia, y tendrá en su mano el reino, el poder y el dominio.
R./ El Señor será rey sobre toda la tierra.
 
 

(o bien)

 

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 4: PG 70, 802-803)

Cristo es el sol de justicia y la luz verdadera

Cristo es el sol de justicia y la luz verdadera. La sagrada Escritura compara al Bautista con una lámpara. Pues si contemplas la luz divina e inefable, si te fijas en aquel inmenso y misterioso esplendor, con razón la medida de la mente humana puede ser comparada a una lamparita, aunque esté colmada de luz y sabiduría. Qué signifique: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos, lo explica cuando añade: Elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.

Pues hay vías públicas y senderos casi impracticables, escarpados e inaccesibles, que obligan unas veces a subir montes y colinas y otras a bajar de ellos, ora te ponen al borde de precipicios, ora te hacen escalar altísimas montañas. Pero si estos lugares señeros y abruptos se abajan y se rellenan las cavidades profundas, entonces sí, entonces lo torcido se endereza totalmente, los campos se allanan y los caminos, antes escarpados y tortuosos, se hacen transitables. Esto es, pero a nivel espiritual, lo que hace el poder de nuestro Salvador.

Podríamos decir que en otro tiempo a los hombres les estaba vedado el acceso a una vida eximia, y poco trillado el sendero del comportamiento evangélico, pues su alma era prisionera de las apetencias mundanas y terrenas y estaba sometida a los impulsos —impulsos nefandos— de la carne. Mas una vez que se hizo hombre y carne —como dice la Escritura—, en la carne destruyó el pecado, y abatió a los soberanos, autoridades y poderes que dominan este mundo. A nosotros nos igualó el camino, un camino aptísimo para correr por las sendas de la piedad, un camino sin cuestas arriba ni bajadas pronunciadas, sin baches ni altibajos, sino realmente liso y llano.

Se ha enderezado lo torcido. Y no sólo eso, sino que se revelará —dice— la gloria del Señor, y todos verán la salvación de Dios. Ha hablado la boca del Señor. ¿Pero por qué razones o de qué manera dice que va a revelarse la gloria de Dios? Pues Cristo era y es el Verbo unigénito de Dios, en cuanto que existía como Dios y nació de Dios Padre de modo misterioso, y en su divina majestad está por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. El es el Señor de la gloria y hemos contemplado su gloria, gloria que antes no conocíamos, cuando hecho hombre como nosotros según el designio divino, se declaró igual a Dios Padre en el poder, en el obrar y en la gloria: sostiene el universo con su palabra poderosa, obra milagros con facilidad, impera a los elementos, resucita muertos y realiza sin esfuerzo otras maravillas.

Así pues, se ha revelado la gloria del Señor y todos han contemplado la salvación de Dios, a saber, del Padre, que nos envió desde el cielo al Hijo como salvador y redentor. No pudiendo la ley llevar nada a la perfección y como los sacrificios rituales eran incapaces dé purificar los pecados, en Cristo llegamos a la perfección y, libres de toda mancha, se nos hace el honor del espíritu de adopción. Esta gracia que tenemos en Cristo, en cuanto a la finalidad y a la voluntad del depositario, tiene la intención de difundirse a toda carne, es decir, a todos los hombres.

 

RESPONSORIO
 
R./ He aquí que vendrá el Señor, mi Dios, y todos sus santos con él; aquel día brillará una gran luz, y aguas vivas saldrán de Jerusalén: * el Señor será rey sobre toda la tierra.
V./ He aquí que él vendrá con potencia, y tendrá en su mano el reino, el poder y el dominio.
R./ El Señor será rey sobre toda la tierra.

 

ORACIÓN
 
Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del primer libro de las Crónicas 17, 1-15

Vaticinio sobre el hijo de David

En aquellos días, cuando David se estableció en su casa, le dijo al profeta Natán:

«Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, y el arca de la alianza del Señor está debajo de unos toldos». Natán le respondió:

«Anda, haz lo que tienes pensado, que Dios está contigo».

Pero aquella noche recibió Natán esta palabra de Dios:

«Ve a decir a mi siervo David: «Así dice el Señor: No serás tú quien me construya la casa para habitar. Desde el día en que liberé a Israel hasta hoy no he habitado en una casa, sino que he ido de tienda en tienda y de santuario en santuario. Y en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé gobernar a mi pueblo, que me construyese una casa de cedro?».

Pues bien, di esto a mi siervo David:

«Así dice el Señor de los ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para ser jefe de mi pueblo, Israel. Yo he estado contigo en todas tus empresas; he aniquilado a todos tus enemigos. Te haré famoso, como a los más famosos de la tierra; daré una tierra a mi pueblo, Israel, lo plantaré para que viva en ella sin sobresaltos, sin que vuelvan a abusar de él los malvados como antaño, cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel, y humillé a todos sus enemigos; además, te comunico que el Señor te dará una dinastía.

Y cuando te llegue el momento de irte con tus padres, estableceré después de ti un descendiente tuyo, a uno de tus hijos, y consolidaré su reino. El me edificará un templo, y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre, él será para mí un hijo; y no le retiraré mi lealtad, como se la retiré a tu predecesor. Lo estableceré para siempre en mi casa y en mi reino, y su trono permanecerá eternamente».

Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras.

 

RESPONSORIO
 
R./ Yo te he sacado del campo, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel; he estado contigo en todas tus empresas. * Consolidaré tu reino para siempre.
V./ Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono por todas las edades.
R./ Consolidaré tu reino para siempre.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Miqueas, 7 (72: PG 71, 774-775)

Los hombres de fe son los que reciben la bendición
con Abrahán el fiel

Realmente el misterio de Cristo nos colma de estupor, y la excelencia de su bondad para con nosotros supera toda capacidad de admiración. Por eso, el profeta Habacuc, estupefacto ante la economía de la encarnación, se expresa con toda claridad: Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra. Pues el Unigénito, igual por naturaleza a Dios Padre, de rico que era en cuanto Dios se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza, para salvar lo que estaba perdido, consolidar lo débil, vendar las heridas, dar vida a lo muerto, purificar la impureza y honrar con la adopción filial a los que eran siervos por naturaleza. Que todos lo aclamen: ¿Quién como tú, oh Dios? Sí, es bueno hasta el punto de no recordar las injurias y perdonar los pecados del resto de su heredad, bajo cuyo nombre hay que incluir a los creyentes de Israel, ya que la gran mayoría fue a la ruina más completa por negarse a creer.

Y no contuvo su ira como memorial. Fuimos arrojados en Adán, pero recibidos en Cristo. Si por la transgresión de uno —dice— murieron todos, así por la justicia de uno solo vivirán muchos. Cesó de airarse: Porque Dios es misericordioso. En el momento de la conversión, esto es, de la encarnación o, lo que es lo mismo, de la asunción de la naturaleza humana, arrojó simbólicamente al mar los pecados de todos. Y como —dice— prometió a los santos padres Abrahán y Jacob multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, les dará —dice— lo que les prometió. Serán llamados padres de muchas naciones, esto es, no sólo de los descendientes de Israel según la carne, sino también de aquellos que son llamados hijos según la promesa.

Estos son los que, procedentes de la incircuncisión o de la circuncisión forman por la fe una sola unidad espiritual. Pues está escrito: No todos los descendientes de Israel son pueblo de Israel; es lo engendrado en virtud de la promesa lo que cuenta como descendencia. Los hombres de fe son los que reciben la bendición con Abrahán el fiel. Y por bendición puede entenderse la gracia de Cristo, por el cual y en el cual sea dada gloria a Dios Padre en unión del Espíritu Santo por los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO
 
R./ La Escritura, previendo que Dios justificaría a los paganos por la fe, anunció con antelación a Abraham: En ti serán bendecidas todas las naciones. * Por consiguiente, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham que creyó.
V./ Dios dijo a Abraham: Heme aquí, mi alianza está contigo y tú serás padre de una multitud de pueblos.
R./ Por consiguiente, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham que creyó.
 
 

ORACIÓN
 
Escucha, Señor, nuestras plegarias e ilumina las tinieblas de nuestro espíritu con la venida de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Miqueas 4, 1-7

Pueblos numerosos suben al monte del Señor

Así dice el Señor:

«Sucederá al final de los tiempos: El monte del templo estará plantado sobre la cumbre de los montes, y se alzará por encima de los collados; confluirán hacia él las gentes. Irán pueblos numerosos diciendo: "Vamos a subir al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas, porque de Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén".

Defenderá el derecho entre las gentes, enjuiciará a pueblos numerosos y distantes. Fundirán sus espadas para arados, sus lanzas para podaderas; no alzará un pueblo contra otro la espada, ni aprenderán más a hacer la guer.ra..Cada uno habitará bajo sú parra y su higuera sin sobresaltos. Que lo ha`dicho el Señor de los ejércitos».

Todos los pueblos andan cada cual en nombre de su dios; pero nosotros andamos en nombre del Señor, Dios nuestro, por siempre jamás.

«Aquel día —oráculo del Señor —reuniré a los inválftlos, congregaré a los dispersos, a los que afligí. Los inválidos serán el resto, los desterrados se harán un pueblo fuerte. Sobre ellos reinará el Señor en el monte de Sión, desde ahora y por siempre».

 

RESPONSORIO
 
R./ Irán pueblos numerosos diciendo: Vamos a subir al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. * Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.
V./ Viene el Mesías, el Cristo; cuando venga, nos hará saber todas las cosas.
R./ Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Malaquías, 3 (32: PG 72, 330-331)

Vendrá el Señor y su doctrina superará a la ley

Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. Estas palabras proféticas han sido muy oportunamente acomodadas al misterio de Cristo. Dios Padre le hizo para nosotros Emmanuel: justicia, santificación y redención, purificación de toda inmundicia, liberación del pecado, rechazo de la deshonestidad, camino hacia un modo de vivir más santo y digno, puerta de acceso a la vida eterna; por él fueron enderezadas todas las cosas, derrocado el poder del diablo, reencontrada la justicia.

Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. Estas palabras parecen anunciar al Bautista. Pues el mismo Cristo dijo en otro lugar: El es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de mí para que prepare el camino ante ti». Esto mismo lo confirma san Juan cuando interpelaba a los que acudían a él para recibir el bautismo de conversión de esta manera: Yo os bautizo con agua, pero detrás de mí viene uno, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias: él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Fíjate cómo Cristo vino de improviso después de su Precursor: se mantuvo oculto a todos los judíos, apareciendo entre ellos de un modo repentino e inesperado. Decimos que al santo Bautista se le llama «ángel»: no por naturaleza, ya que Juan nació de una mujer, hombre como nosotros, sino porque se le confió la misión de predicarnos y anunciarnos a Cristo, misión típicamente angélica. Juan es «ángel» por su oficio, no por su condición de ángel.

Se dice que entrará en el santuario, bien porque la Palabra se hizo carne y en ella habitó como en un santuario, santuario que asumió del castísimo cuerpo de la santísima Virgen; bien en cuanto hombre perfecto, alma y cuerpo, que según la fe fue formado sin intermediario, por la divina providencia; o sencillamente por santuario se entiende Jerusalén, como ciudad santa y consagrada a Dios; o también la Iglesia de la que Jerusalén era tipo. Por lo demás, su venida o presencia Cristo la promulgó mediante muchas y estupendas obras: Proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo, como está escrito. Entrará, pues, el Señor –dice– a quien vosotros buscáis, los que decís en vuestro apocamiento: ¿Dónde está el Dios de la justicia? Vendrá, pues, y su doctrina superará a la ley, a los símbolos y a las figuras. Y será el mensajero de la alianza, otrora anunciado por boca de Dios Padre. En cierto pasaje de los libros santos se le dice al doctor Moisés: Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande.

Que Cristo es el mensajero del nuevo Testamento, lo atestigua Isaías de esta manera hablando de él: Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada en sangre serán combustible, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: maravilla de Consejero. Consejero indudablemente de Dios Padre.

 

RESPONSORIO
 
R./ El Señor nos enseñará sus caminos y podremos seguir sus senderos. * Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra del Señor.
V./ Desde Sión, esplendor de belleza, Dios resplandece.
R./ Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra del Señor.
 
 

ORACIÓN
 
Señor y Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has transformado en nuevas criaturas, mira con amor esta obra de tus manos y, por la venida de Cristo, tu Unigénito, límpianos de las huellas de nuestra antigua vida de pecado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Miqueas 4,14—5, 7

El Mesías será nuestra paz

Así dice el Señor:

«Por ahora, todavía se junta la tropa, preparan el asedio contra nosotros, golpean con el cetro la mejilla al gobernador de Israel. Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.

Si Asur se atreve a invadir nuestra tierra, a pisar nuestros palacios, le enfrentaremos siete pastores y ocho príncipes, que por la espada dominarán la tierra de Asiria, la tierra de Nimrod por la daga. Y los librará de Asiria cuando invada nuestra tierra, cuando pise nuestras fronteras.

El resto de Jacob será, en medio de numerosos pueblos, como rocío del Señor, como lluvia sobre el verde, que no necesita esperar a los hombres, ni contar con los humanos. El resto de Jacob será, en medio de numerosos pueblos, como un león entre las fieras salvajes, como cachorro en una manada de ovejas, que penetra, pisa y destroza impune».

 

RESPONSORIO
 
R./ Belén, ciudad del Dios altísimo, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyo origen es antiguo, de tiempo inmemorial; se mostrará grande hasta los confines de la tierra. * Y él será nuestra paz.
V./ Dictará la paz a las naciones y su dominio llegará de un mar a otro mar.
R./ Y él será nuestra paz.
 


SEGUNDA LECTURA

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre el salmo 60 (5-6: CSEL 22, 205-207)

Cuando entregare el reino a Dios Padre,
Cristo reinará con los que son reyes

Me darás la heredad de los que veneran tu nombre. Añade días a los días del rey, que sus años alcancen varias generaciones; que reine siempre en presencia de Dios.

La heredad del santo es esta: la vida, la incorrupción, el reino y la coeterna comunión con Dios. Esta heredad no sólo se promete a Israel, sino a los que veneran el nombre de Dios. Son eternos los días del rey: bien porque los santos, al no ser siervos del pecado, poseen la dignidad real según aquello del Apóstol: Ya habéis conseguido el reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos; bien porque, en el presente texto, el mismo profeta es rey o bien porque el que se sienta a la derecha del Padre en el reino eterno debe reinar hasta hacer de sus enemigos estrado de sus pies. Y no es que hasta entonces él no fuese rey, sino que cuando entregare el reino a Dios Padre, Cristo reinará con los que son reyes.

Todo esto me parece que explique cómo a los días del rey puedan añadirse más días, por varias generaciones, mientras él reina para siempre en presencia de Dios. De hecho, el tiempo que él debe reinar hasta hacer de sus enemigos estrado de sus pies, abarca de una a otra generación, porque la generación de entre los muertos sigue a esta generación del nacimiento espiritual; pero el salmo predice además la eternidad del rey, que reina para siempre en presencia de Dios. Pues Cristo es el primogénito de entre los muertos.

De esta nueva generación habla el Señor a los apóstoles con estas palabras: Creedme, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Así pues, Cristo nos muestra el tiempo de esta generación, y hasta que ésta no llegue, siempre cabe la posibilidad de añadir a los días del rey días y años. El, por lo demás, permanecerá en presencia de Dios como rey eterno, una vez que haya elevado a los redimidos a la categoría de reyes del cielo y coherederos de la eternidad, y los haya entregado como reino a Dios Padre.

En este nuevo estado, hechos copartícipes, concorpóreos y conformes con él, libres ya del dominio de la corrupción y de la muerte, y enriquecidos con la plenitud de Dios, añade el espíritu del profeta: ¿Quién de entre ellos irá en busca de tu gracia y tu lealtad? Estas generaciones no carecerán ya de su gracia y de su lealtad, pues en él han sido regeneradas de entre los muertos para la vida y permanecieron en la esperanza de la gloria de Dios; entonces, entregadas por él como reino a Dios Padre, serán recibidas como reyes, totalmente perfectos en la gracia y la lealtad de Cristo, dichosos por haber sido por él redimidos para la vida y admitidos al encuentro con el Padre. Después de lo cual, no se pedirá más a Dios la gracia y la lealtad, enriquecidos como están de la plenitud de Dios.

 

RESPONSORIO
 
R./ El Señor espera para hacernos gracia; por eso se levantará para tenernos compasión, porque el Señor es un Dios justo; * dichosos los que esperan en él.
V./ Se aparecerá a los que lo esperan para su salvación.
R./ Dichosos los que esperan en él.
 
 

ORACIÓN
 
Concédenos Dios Todopoderoso, que la fiesta ya cercana del nacimiento de tu Hijo nos reconforte en esta vida y nos obtenga la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Miqueas 7, 7-13

La ciudad de Dios espera la salvación

Yo miro atento al Señor, espero en Dios, mi salvador; mi Dios me escuchará.

No te alegres, enemiga, de mi desgracia: si caí, me alzaré; si me siento en tinieblas, el Señor es mi luz. Soportaré la ira del Señor, pues pequé contra él, en tanto juzga mi causa y me hace justicia; me conducirá a la luz, y veré su justicia.

Mi enemiga al verlo, se cubrirá de vergüenza, la que me decía: «¿Dónde está tu Dios?». Mis ojos gozarán pronto, viéndola pisoteada como lodo en la calle.

Es el día de reconstruir tu cerca, es el día de ensanchar tus lindes, el día en que vendrán a ti desde Asiria hasta Egipto, del Nilo al Éufrates, de mar a mar, de monte a monte.

El país con sus habitantes quedará desolado en pago de sus malas acciones.

 

RESPONSORIO
 
R./ Yo miro atento al Señor, * espero en Dios, mi salvador.
V./ Espero tu salvación, Señor.
R./ Espero en Dios, mi salvador.


SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 118 (Sermón 11, 4-6: CSEL 62, 234-236)

Cristo es el camino para los que buscan a Dios

El que es santo y teme al Señor no acierta a desear sino la salvación de Dios, que es Cristo Jesús. Le ama, le desea, a él tiende con todas sus fuerzas, fomenta su recuerdo, a él se abre, con él se expansiona, y sólo teme una cosa: perderle. Por eso, cuanto mayor es el deseo del alma ganosa de unirse a su Salvador, tanto más le consume la espera. Y esta consunción, es verdad, produce una disminución de fragilidad, pero opera al mismo tiempo una asunción de la virtud. Por lo cual, el justo después de haber dicho: Mi alma está sedienta de ti, añadió: Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene.

Quien tiene sed, desea estar siempre junto a la fuente y parece no tener otro anhelo y otro deseo que el del agua, cuyo simple contacto le sacia. Cuando tu diestra sostiene mi alma y le comunica algo de su fortaleza, la hace ser lo que no era, hasta el punto de poder decir: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Un ejemplo te demostrará que este desfallecimiento es producido por la gran intensidad del deseo: Mi alma –dice– se consume y anhela los atrios del Señor. Cómo se consume el alma ansiando la salvación de Dios, nos lo enseña Jeremías: La palabra del Señor era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía. Inflamado de este mismo deseo, dice David: Me consumo ansiando tu salvación, y espero en tu palabra.

Esperó en la palabra, anunciada como próxima a venir, y que puede identificarse con la Palabra de Dios. O bien esperó en la palabra el que dio fe a la palabra celestial que anunciaba la venida de nuestro Señor Jesucristo o proclamaba su gloria. Así que, el profeta reflexionando en lo que había leído y reconociendo que, mientras permanecía en el cuerpo y como ligado a esta vida por los vínculos del deseo, estaba alejado de la salvación de Dios, anhelaba, deseaba, se consumía y se deshacía en afectos por ver si lograba ser posesión de Aquel por quien suspiraba, como él mismo dice: Desahogo ante él mis afanes. Se consume su espíritu, mejor, se consume el espíritu de todo aquel que se niega a sí mismo para unirse a Cristo.

En efecto, Cristo es el camino para los que buscan al Señor. Deseemos también nosotros con ardor aquella eterna salvación de Dios; no amemos el dinero que es el amor de los avaros. Elévese, pues, nuestra alma desconfiando de sus propias fuerzas y adhiriéndose a la salvación de Dios, que es Cristo, el Señor Jesús. Él es la salvación, la verdad, la fortaleza y la sabiduría. Quien desconfía de sí mismo para adherirse a la Fuerza, pierde lo que le es propio para recibir lo que es eterno.

 

RESPONSORIO
 
R./ Examinemos nuestra conducta, escrudiñémosla, volvamos al Señor. * Levantemos en nuestras manos nuestro corazón hacia el Dios del cielo.
V./ Buscad al Señor mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano.
R./ Levantemos en nuestras manos nuestro corazón hacia el Dios del cielo.

 

ORACIÓN
 
Señor que la venida salvadora de tu Hijo alegre a tus siervos, a quienes ahora entristece el peso de sus culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Miqueas 7, 14-20

La salvación consiste en el perdón de las culpas

Pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo.

Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios.

Que los pueblos, al verlo, se avergüencen, a pesar de su valentía; que se lleven la mano a la boca y se tapen los oídos; que muerdan el polvo como culebras o sabandijas; que salgan temblando de sus baluartes, que teman y se asusten ante ti, Señor, Dios nuestro.

¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad?

No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos.

Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.

 

RESPONSORIO
 
R./ Nuestro Dios volverá a compadecerse, * extinguirá nuestras culpas y arrojará al fondo del mar todos nuestros delitos.
V./ Todos los profetas aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón de sus pecados.
R./ Extinguirá nuestras culpas y arrojará al fondo del mar todos nuestros delitos.
 


SEGUNDA LECTURA

San Atanasio de Alejandría, Sermón sobre la encarnación del Verbo (8-9: PG 25, 110-111)

El Verbo de Dios vino por su benignidad hacia nosotros

Como Cristo es el Verbo del Padre y es infinitamente superior a todos, sólo él podía renovar todas las cosas; sólo él fue capaz de expiar por todos y por todos interceder ante el Padre.

Con esta misión vino al mundo el Verbo de Dios, incorpóreo, incorruptible e inmaterial, aunque tampoco antes se hallaba lejos, pues nunca parte alguna del universo se hallaba vacía de él, sino que lo llenaba todo en todas partes, ya que estaba junto a su Padre.

Pero él vino por su benignidad hacia nosotros, y en cuanto se nos hizo visible. Viendo efectivamente que el género humano caminaba a la ruina, dominado por la muerte a causa de la corrupción; considerando que las amenazas de Dios y el castigo infligido por la culpa no conseguían sino corroborar nuestra corrupción y que era absurdo abrogar la ley antes de que se cumpliera; considerando además que no parecía conveniente destruir su propia creación; viendo finalmente que todos los hombres eran reos de muerte, tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra debilidad y, compadecido de nuestra corrupción, no soportó que la muerte nos dominase, para que no pereciese lo que había sido creado, con lo que hubiese resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo, y no de cualquier manera, sino que asumió un cuerpo puro, no mancillado por concurso de varón, formado en las entrañas de una Virgen inviolada, intacta y desconocedora de varón.

Poderoso como es y creador de todas las cosas, se construyó en el seno de la Virgen un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción y a la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello, también hizo de nuevo incorruptibles a los hombres que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.

Y sabiendo el Verbo que la corrupción de los hombres no podía ser sanada sino con su muerte, y no pudiendo morir como Verbo por ser inmortal e Hijo del Padre, por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.

De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos. De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma incorrupción a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.

 

RESPONSORIO
 
R./ Cristo siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. * Se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo.
V./ Dios nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
R./ Se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo.
 
 

ORACIÓN
 
Que tu gracia, Señor, nos prepare y nos acompañe siempre a los que esperamos anhelantes la venida de tu Hijo, a fin de que obtengamos los auxilios necesarios para la vida presente y para llegar con felicidad a la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO

El sábado de la semana III de Adviento, por caer siempre después del 16 de diciembre, todo el Oficio se toma del día correspondiente del mes, AQUÍ.