Su nombre completo es Cayo Sollio Modesto Apolinar Sidonio. Según él mismo
atestigua en el poema 20, n. en Lyon el 5 nov. 430, de una familia
opulenta. Su abuelo Apolinar había sido prefecto de las Galias y el
primero de la familia que abrazó el cristianismo. Su padre fue tribuno y
secretario de Estado con Honorio y prefecto de las Galias con Valentiniano
11. Su madre descendía de una de las más nobles familias de la Auvernia.
Siendo niño fue confiado a los mejores maestros de la época. Estudió
poesía, filosofía, matemáticas, astronomía, música y la lengua griega, que
llegó a dominar a la perfección. Su condición social y sus dotes
personales ponían a A. en condiciones de poder aspirar a las mayores
dignidades del Imperio. A los 20 años se casó con Papianila, hija de Avito,
que aportó como dote matrimonial las posesiones que los Avito tenían en la
Auvernia. Cuando su suegro fue nombrado emperador (a. 455), A. le siguió a
Roma y pronunció su panegírico. En recompensa su estatua, en bronce, fue
colocada en el foro de Trajano. Avito fue depuesto 15 meses después
recayendo la corona imperial sobre Mayoriano. Su panegírico corrió también
a cargo de A., por lo que obtuvo altos cargos en la" corte y el título de
conde. Al sucumbir Mayoriano fue alzado emperador Livio Severo (a. 461).
A. se retiró a la Auvernia y dedicó su ingenio a la composición de
Epístolas, de las que compuso nueve libros, en los que se refleja no sólo
la triste condición de la sociedad de aquellos tiempos, sino también toda
su personalidad «como un rostro se refleja en el espejo» (cfr. Epístolas
4, 2, 2; 8, 5, l; 9, 15, l). Su modelo en las cartas fue Plinio. Al ser
asesinado Severo (a. 465), el nuevo emperador Antemio llamó a A. a Roma
(a. 467). El poeta compuso otro panegírico en su honor, más acicalado y
elocuente, si cabe, que los anteriores. Fue nombrado por ello prefecto de
Roma, y honrado con la dignidad de patricio y de pretor.
Pero Antemio murió asesinado en julio del 472 y A. volvió a su
tierra de la Galia, donde el pensamiento del triste destino de todos los
que llegaban al ápice del poder produjo en él un cambio profundo. La vida
disipada, la sed insaciable de dignidades, las preocupaciones humanas,
fueron reemplazadas por la meditación cristiana del Evangelio y el ansia
de servir al Señor cuyo imperio no tiene fin. La gracia de Dios lo fue
disponiendo para otra dignidad espiritual en la que su alma distraída no
había pensado nunca. Al morir Hiparchio, obispo de Clermont-Ferrand, el
voto popular eligió a A. para sucederle en el episcopado (a. 472). Opuso
humildemente su condición de lego y de casado, pero ello no fue óbice
puesto que su esposa accedió piadosamente a separarse de él, y la Iglesia
lo elevó de la silla curul a la cátedra del obispo. A. escribió entonces:
«Una pesada carga ha sido impuesta a mi indignidad; me siento oprimido,
debo enseñar antes de haber podido aprender; me veo constreñido a predicar
el bien antes de haberío practicado; como un árbol estéril, yo no puedo
ofrecer los frutos que son las buenas obras, yo no puedo presentar más que
hojas, mis palabras» (Epístola 5, 3). Desde entonces A. fue el padre de
los pobres y el amparo de los desvalidos. El rey visigodo Eurico, arriano
furibundo, cayó sobre los campos de la Auvernia. Enterado de la oposición
de A. y de su influencia en el Imperio romano lo encerró en el castillo de
Livia, cerca de Carcasona. De allí lo sacó su amigo, el poeta León,
dirigiéndose luego a Burdeos, donde Eurico tenía su corte. Su poesía
ablandó al bárbaro Eurico, y pudo volver a Ciermont, donde pasó tranquilo
con sus fieles los últimos años de su vida.
Tenía 52 años cuando, viendo que su vida llegaba al fin, pidió a sus
allegados que lo llevaran a la iglesia, porque quería rendir a Dios su
alma donde tantas veces había bebido las aguas de la vida. En su sepulcro
hizo grabar su pueblo este epitafio: « ¡Oh vosotros, quienquiera que
seáis, cuando vinierais aquí a rogar a Dios con lágrimas, deponed vuestra
plegaria sobre este bendito sepulcro, e invocad a Sidonio, cuyo nombre es
célebre en toda la tierra.» Al final del s. V, A. era tenido por un doctor
insigne (cfr. Gennadio, De viris illustribus, 93).
Sus obras (PL 63) son nueve libros de Epístolas 24 poemas, entre los
que destacan los referidos panegiy ricos y los epitalamios. La Iglesia
celebra su fiesta el 23 de agosto.
BIBL.: Biografía eclesiástica
completa, 27, Madrid 1867, 55-66;U. MORICCA, Storia della letteratura
latina cristiana, III, Turín 1928-34, 83-134; A. M. JACQUIN, Histoire de
l'Église, 11, Paris 1963, 310-313; G. SCHÜRER, L'Église et la civilisation
au Moyen Áge, París 1933, 237-238; P. DE LABRIOLLE, Histoire de la
littérature latine chrétienne, París 1920, 636-642; A. EBERT, Histoire
générale de la littérature du Moyen Ñge en Occident, I, París 1883,
447-457; G. GALIÓ, Sidonio Apollinare, en Bibl. Sanct. 11, 1025-1031.
J. GUILLÉN CABAÑERO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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