Magna asamblea con asistencia de inquisidores, familiares, eclesiásticos.
Ordenes religiosas, y las más destacadas personalidades del lugar,
reunidos o congregados generalmente en la plaza pública de las ciudades
para escuchar el veredicto de las sentencias individuales, dictadas contra
los reos de la Inquisición española. El acto revestía inusitada pompa y
solemnidad, iniciándose desde las primeras horas de la mañana con una
procesión que partía de las casas inquisitoriales, precedida por el
estandarte del Santo Oficio, e integrada por las clases sociales más
representativas: Cabildo, Audiencia Real, Veinticuatros y Jurados.
Organizada la comitiva, caminaban, tras la cruz parroquial y clerecía, los
penitentes relajados y reconciliados hasta el cadalso levantado en medio
de la plaza, adornado con las armas del Santo Oficio: la cruz verde
(símbolo de esperanza), el ramo de oliva (de la misericordia) y la espada
(de la justicia). Leído el juramento de proteger y favorecer al Santo
Oficio, y precedida por una elocuente exhortación sobre la fe, comenzaba
la relación de las sentencias de los reos y la absolución de los
penitentes, abjurando éstos de sus errores, con lo que finalizaba el auto,
retornando los penitentes a la Inquisición, y entregándose los relajados a
la justicia civil. Los quemaderos, finalizado el auto de fe, estaban
preparados en las cercanías de las poblaciones. En Valladolid, en el Campo
de Marte; en Córdoba, en el lugar llamado «El Marrubial»; en Madrid, en la
antigua Puerta de Fuencarral, y más tarde, en la carretera de Aragón, y en
Toledo, en la Vega.
El auto general de fe, que
siempre era público, reunía a toda clase de reos con absolución e
imposición de las penitencias. El auto particular de fe se limitaba
al fallo de sentencias sin muchedumbres, ni ceremonias, y sí sólo en
presencia de los ministros de la Inquisición, y a veces del juez real,
tratándose de algún relajado. Se celebraban también los autos en la sala
de la audiencia de los tribunales. Se le denominaba autillo, a
puertas abiertas o cerradas. Fue célebre el autillo donde se
condenó al insigne patricio D. Pablo de Olavide. En Toledo, los autos se
celebraban en Zocodover; en Madrid, en la Plaza Mayor. Los autos
particulares en Toledo solían verificarse en la Parroquial de San Vicente,
en la Iglesia de San Pedro Mártir, o en el convento de monjas de Santa
Clara. En Madrid, en la Iglesia de Santo Domingo del Real, y en Sevilla en
la famosa parroquia de Triana. Los reos se distribuían en los autos en
penitenciados sin abjuración, penitenciados con abjuración de vehementi,
reconciliados, relajados en estatua, relajados en persona y absueltos
ad cautelam.