CAMALDULENSES
HISTORIA. Del Sagrado Yermo de
Camaldoli Campus o Casa Maldoli reciben su nombre los miembros
indistintos de dos Congregaciones independientes no obstante una raíz
común: la de los Monjes Ermitaños Camaldulenses de la Orden de San
Benito (Congregatio monachorum Eremitarum Camaldulensium O. S. B.) y la
de los Ermitaños Camaldulenses del Monte Corona (Congregatio Eremitarum
Camaldulensium Montis Coronae), únicas subsistentes desde 1935.
Fundación. S. Romualdo (v.), padre e inspirador de los primitivos
c., no pretendió fundar una nueva Orden cuando en 1012 instituyó el
Sagrado Yermo de Camaldoli, en la diócesis de Arezzo (Italia). Monje
benedictino y abad de San Apolinar de Classe, no quería sino reformar
los monasterios, proporcionando a los monjes que lo desearan un especial
medio de santificación: la vida en soledad, en silencio, la austeridad y
la contemplación, templada con algunos elementos de la vida cenobítica.
El anacoreta debía encerrarse en una casita con su oratorio para
celebrar, su alcoba, su taller para estudiar o trabajar y su huerto
cercado que había de servirle de cementerio. Siete veces al día, el
anacoreta tenía que acudir a la iglesia para salmodiar con los demás
solitarios el Oficio Divino, celebrar o participar en el sacrificio de
la Misa, a menos que hubiera prometido reclusión temporal o perpetua en
los límites de su celda y de su huerto.
Antes del yermo de Camaldoli, S. Romualdo había probado el sistema
en algunos monasterios y en su propia persona. Se había inspirado, en
efecto, en la tradición eremítica practicada en Cataluña Montserrat y
Ripoll sobre todo que él conoció cuando con S. Pedro Urseolo, Grandonico
y Mauroncini se retiró a San Miguel de Cuxá y permaneció siete años,
bajo la dirección del abad Garín, en una choza del monte de San
Valentín. A la muerte de S. Romualdo (1027), la Camáldula no había
recibido Reglas propias. La Regla era el ejemplo de vida del santo y las
costumbres que dejara establecidas, inspiradas en la tradición monacal
benedictina. La fundación oficial puede fijarse en 1074, cuando por bula
de Gregorio VII fue decretada la separación de la Camáldula de la Orden
de San Benito, a la manera que en el mismo siglo ocurrió con Vallumbrosa,
la Cartuja y Fonteavellana, de fuerte impregnación camaldulense.
No se entendería una peculiaridad del orden interno de los c. si
no se tuviera presente la existencia del hospicio creado por S. Romualdo
en 1015 en Fontebuono, a media legua de Camaldoli, para establecer los
servicios, organizar una hospedería y una residencia por los legos, de
tal forma que la soledad de los ermitaños fuera total dentro de sus
casitas o celdas, sus huertos individuales, la iglesia y un amplio
terreno circundante totalmente cercado. Este hospicio derivó pronto en
cenobio, y dio lugar a un sistema interno, origen de disensiones y
desgajamientos en los que intervinieron las tres clases de sujetos:
ermitaños, reclusos y cenobitas. Todos con hábito blanco y luengas
barbas, sujetos a unas mismas consuetas con ligeras variantes. Fue
cuarto prior general el b. Rodolfo (m. 1102), el primero en codificar
las normas de vida camaldulenses en su Liber Eremiticae Regulae, que
recoge las experiencias de Camaldoli y Fontebuono y condensa la
espiritualidad de la Orden. Son en total 54 capítulos inspirados en la
tradición benedictina, pero de una dureza sólo superada por la Regla
dispuesta por S. Fructuoso para sus monjes de Compludo: interrupción del
sueño a media noche para acudir a la salmodia, abstinencia absoluta, dos
cuaresmas a pan y agua, disciplina todos los domingos, silencio casi
absoluto, confinamiento de por vida y otras mortificaciones que, con el
tiempo, han sido suavizadas, pero que mantienen un rigor no conocido en
otras órdenes claustrales.
No ofrece la espiritualidad de los c. nada especial dentro de la
vida contemplativa, en la que la soledad es templada por determinados
actos de la vida en común para el ejercicio de la caridad y el disfrute
del apoyo y el ejemplo fraternos, de las exhortaciones y consejos y
otros bienes que no alcanzaban los primitivos eremitas aislados. El lema
de la espiritualidad camaldulense se cifra en estas palabras: Vita
vestra est abscondita cum Christo in Deo (Col 3,3); vida de soledad y
recogimiento, de meditación y trabajo, en la que la S. E. es la base de
las meditaciones, y la salmodia en común, la expresión del celo del
servicio divino, pero sin la solemnidad que suele alcanzar en la Orden
de San Benito, para no sustraer tiempo a la vida solitaria. La
'humildad, la obediencia y la sobriedad ocupan la primacía entre la.
virtudes del c. para crear el espíritu de recogimiento y penitencia,
piedad y caridad, completadas con un acendrado amor a la Santísima
Virgen.
Fin y actividades de los camaldulenses. Dado su carácter
esencialmente contemplativo, es obvio el fin de los c., cuyas
actividades se desarrollan exclusivamente en el yermo. No obstante el
horario tan apretado, pueden dedicar unas seis horas al día para
distintas actividades que ejercitan con cierta elasticidad: el trabajo
manual en el campo o en su celda. últimamente, los c. han colectivizado
su trabajo, siguiendo una tradición representada en el s. xvr 'por
talleres de imprenta y laboratorios de farmacia. Establecidos los yermos
en medio de bosques, los c. elaboran sus productos y los industrializan:
extracción de esencias para elaborar licores, elixires, medicinas, etc.
En el orden espiritual, algunos yermos tienen casas de ejercicios. En el
intelectual, resurge la historia brillante de los c., autores de obras
muy notables, con realizaciones como el laboratorio de restauración de
libros, pergaminos, manuscritos e incunables que funciona en Frascati
desde 1946.
Historia. Está condicionada desde sus orígenes por la falta de
cohesión y la fuerza centrífuga de los distintos yermos o monasterios,
influidos por el mismo espíritu, pero desprovisto de una disciplina
común. Antiguamente, no existía más trabazón que el reconocimiento de la
prioridad del Sagrado Yermo de Camaldoli, adonde anualmente debían
acudir los priores y abades de los distintos lugares. La propagación de
los yermos se limitó exclusivamente, fuera de Italia, a Polonia, Austria
y Francia. La expansión se produjo sobre todo en tiempos del priorato
del b. Rodolfo, que supo dar forma al espíritu camaldulense. La obra
iniciada por S. Romualdo, con cinco celdas con sendos ermitaños
procedentes de distintos monasterios benedictinos, fue un tronco del que
a partir del s. xv, que fue el de mayor prosperidad, se desgajaron las
siguientes congregaciones:
La de Murano (Véneto), con ramificaciones en Toscana, Umbría y las
Marcas, a finales del s. xv. La del Sagrado Yermo de Camaldoli y Murano,
que alcanzó su apogeo a principios del s. xvii. La de los Ermitaños
Camaldulenses de Toscana, creada a principios del s. xvi por la
rivalidad entre ermitaños y cenobitas. La de los Ermitaños Camaldulenses
del Monte Corona, fundada en 1520 por el b. Giustiniani, una de las más
egregias figuras de la Camáldula; congregación aún subsistente. La
Piamontesa de San Salvador de Turín, que desapareció en 1796 cuando la
Revolución francesa. La de los Ermitaños Camaldulenses de Francia,
extinguida por inanición en 1770. La de Ermitaños y Cenobitas
Camaldulenses, que en 1935 se fundió con la de Toscana para dar lugar a
una congregación puramente eremítica, con sede en Camaldoli. La
situación de las dos únicas congregaciones hoy existentes está regulada
por la bula Inter Religiosos coetus promulgada por Pío XI el 2 jul.
1935. Las Constituciones vigentes son de 1930, suavizadas y atemperadas
a la vida contemporánea.
La Revolución francesa, las guerras napoleónicas con la creación
de Estados afrancesados en Italia, y el espíritu revolucionario, que
tanto influyó en Europa, causaron la ruina de los c., que culminó en la
dispersión provocada en Italia por las leyes de 1866. Desde entonces, y
muy a duras penas, la Camáldula, en sus dos congregaciones, vuelve a
renacer lenta, pero firmemente, extendida a España y Estados Unidos.
Entre los c. más eminentes cabe destacar, aparte los b. Rodolfo y
Giustiniani, legisladores de la Orden, los priores Plácido, que promulgó
las Nuevas Constituciones, y Martín III, autor de la Consuetudo
eremitarum (m. 1249); el card. Octaviano, reformador de las
constituciones en 1271, y el prior Buenaventura que hizo lo propio en
1328; jerónimo de Praga, teólogo y apóstol de Lituania; el canonista
Gaspar de Perusa; Nicolás Malermi, el primero que tradujo la Biblia al
italiano (más de 70 ediciones); el humanista Ambrosio Traversari; Jacobo
Suriano; Agustín Fortunio, primer historiador de la Orden; Lucas el
Español, autor a fines del s. xvi de la Historia Romualdina, y otros
muchos eminentes escritores. En el s. xix no decayó, hasta 1850, la
preeminencia de la Orden que dio hombres de la talla del papa Gregorio
XVI; Plácido Zural, comentador y editor de Marco Polo; Albertino
Bellenghi, químico muy notable y otros.
Los camaldulenses en la actualidad. Actualmente, todos los c. son
ermitaños y llevan vida solitaria, salvo los hermanos legos. Están en
periodo de restauración y crecimiento y se reparten en dos
Congregaciones: a) la de Camaldoli (en Arezzo), con 160 miembros,
gobernados por un prior general, dos visitadores y un procurador
general. b) La de Monte Corona (Sacro Eremo Tuscolano, Frascati, Italia)
con 136 miembros, gobernados por un mayor, dos visitadores, un
procurador general y un ecónomo general. En España, existe el Yermo de
Santa María de Herrera (San Felices, Logroño), que cuenta (1967) con
nueve anacoretas.
M. RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ.
BIBL.: A. PAGNANI, Storia dei Camaldolesi, Sassoferrato 1949; P. LUGANO, La congregazione Camaldolesi degli Eremiti di Corona, Roma 1908; A. DES MAzis, Camaldules, en DHGE X1,512536; La orden Camaldulense en España, por un religioso de dicha Orden, Bilbao 1931.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991