Situado en la región de Borgoña, Francia. Su importancia radica en el
hecho de haber sido el monasterio que dio origen a la Orden monástica
cisterciense. Los inicios y el objetivo de su fundación fueron narrados
por «los primeros fundadores de la Iglesia de Citeaux» en el Exordium
cisterciensis coenobii (Parvum Exordium, PL CXLVI, col. 1501 ss. Una
redacción posterior de mayor extensión, que incluye narraciones
edificantes constituye el Magnum Exordium, PL CLXXXV, col. 995 ss.). En
1098, 21 monjes de Molesme, bajo la dirección de su abad Roberto, se
establecieron en la selvática soledad del bosque de C. con el ánimo
decidido a practicar la Regla de S. Benito al pie de la letra. Los monjes
del «Nuevo Monasterio» renunciarían a todas las costumbres introducidas
posteriormente a S. Benito, a la vez que reasumirían todo cuanto había
caído en desuso, en especial el trabajo agrícola. El sucesor de Roberto,
Alberico (1099/1100-09) procedió a la consolidación jurídica de C. Ya en
el 1100 obtuvo de Pascual II el «Privilegio Apostólico», en virtud del
cual el «Nuevo Monasterio» se ponía al abrigo de cualquier ingerencia
eclesiástica o secular, sin dar lugar por ello a la exención respecto a la
autoridad episcopal. Se redactaron las Instituta monachorum cisterciensium
de Molismo venientium (cap. 15 del Parvum Exordium). Cabe destacar en
ellas, además del respeto absoluto a la Regla de S. Benito, el auge que se
dio a la institución de los hermanos legos o laici conversi. Los monjes de
C., ajustándose a la norma benedictina de no preocuparse del color y
tosquedad de los vestidos, cambiarían la cogulla negra ya tradicional, por
la blanca o más bien no teñida; de ahí la distinción entre monjes negros y
blancos. El tercer abad de C. fue el inglés Esteban Harding (1109-33). Su
obra capital fue la Charta charitatis, base jurídica de la Orden. Se
organizaba el gobierno de la misma y se consagraba el vínculo espiritual y
jurídico que debería unir todas las fundaciones salidas de C. Cada
monasterio gozaría de una cierta autonomía, se reconocía el derecho de
apelación y se establecía un régimen de visitas. Las decisiones empero de
orden más general incumbían al Capítulo anual de abades reunidos en C. La
Regla benedictina debía ser observada en todos los monasterios tal como se
practicaba en C. y se prescribía asimismo la uniformidad en el canto y en
los libros litúrgicos. Una primera redacción de la Carta fue aprobada por
Calixto II en 1119. Una segunda, que lo fue por Eugenio III en 1152 y
ulteriormente por otros pontífices, eXIme a la Orden de la jurisdicción
episcopal. Este documento marca un jalón muy importante en la Historia del
Derecho monástico y del Derecho común de los religiosos.
C. tuvo una vida difícil hasta que en 1112 un grupo de 30 clérigos y
nobles llamaron a sus puertas; el alma de este movimiento era Bernardo de
Fontaine, el futuro abad de Claraval (V. BERNARDO DE CLARAVAL, SAN). Este,
acontecimiento marcó el inicio de la proliferación y de la prosperidad de
C. La abadía vivió alternativamente épocas de estrechez económica y
devastaciones, y épocas pacíficas en que gozó de la protección de muchos
pontífices y del favor de príncipes. En 1791 C. fue confiscado y vendido,
y su iglesia destruida. De las construcciones monásticas quedan apenas
algunos restos. En 1898 los cistercienses reformados (trapenses)
recuperaron C.
De los 1.200 números del catálogo de la biblioteca de la abadía
compuesto en 1480, subsisten 312 que se conservan en Dijon. Sobresalen,
por su interés, entre otros, La Biblia de Esteban Harding, los Comentarios
de San Jerónimo, y el Obituario de Citeaux.
V. t.: CISTERCIENSES ;CLARAVAL.
BIBL.: J. M. CANIVEZ, Citeaux (Abbaye),
en DHGE XII, col. 852-874; A. MANRIQUE, Annales Cistercienses, Lyon 1646;
L. J. LEKAI, Les moines blancs. Histoire de l'ordré cisterciene, París
1957.
R. CIVIL DESVEUS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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