Definición. La palabra c. rima con la de estimativa en la terminología
escolástica. Una y otra tienen un significado poco usado en el lenguaje
común, razón por la cual se hace preciso afinar en su definición.
Tanto la estimativa como la c. se sitúan en el plano de la
imaginación y en contraste con la sensibilidad. Se tiene la sensibilidad
de lo presente en el espacio y en el tiempo; la imaginación se refiere a
lo ausente en el espacio y presente y futuro en el tiempo. Lo pasado en el
tiempo es retenido y reproducido por la memoria; lo futuro es planeado por
la estimativa ya en la vida animal.
Los animales se ven precisados a buscar su comida para nutrirse, a
emparejar para reproducirse, a defenderse de lo que amenaza su vida. A
todo esto se sienten inducidos por un sistema de imágenes de los alimentos
que tomar o evitar, del sexo opuesto con el que copularse para la
reproducción y crianza de la prole, de los peligros que acechan su vida y
de los cuales se disponen a huir, cuando no los afrontan con sus armas
defensivas y ofensivas. Esas imágenes afloran espontáneamente a su
imaginación y son secundadas por la motricidad muscular merced a una
finalidad natural que recibe precisamente el nombre de estimativa o de
instinto en términos modernos. El instinto induce también a algunos
animales (abejas, arañas, hormigas, castores) a la fabricación de
productos determinados (colmenas, telas, casitas) no necesarios para la
vida. La domesticidad de los animales por el hombre se debe también a una
inclinación instintiva.
Todo ello se da no sólo en los animales, sino también en el hombre.
Pero en éste la estimativa sube de nivel y recibe el nombre de c. por la
participación en ella del pensamiento intelectual; signo de ello es la
inventividad.
El hombre contrasta con los animales en que es inventor, esto es,
fabricador de cosas artificiales. Según hemos indicado, también algunos
animales las hacen, pero lo mismo hoy que hace miles de años; no hay en
ellos innovación alguna y, pese a las maravillas de sus productos, son
puramente instintivos. El hombre no: es esencialmente descubridor de
nuevas formas de vida que han llenado la tierra de cosas artificiales, en
contraste con las naturales: entre el campo y la ciudad la diferencia es
manifiesta. La inventividad dice relación a la c.: no es en efecto
actividad sólo intelectual, sino también imaginativa, pero no de la
imaginación reproductora de las sensaciones pretéritas, sino creadora de
nuevas por combinación de las anteriores, proceso en el que se halla
latente la inteligencia, por cimentarse en las leyes naturales registradas
por ésta. Pero no es sólo la eficacia lo que persigue el hombre en su
actividad inventiva, sino también la valiosidad: los productos del
artificio deben ofrecer una valiosidad distinta y aun superior a los
naturales; con su inventividad el hombre crea la cultura y la cultura es
una superación de la naturaleza. Se da la cultura en orden al
sostenimiento de la propia vida por el refinamiento alimenticio, la
prevención de la enfermedad por la higiene, y su curación por la medicina;
se da la cultura en orden a la producción de objetivos vitales inéditos en
la naturaleza. La invención se integra con la imitación o adopción de las
invenciones ajenas, previa o no su crítica.
Funciones de la cogitativa. La valiosidad de los productos de la
imaginación c. avalada por la inteligencia puede cifrarse en orden a los
medios y a los fines de la vida humana.
1) A los medios. Gracias a la inteligencia que da lugar a la
técnica, no sólo se aplican los sentidos y las manos a los objetos
naturales, sino también se adoptan instrumentos que fecunden su actividad:
instrumentos utilizables por los sentidos y las manos, como son los
utensilios, e instrumentos que, una vez producidos y puestos en marcha por
el hombre, funcionan automáticamente, como son las máquinas. Ellas
constituyen el secreto de la productividad de la gran industria y
agricultura modernas, secundada por la división social del trabajo y la
especialización profesional. Gracias a ella se ha llegado a dominar el
transporte en el triple medio terrestre, acuático y aéreo, y aun la
telecomunicación sin aquél: alámbrica (telégrafo y teléfono) e inalámbrica
(radio, televisión). Gracias a ella se ofrecen en nuestros escaparates una
muchedumbre de objetos que tientan a los transeúntes a su disfrute por
cada uno de los cinco sentidos, hartos ya de las cosas naturales. Las
casas, así como el traje, nos preservan de la intemperie física y de las
indiscreciones sociales; el traje acusa también las diferencias sociales
de varias clases. Las ciudades constituidas de casas separadas, pero
contiguas, comunicadas por calles y plazas, con todas las instalaciones
anejas, constituyen el artificio de lo inmueble; a él se agrega la
fabricación de muebles en su inmensa variedad. No se da sólo la técnica de
las cosas materiales sino que hay una psicotecnia y una sociotecnia. Y
todo ello merced a una actividad intelectual servida por la c.
2) Pero la valiosidad artificial procurada por el hombre merced a su
actividad c. no afecta sólo a los medios, sino también a los fines de la
vida humana, y ello en el triple orden poético, estético y ético,
conducentes respectivamente a la verdad, a la belleza y al bien captables
sólo por la inteligencia.
a) En el orden poético, sólo a la inteligencia compete la
abstracción conceptual y la fundamentación judicativa. Pero en la
investigación científica, con la que se pretende lograr verdades nuevas,
juega un gran papel la c. sugeridora de imágenes, de hipótesis de solución
y de experiencias para confirmarlas o desmentirlas. La discusión a que se
presta todo ello mediante la aportación de argumentos y de objeciones, con
sus refutaciones y soluciones respectivas, el contraste de tesis con
antítesis y su posible conciliación con síntesis armónicas, es obra que
realiza la razón con el frecuente auXIlio de la c.
b) En cuanto al orden estético, la c. interviene en la composición
de melodías musicales, posiblemente instrumentadas, de temas pictóricos o
escultóricos, de escenas novelescas o teatrales, de combinaciones
coreográficas. La ingeniosidad de los artistas se traduce en todo ello y
revela a la vez sensibilidad estética y actividad creadora. Algo análogo
ocurre en el juego como ejercicio hacia objetivos indiferentes pero reales
(tal sucede en el deporte, cuyo interés se transfiere de los objetivos a
la actividad para lograrlos), o hacia objetivos irreales, pero
interesantes (novela y teatro); los juegos de azar, en cambio, carecen de
toda actividad c.
c) Por lo que hace al orden ético, se dan las creaciones de carácter
moral y jurídico. La moral regula el apetito de los bienes objetivos
buscados como agradables y de los males como desagradables; poniendo por
encima de ellos la norma de su dignidad, no siempre coincide con el placer
y el dolor y la c. interviene para terminar de vertebrar los dictados de
la conciencia (v.). El Derecho determina a quién y en qué proporción
corresponden los bienes sociales; las múltiples formas de la organización
social y política a tal efecto conducentes se prestan a una intensa
actividad de la c., bajo el imperio de la ley moral, de la ciencia, y de
la prudencia política. En el orden religioso, en el que nos referimos a
Dios, ser absolutamente espiritual, la c. tiene, sin embargo, un papel, ya
que, dada la debilidad de nuestra inteligencia, necesitamos representarnos
lo espiritual; de ahí el simbolismo religioso (v.), el uso de imágenes
(v.) en el culto, etc. Cuando en esas representaciones se pierde el
sentido de la trascendencia de Dios, se cae en la idolatría (v.).
3) Finalmente, se revela la actividad c. en la creación del lenguaje
o sistema de signos orales o gráficos que hacen posible la inteligencia
entre los hombres. Ante todo en la formación del vocabulario con sus
raíces y prefijos o sufijos, luego en las formas sintácticas del lenguaje,
oraciones coordinadas o subordinadas entre sí. Aquí la actividad c. se ha
manifestado en diversas direcciones constitutivas de la pluralidad de
lenguas, lo que plantea el problema de su traducción y versión.
Características. La c. tiene importante papel en la actividad
conducente a la procuración de los medios y fines de la vida humana. El
hombre puede no llegar a darse cuenta de su actuación, y dejarse llevar de
la espontaneidad con que afloran a nuestra conciencia las imágenes
consiguientes a las sensaciones. Cuando dicha distinción de fines y medios
se hace patente, se constituye el espíritu en actitud de voluntariedad. La
voluntad es la prosecución de un fin o de elección entre varios sobre la
base de un conocimiento del ser mismo de la realidad. Pero toda voluntad
se halla precedida de una actuación, más o menos amplia, de la
sensibilidad, por donde tampoco de ella se halla ausente la c. Se da una
voluntad de averiguación de hechos sucedidos o por suceder, o de
verificación de éstos. En las casos de voluntad electiva, hay un proceso
de deliberación de motivos (en función del grado de apetibilidad de los
objetivos vitales y de la seguridad de obtenerlos) seguida de una
resolución con su ejecución consiguiente. En la sugestión de dichos
motivos la c. desempeña un gran papel. Lo desempeña también en la voluntad
social de coordinación entre individuos independientes o de subordinación
de ellos a una autoridad, voluntariamente constituida u obligatoriamente
impuesta. La voluntad refleXIVa viene a actuar sobre la espontaneidad de
la vida imaginativa que le antecede y que con la refleXIón se le ofrece
como educable; la c. le es entonces sometida.
Con todo esto se echa de ver que la c. se halla pendiente de la
causa final o finalidad. Los antiguos escolásticos distinguían el finis
operis del finis operantis; la finalidad operis es la intentada por la
Naturaleza, y la finalidad operantis por la voluntad individual o
colectiva. La finalidad natural es ya patente en el mundo material; sólo
por ella se explica en los seres vivientes la subordinación de las
partículas físico-químicas a la unidad celular, y la de cada célula a la
unidad del organismo. Pero lo es también en el mundo de la conciencia y
sobre todo de la conciencia imaginativa, no sólo regulada por las llamadas
leyes de contigüidad y semejanza de las imágenes, sino también de
orientación hacia objetivos interesantes para la vida: tal aparece en la
estimativa de los animales y en la c. del hombre.
V. t.: INTUICIÓN, 2d.
BIBL.: S. TOMÁS, Sum. Th., 1 q78
y 81; 1-2 q30 (como razón particular); íD, ib. 1-2 q74 (como privativa del
hombre); R. VERNAux, Filosofía del hombre, Barcelona 1965, 65 n; C. FARRO,
Percezione e pensiero, 2 ed. Brescia 1962.
JUAN ZARAGÜETA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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