Hacia el 718, un grupo de astures regido por Pelayo (v.), un refugiado
político de la facción no colaboracionista, se alzó contra los musulmanes
en las montañas de la zona cantábrica. El walí Anbasa (v. RECONQUISTA,
ESPAÑA), con la esperanza de obtener una victoria fácil e importante, tal
vez en mayo del 722, envió al Norte, a las órdenes de `Algama, un
destacamento que no debió de ser insignificante. La campaña fue victoriosa
en sus comienzos. Los cristianos hubieron de buscar refugio en las
estribaciones de los Picos de Europa, una imponente y formidable fortaleza
natural. Pelayo y los hombres que le permanecieron fieles (`isa alRázi los
reduce a 300) se habían acogido al estrecho valle de C. (¿sería éste un
nombre astur?). Un alto cabezo avanza hasta casi cerrarlo. En el fondo hay
una gran cueva, donde acaso se rendía culto a la Virgen Madre (¿cova
dominica?), a unos cientos de metros sobre el valle. Las fuerzas
musulmanas, que debían estar integradas por unos miles de combatientes (la
crónica de Alfonso III las eleva a 187.000 hombres), avanzaron por el
valle, seguras de la capitulación del enemigo. Opas, hermano de Vitiza y
arzobispo de Sevilla que acompañaba al ejército sureño como intérprete
para el arreglo, brindó la paz al caudillo de los astures, si deponía las
armas y se sometía a los invasores. Pelayo no aceptó la propuesta y con su
negativa decidió la suerte de España.
Comenzó el combate. Pelayo resistió. Su posición era inexpugnable.
Las armas arrojadas contra él rebotaban en la peña. Pero sus gentes no
estaban sólo en la cueva, sino en lo alto de los cerros. Cayeron sobre los
musulmanes, cortaron la hueste, las gentes de la vanguardia con 'Algama y
Opas fueron vencidas. Cayó `Algama, Opas fue hecho prisionero y sólo
algunos centenares, a la desbandada, huyeron de la matanza por lo que
parecía salida normal del cerrado valle pero que, en verdad, llevaba a lo
alto de los Picos de Europa. Era imposible el retroceso, La salvación
estaba en huir, siempre huir. La marcha fue penosa. El tajo profundo del
Cares les cortaba el camino. Por los puertos de Amuesa descendieron a la
Liébana y allí fueron de nuevo combatidos y exterminados. La retaguardia
de la hueste vencida en C. retrocedió desmoralizada y probablemente
perseguida. «Y así nació por obra de la Divina Providencia el reino de los
astures», según dice el llamado Albeldense. En C. no fue proclamado rey de
los godos don Pelayo. Por la conjunción entre la personalidad decidida y
áspera de un hombre y el tradicional amor a la libertad de un pueblo,
nació en C. (¿mayo? del 722) la España cristiana.
BIBL.: La bibliografía moderna
sobre C. ha sido recogida por C. SÁNCHEZ ALBORNOZ en los siguientes
títulos: El relato de Alfonso III sobre Covadonga, «Humanitas» 111,9
(1957) 1350; A través de los Picos de Europa. Una ruta histórica, «Rev. de
Occidente» XXXI, XCIII (1931) 250275; Otra vez Guadalete y Covadonga, II.
Sobre la (echa de la batalla de Covadonga, «Cuadernos de Historia de
Espalia» III, Buenos Aires 1944, 68114; Pelayo antes de Covadonga, «Anales
de Historia Antigua y Medieval», Buenos Aires 1955, 720; ¿Se peleó en
Covadonga?, «Archivum» XII, Oviedo 1963, 90101.
H. GRASSOTTI CASAL.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|