Comunidad fundada en el s. XVII por George Fox. El apelativo con que se le
designa es de origen desconocido. Se derivaría, o de los temblores (quakers)
experimentados por sus seguidores al pronunciarse en los tribunales el
nombre de Dios, o de la amenaza lanzada por su fundador a uno de los
jueces que le perseguía: «tiembla (quake), oh juez, ante la palabra de
Dios». Los c., al igual que los puritanos (v.), los baptistas (v.), los
hermanos del espíritu libre, los familistas, etc., formaban parte de una
revuelta más general contra la iglesia establecida de Inglaterra (v.
NOCONFORMISTAS; CONGREGACIONALISTAS). Sus tendencias introspectivas
derivaban, al menos parcialmente, del influjo que los libros y las ideas
del místico alemán Jakob Bóhme ejercían en las Islas Británicas como
oposición al rígido legalismo del calvinismo puritano. Al cuaquerismo se
le ha llamado «el más protestante de todos los movimientos protestantes».
Teológicamente, piensa K. Algermissen, los c. llevaron hasta sus últimas
consecuencias el subjetivismo latente en los dos principios fundamentales
de la reforma protestante: el de solus Deus y el de sola gratia. A fines
del s. XIX, A. von Harnac (v.) y A. Reville caracterizaron la vida
religiosa de los c., como la suprema expresión y el ideal para el resto de
la cristiandad.
El fundador. George Fox (162490), n. en Dryton, condado de Leicester
(Inglaterra), de familia humilde, se dedicó en su juventud a los oficios
de tejedor y zapatero, sin tener nunca oportunidad de una educación
esmerada. A los 11 años había tenido ya una experiencia religiosa que dejó
huella profunda en su ser, inclinándole a un rigorismo exagerado. Pero la
fecha de su conversión suele colocarse a los 19 años. Las causas no
aparecen claras. El escándalo causado por la vida inmoral de ciertos
clérigos puritanos, los estragos de la guerra civil, el espectáculo de la
ferocidad del hombre con sus semejantes, originaron en él un estado de
depresión que le empujó a buscar remedio a sus males. Al no poderlo hallar
en el rígido calvinismo de sus contemporáneos, Fox lo buscó en una
introspección especial (1647), en la que creyó encontrar las siguientes
verdades: Dios está dispuesto a participar a los hombres su verdad y su
amor por medio de un contacto («indwelling»: inhabitación) inmediato con
nosotros a través de Cristo, que sin cesar está viniendo personalmente a
su pueblo, siendo eJ camino hacia Dios. Este fue el tema de su predicación
hasta el fin de su vida. Apoyado por grupos de seekers (Buscadores de la
Verdad) que andaban dispersos por las campiñas y rodeado de otros
discípulos, Fox y los suyos se convirtieron pronto en objeto de
persecución por parte del anglicanismo (v.). El fundador fue encarcelado
ocho veces (en una ocasión durante más de dos años), azotado y sometido a
los tormentos rigurosos de la época. Los compañeros hubieron de participar
de suerte parecida, perdiendo varios de ellos sus vidas en la cárcel. A
los 45 años contrajo matrimonio y en los decenios siguientes viajó por
Holanda y Alemania, atravesó el Atlántico, visitó Barbados, Jamaica y
varias de las 13 colonias británicas en América del Norte. Vuelto a la
patria, estuvo encarcelado durante 14 meses. M. el 13 en. 1691 y fue
enterrado en Bunhill Fields, en las afueras de Londres.
Desarrollo. Aquel movimiento religioso, iniciado en Inglaterra, echó
pronto raíces en el actual territorio de los Estados Unidos. Aquí los
primeros c., recibidos a disgusto, eran exiliados de una parte a otra y
hasta sometidos a una dura persecución por parte de las iglesias oficiales
de ultramar. Al fin pudieron desarrollar normalmente sus actividades
cuando uno de sus miembros, William Penn, obtuvo del rey Carlos I de
Inglaterra patentes de concesión para colonizar el actual territorio de
Pensilvania (v.), donde en 1682 empezó su experimento sagrado (Holy
Experiment) en favor, tanto de los perseguidos por causa de la religión,
como de los indios y de los esclavos negros. En medio de altibajos (entre
los que hay que contar tres desmembraciones internas: la de E. Hicks en
1827, de signo liberal y antitrinitario que dio lugar a la Sociedad
Religiosa de los Amigos; la de J. Gurney en 1836, quien quiso convertir la
sociedad en organización de tipo protestante en credos, sacramentos y
ministerio pastoral; y la de J. Wilbur, quien en 1845 fundó el grupo de
Cuáqueros Conservadores), el cuaquerismo ha hecho escasos progresos. Sus
seguidores no pasan en Norteamérica de 120.000, y en Inglaterra o sus
posesiones ultramarinas, de 30.000. Cultivan algunas misiones en Asia. Su
expansión iberoamericana es muy reducida: México, Honduras, Cuba, Bolivia
y Puerto RicoHan cooperado desde los comienzos en el movimiento ecuménico,
sobre todo a través de su rama Vida y Acción (v. ECUMENISMO I). Enviaron
también sus delegados al Conc. Vaticano II.
Doctrina. Los c. figuran en la escala más baja de la teología
protestante. Una Apología, escrita en 1675 por Robert Barclay, su primer
teólogo, contiene, en forma algo sistemática, las doctrinas predicadas por
su fundador y aceptadas generalmente por sus seguidores. El fundamento de
sus creencias y de toda su vida espiritual es la doctrina de la
iluminación interior. Fox la definía como «aquella partícula de Dios que
está en vuestros corazones». Es «aquel poder interior que lleva al hombre
a una unión experimental con Dios» (W. Comfort). No se trata de una
abstracción metafísica ni del testimonio de la conciencia propia, sino de
algo real y palpable que nos une con la divinidad. Los c. parecen poder
salvarse de la acusación de monismo (v.) religioso hecha por sus
adversarios, insistiendo en que esa «luz» es algo exterior a nosotros, don
gratuito de Dios, debido a la gracia universal alcanzada por Cristo y su
redención, algo «sobrenatural y divino en su origen», una «iluminación
directa del entendimiento y de la voluntad por el Espíritu Santo». Es eJ
mismo Cristo, fuente de salvación viviente en nosotros. Su palabra
inmediata tiene tanto valor como las Escrituras. Apoyados en dicha
iluminación, los c. han llevado a cabo una eliminación radical de los
medios de salvación y santificación empleados por el cristianismo de todos
los tiempos. Para ellos, la S. E. es fuente muy secundaria de la verdad y
contiene sólo parte de la revelación, que ha de actuarse y completarse en
el contacto inmediato de la iluminación interior. Su fe en la divinidad de
Cristo o en eJ misterio de la Trinidad está muy lejos de ser uniforme, y
se limita con frecuencia a la «experiencia interna del Cristo histórico y
del Cristo resucitado que llevan consigo». Tanto la Iglesia como los
sacramentos son para el c. aditamentos inútiles, y sólo pueden servir a
los imperfectos que no saben gozar de la inmediación de Dios. Toda la vida
es sacramento ya que en ella Dios se hace presente a todos cuantos quieren
adorarlo. Los c. no practican el Bautismo (v.), ya que éste, según ellos,
no limpia del pecado, ni la Eucaristía (v.) que, para ellos, no pasa de
ser una acción simbólica sin trascendencia para la vida cristiana. Sin
Iglesia ni sacramentos, la vida litúrgica carece de sentido. Los c. no
tienen capillas sino salones de oración, en los que celebran sus reuniones
de silencio, interrumpidas por el darse las manos de los asistentes y las
palabras espontáneas de alguno de los miembros que se sienta iluminado.
En contraste con esta aridez dogmática y pobreza cultual, está el
servicio activo en favor del prójimo. Sus seguidores, pacifistas a
ultranza, han realizado (sobre todo a través del American Friends Service
Committee) una cierta labor humanitaria en tiempo de guerras, epidemias,
terremotos y otras calamidades públicas. Su participación también ha sido
notable en la defensa de los derechos de la mujer, la abolición de la
esclavitud, la protección de las clases más abandonadas, la mejora de las
leyes penales, la lucha contra la discriminación racial y el apoyo a los
pueblos subdesarrollados.
BIBL.: K. ALGERMISSEN, Iglesia
católica y confesiones cristianas, Madrid 1964, 11291139; J. ROWNTREE, La
foi et la practique des Quakers, Ginebra 1912; R. THOMAs, History of
Friends in America, Filadelfia 1905; W. C. BRAITWHAITE, The Beginnings of
Quakerism, Londres 1912, 2 ed. 1955; ín, The Second Period of Quakerism,
Londres 1919, 3 ed. 1961; R. M. JONES, Quakers in Action, Nueva York 1929;
íD, The Later Period of Quakerism, 2 vol. Londres 191921; W. COMFORT, The
Quaker Way of Life, Nueva York 1941; G. Fox, Journal, ed. 1. L. NICKALLS,
Cambridge 1952; A.
PRUDENCIO DAMBORIENA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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