JULIO II, PAPA
1. Antes del pontificado. Juliano de la Róvere n. en Albissola, cerca de Savona,
en 1445, su padre era hermano del papa Sixto IV. La elección de su tío Francisco
de la Róvere al papado le abrió el camino a una brillante carrera. Primeramente
se le asignó el obispado de Carpentras y luego el 12 dic. 1471 fue nombrado
cardenal. Tuvo después en título, administración o encomienda, un notable número
de obispados, abadías, beneficios, entre los que se cuentan la abadía de
Grottaferrata, el obispado de Bolonia, el arzobispado de Aviñón y las sedes
cardenalicias de Sabina, Porto, Ostia y Velletri.
En el transcurso de su vida, antes del pontificado, había dado pruebas de
una extraordinaria energía y excelentes dotes de administrador, sobre todo,
durante su legacía de Aviñón. Su vida no había sido siempre edificante, pero
tampoco escandalosa. El gran afecto por su familia no le llevó nunca hasta el
punto de menguar la autoridad de la Iglesia. Bajo Sixto IV dirigió expediciones
militares cómo condotiero y en tiempos de Alejandro VI tomó partido por Francia
contra el Papa.
2. Elección al papado. A la muerte de Pío III supo ganarse con promesas,
que no podía ni quería mantener, el apoyo de César Borgia, neutralizando con
manejos simoniacos a los otros dos candidatos, los cardenales Jorge d'Ambroise y
Ascanio Sforza. Además este cónclave tuvo su compromiso electoral: continuación
de la guerra contra los turcos, restauración de la disciplina eclesiástica,
convocatoria de un concilio general cada dos años, consulta al Sacro Colegio en
las cuestiones más importantes.
Tomó el nombre de julio como para indicar una obra de restauración
semejante a la que Julio César había realizado. El nuevo Papa tenía un carácter
violento e impulsivo (era llamado el Terrible), más propio de un rey o
condotiero que no de un jefe de la Iglesia. Fue un gigante de aquellos que
Miguel Ángel retrató con el cincel y los colores. Sumamente activo, las
cuestiones políticas tuvieron para él preferencia sobre las religiosas.
3. Actividad religiosa. Hombre de fe, las inspiraciones dadas por él a los
grandes artistas de su tiempo fueron profundamente religiosas. Cuidó del decoro
de las funciones sacras y para las que se celebraban en S. Pedro instituyó la
capilla de cantores que de él tomó el nombre de Julia. Ya desde 1504 inició el
establecimiento de obispados en América, recientemente descubierta, e impulsó
las misiones en las tierras conquistadas. Publicó bulas contra el duelo y la
costumbre de apropiarse de los objetos arrojados por el mar a las costas. Es
obra suya un decreto en que se condena severamente la simonía (14 en. 1505). La
reforma de la Iglesia bajo su pontificado fue relegada a segundo plano y de ello
se arrepintió al final de su vida. Las circunstancias y sus guerras no le
permitieron afrontar dos problemas esenciales: la reforma de la Iglesia y la
cruzada. Es justo reconocerle su gran celo hacia la Congregación de Santa
'Justina; a él se debe la reforma de Montecassino y la publicación de numerosas
bulas para la reforma de órdenes religiosas, como las de cartujos y
cistercienses italianos.
Intentó una reforma del clero y de la Curia que las dificultades de los
tiempos y la resistencia de los hombres no permitieron llevar a cabo. Tras haber
alimentado durante tiempo la idea de reunir las diversas ramas de la orden
franciscana, tuvo que resignarse a mantener la separación entre Observantes y
Conventuales, obligando a las pequeñas congregaciones franciscanas a unirse a
una u otra de estas dos.
4. Gobierno del Estado Pontificio. Los principales soberanos de la época
estaban entregados a la tarea de establecer un gobierno y una administración
fuertes y centralizados. J. se comportó en la misma forma, sometiendo
feudatarios, reprimiendo los abusos de agentes que habían sido durante largo
tiempo independientes, reformando las propias finanzas. En un Breve del 22 en.
1506 condenó todo abuso de poder y sometió a todos los funcionarios a una
inspección anual por parte de una comisión. A menudo quería comprobar
personalmente las condiciones del pueblo para poder tomar medidas inmediatas.
Puso fin a la plaga de espadachines que bajo el mandato de Alejandro VI habían
ensangrentado las calles de Roma. Para su seguridad personal, estableció en
1506, la guardia suiza, disciplinada y mandada por capitanes elegidos por él.
Hizo florecer el comercio y dio a la circulación monetaria una base sólida,
mandando acuñar una moneda de plata que fue denominada «julio». Fue un hábil
administrador de las finanzas de las que hizo uso para grandes empresas
políticas y artísticas.
5. Actividad política. A la llegada de J. II, los estados de la Iglesia
estaban en condiciones deplorables. Algunas plazas fuertes se hallaban en manos
de César Borgia; Venecia se aprovechaba del desorden general y se apoderaba de
ciudades limítrofes; Perusa con los Baglioni, Bolonia con los Bentivoglio,
gozaban de absoluta independencia. En 1506, tras organizar un ejército decidió
una campaña contra Perusa y Bolonia, que fue coronada con éxito. El 13 sept.
1506 entraba en Perusa y el 10 nov. en Bolonia. El 28 mar. 1507 regresaba a Roma
en medio de ceremonias que recordaban los cortejos triunfales de los antiguos
cónsules romanos.
Tras las victorias de Perusa y Bolonia, en 1507 se enfrentó con Venecia
que ocupaba ilegalmente territorios de la Santa Sede. El 10 dic. 1508 se formó
la liga de Cambrai aparentemente para continuar la Cruzada, pero en realidad era
contra Venecia y el 23 mar. el Papa se unió a los coligados. La Serenísima fue
vencida en Agnadeglio y hubo de rendirse. J. quedó satisfecho de este resultado;
más tarde cambió su política haciendo que Venecia volviera a su situación
anterior con el fin de poner coto a las ambiciones territoriales francesas.
En efecto, tras esta paz, se unió a España, Suiza y Venecia para luchar
contra Francia. Ésta aceptó la guerra y J. emprendió una nueva campaña militar
participando personalmente en el asedio de la fortaleza de la Mirandola. No
obstante el valor del Pontífice, los franceses ocuparon Bolonia y vencieron al
ejército de la Liga en la batalla de Rávena, donde murió el mejor general
francés, Gastón de Foix. A partir de este momento cambió la suerte de la guerra,
de forma que los franceses hubieron de abandonar la Alta Italia. J. quedó
vencedor, y el Estado pontificio volvió a recobrar su integridad.
6. El Concilio Lateranense V. El 18 jul. 1511 convocó J. un concilio
ecuménico en Letrán. El motivo era el de privar de toda autoridad al
conciliábulo de Pisa (v.) organizado por Luis XII, rey de Francia, con el apoyo
de cardenales cismáticos. La apertura tuvo lugar el 10 mayo 1512 con la
presencia de 15 cardenales y 79 obispos. El general de los agustinos Gil de
Viterbo sostuvo un valeroso discurso sobre la reforma de la Iglesia, criticando
«el desvergonzado libertinaje, la impiedad, la deshonestidad, la ambición de los
miembros del clero». En las sesiones II-V (17 mayo 1512-16 feb. 1513) estuvo
presente el Papa y fueron dedicadas a la condena del conciliábulo de Pisa y de
la Pragmática Sanción de Bourges (v.). El concilio continuó con León X hasta
1517. Se trató de la unión eclesiástica, del peligro turco, de reforma, pero no
se alcanzó el fin perseguido.
7. Julio II, protector de artistas. Era hombre de mucho ingenio, de
refinado gusto, óptimo conocedor de artistas y obras de arte. Hizo construir,
mientras era cardenal, magníficas fortalezas en Grottaferrata, Ostia y
Chiaravalle. Elegido Papa, protegió los estudios y a la universidad romana;
fundó en Faenza la primera imprenta árabe. Fue amigo de los mejores literatos,
como el Sadoleto y el Bembo. Inspiró a Miguel Ángel (v.) la representación en la
bóveda de la Sixtina (otoño de 1508-31 oct. 1512) del poema del mundo antiguo
hasta la llegada de Cristo; Rafael (v.), que reprodujo en más de una ocasión las
facciones del pontífice, representó por deseo del Papa, en las Salas vaticanas,
el concepto del Medievo cristiano y la armonía entre la ciencia y fe,
solemnizando la fe de J. en diferentes episodios. Sobre la tumba de S. Pedro
hizo levantar, en el lugar de la antigua basílica ruinosa, la nueva basílica,
proyectada por Bramante. Puso la primera piedra el 18 abr. 1506 y vio alzados
sobre las columnas, los arcos en los que tenía que erigirse la cúpula. En el
palacio del Vaticano comenzaban a surgir bajo su pontificado, sobre el plano de
Bramante, los patios de S. Dámaso y del Belvedere. En este último comenzó a
reunir una serie de espléndidas esculturas antiguas que constituirían el primer
núcleo del Museo Vaticano. La iglesia de Santa María del Popolo, tan querida de
la familia de la Róvere, se embellecía con los frescos del Pinturicchio y las
esculturas de Andrea Sansovino.
Nacía una nueva Roma con sus calles rectilíneas, flanqueadas de bellos
palacios, como vía Julia. Por otra parte, se realizaron obras en Loreto con el
pórtico de la basílica, el palacio Apostólico, el revestimiento marmóreo de la
Santa Casa.
8. Muerte y juicio sobre su personalidad. Murió con edificante piedad,
rodeado de los cardenales, a los que pidió perdón por sus defectos, rogándoles
la elección de un digno sucesor. Recibió sepultura en S. Pedro in Vincoli, donde
está su mausoleo, pequeña parte de la colosal obra encargada por el pontífice y
concebida por Miguel Ángel. Sobre la tumba se halla la figura simbólica del
Moisés. Pero el monumento más importante del pontífice es la basílica de S.
Pedro y su gigantesca cúpula.
Los juicios sobre J. varían según la tendencia de los escritores. Pastor
lo ensalza por haber asumido con energía la misión de «salvar el papado».
Importante es el juicio de Guicciardini «Papa digno de la gloria más
brillante... si la diligencia y empeño por él empleados en exaltar la Iglesia en
el orden temporal y mediante el arte de la guerra hubiesen sido usados para
engrandecerla en el orden espiritual con el arte de la paz; sin embargo, él fue,
más que todos sus predecesores, digno de imperecedera memoria y eterna
gratitud». El carnaval de enero de 1513 fue para él una verdadera y auténtica
apoteosis: un desfile triunfal exaltaba los éxitos políticos del Papa; J. era
representado como emperador con cetro y globo, rodeado por Horacios, Camilo,
Escipión y otros héroes de la Antigüedad.
M. en la noche del 20 al 21 feb. de 1513.
BIBL.: Acerca de este pontífice no existen monografías exhaustivas y dignas de él. Hasta ahora la mejor es la de Pastor, no siempre imparcial, que ha de ser completada con E. RODOCANACHI, Histoire de Rome. Le pontificat de Jules II, París 1928.
FILIPPO CARAFFA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991