LIBERIO, PAPA 2. La «cuestión del papa Liberio».
Para poder volver a Roma en el 358, L. tuvo que plegarse a los deseos de
Constancio, abandonando a su amigo S. Atanasio y suscribiendo una fórmula de la
fe, presentada por los semiarrianos, al parecer de ortodoxia discutida (v. 1).
¿Cómo calificar la conducta de L. en este tema? ¿Fue solamente una falta de
firmeza o cedió en un punto de doctrina? Ésta es la famosa «cuestión del papa
Liberio» que ha suscitado no pocas discusiones entre historiadores eclesiásticos
y teólogos.
Los intentos de solución a este delicado problema han sido numerosos, pero
pueden reducirse a dos:
a) Los que consideran que L. claudicó, no sólo abandonando a Atanasio sino
negando la fe de Nicea y admitiendo doctrinas arrianas; según esa postura, L.
cayó en la herejía al firmar la 2a fórmula de Sirmio. En apoyo de esta teoría se
traen los testimonios de S. Atanasio (Hist. arian. ad mon. 41; Apol. contra
arian. 89), de S. jerónimo (De viris illustribus, 97) y de S. Hilario de
Poitiers (Contra Constantium, 11), que hablan de una caída de Liberio. Con
ocasión de las discusiones sobre la infalibilidad (v.) pontificia en el Conc.
Vat. I, ésta fue una de las dificultades más esgrimidas por los adversarios de
la definición del dogma; los defensores alegaban que, como veremos a
continuación, no está demostrado que fuera una caída doctrinal, y que aun
suponiendo un error en L., se trataría de una caída meramente personal, no de un
error enseñado ex cathedra, y, por tanto, no constituía obstáculo serio para la
definición del dogma.
b) La mayor parte de los críticos, historiadores y teólogos, afirma que
aunque L. fue débil no cayó en herejía, ya que no firmó la 2a fórmula de Sirmio,
sino la 3a que era defendida por los semiarrianos, pero que no era
doctrinalmente herética, sino ambigua. En otras palabras, L. abandonó a Atanasio
y dejó de usar la palabra homousios, canonizada por el Conc. de Nicea (v.), pero
no cayó en el error. Según cuenta Sozomeno (Hist. Eccl. 4,25) L. quiso además
poner a salvo su ortodoxia personal añadiendo: «Quien no acepte que el Hijo es
semejante al Padre según la esencia y en todo, sea anatema».
Con esa actitud, no se puede hablar propiamente de un error dogmático,
pero el comportamiento de L. arroja una luz desfavorable sobre su persona, que
se agrava además si en realidad proceden de él las 4 cartas «de la cautividad»
que han sido trasmitidas bajo su nombre (cfr. S. Hilario, Fragm. hist. 4,1;
5,5-6; 5,8-9; 5,10-11) y en las que se expresa el motivo de su decisión, que era
el deseo de librarse de la tristeza del exilio y de poder volver a Roma. Así,
pues, L. cedió ante sus adversarios admitiendo la fórmula que le presentaban.
Esto suponía de alguna manera abandonar la causa que con tanto ardor defendía;
pero no era claudicar en la fe, porque esa fórmula no era herética. El mismo S.
Atanasio, algo más tarde, usó un sistema análogo -aunque con mayor claridad de
conducta- con el fin de atraerse a los semiarrianos y llegar a una inteligencia
con ellos (cfr. B. Llorca, R. García Villoslada, F. l. Montalbán, Historia de la
Iglesia Católica, 1, 4 ed. Madrid 1964, 394 ss.).
BIBL.: F. SAVIO, La questione di papa Liberio, Roma 1907; íD, Nuovi studi sulla questione di papa Liberio, Roma 1909; íD, Punti controversi nella questione di papa Liberio, Roma 1911; P. BATOFFOL, Le Siége apostolique (352-451), París 1924; G. MORO, La cuestión del papa Liberio, «Reseña Eclesiástica» 19 (1936) 239 ss.; A. PINCHERLE, 11 papa Liberio, en 1 papi nella storia, 1, Roma 1961, 41 ss.
MIGUEL ÁNGEL MONGE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991