LIBRE ESPIRITU, SECTAS DEL
Se designan con este nombre diversos grupos heréticos que aparecen en los s.
XIII y XIV principalmente, y se encuentran diseminados por varias partes de los
Países Bajos, algunas regiones germanas e italianas y en el norte de Francia. No
obstante, las fórmulas «fratres de libero spiritu» o secta «spiritus libertatis»
son muy raras en los documentos modernos y contemporáneos. Y es que los hermanos
del l. e. no constituyeron una secta en el sentido preciso de la palabra. Se
trata más bien de un movimiento místico propagado de las más diversas formas.
Por esto es imposible inventariar todas las corrientes que de un modo u otro
alimentaron dicho movimiento. Quizá ayude a su mejor comprensión la
consideración de las condiciones de la época en que se desarrollan. Son tiempos
en que el feudalismo (v.) va perdiendo fuerzas de manera progresiva, para verse
sustituido por una nueva clase para quien el concepto y deseo de libertad va
tomando cuerpo.
Historia. Podemos afirmar que su origen se remonta a la primera decena del
s. XIII, aunque la documentación existente en todo este siglo sobre el
particular es muy confusa. Más tarde, bajo diversas denominaciones llamadas
corrientemente del I. e., surgen una infinidad de sectas de signo a veces muy
diverso. Citemos, a modo de ejemplo, los alumbrados españoles de los s. XV y XVI
(V. ILUMINISMO), los libertinos espirituales de Francia y Suiza, del s. XVI, los
metodistas o Familits de Inglaterra, surgidos en los s. XVI y XVII o los
quietistas de los s. XVII y XVIII (V. QUIETISMO). Pero para centrarnos de algún
modo en el tema podemos fechar el nacimiento e influencia de la secta del I. e.
entre 1260 y 1400. Todo el s. XIV es mucho más rico en episodios, numerosos y
significativos, del movimiento del I. e.
Ya en 1250 S. Alberto Magno (m. 1280; v.) afirma en su Manual que había
encontrado begardos heréticos (nótese que la secta viene frecuentemente
confundida con los begardos y beguinas (v.) e incluso se la designa con el mismo
nombre, como sucedió en el Concilio de Vienne). En el Conc. de Lyon (1245) el
obispo Olmutz denunciaba la presencia en su diócesis de agitadores religiosos
que toman el servicio a Dios con absoluta libertad rechazando toda orientación
proveniente de la Jerarquía. Y Juan Nider, en 1438, los señala como una peste
bajo la apariencia de libertad (cfr. Fornicarius, Estrasburgo 1517). La célebre
Determinatio de novo spiritu de S. Alberto examina 97 proposiciones heréticas
introducidas entre 1270-73 en la diócesis de Augsburgo por dos religiosos. Estos
documentos hablan de un novus spiritus.
En 1200 organiza Gerardo Segarelli en Parma una secta llamada de
Apostólicos (v.). Fueron condenados en el Conc. de Lyon (1274) y el 14 mar. 1286
renovó dicha condena el papa Honorio IV. Ángel Claremo y Álvaro Pelayo (m. 1349)
reconocerán que Segarelli introduce en Italia el spiritus libertatis. Por su
parte, Bonifacio VIII, en 1296, condena a una secta cercana a los cátaros (v.) y
a las del l. e.; hace referencia a unos hombres y mujeres que se confieren el
Espíritu Santo por la imposición de las manos, viven en la promiscuidad, asisten
desnudos a las ceremonias religiosas, etc. (cfr. Bullarium, 4,134-135). Sin
duda, se está refiriendo a la Congregatio Libertatis de Ottonello Spolete,
discípulo de Segarelli.
No obstante, y a pesar de estas insistentes condenas, las sectas no
dejaban de propagarse cada vez más. Ubertino de Casale señala en su Arbor vitae
crucifixae (1305) la infiltración de doctrinas del I. e. en las comunidades de
los franciscanos de Umbría. Entre ellos se encuentra Bentivenga de Gubio,
llamado el apóstol, pues fue adepto de Segarelli y a raíz de la supresión de los
Apostólicos ingresó en los frailes menores. Pero no por ello dejó de impartir
sus doctrinas de una manera soterrada. También algunos grupos de apostólicos,
dirigidos por Dulcino de Novara, sucesor de Segarelli, resistieron más de dos
años a la fuerte represión a la que se vieron sometidos.
A finales del s. XII y los primeros decenios del XIV florece una
literatura, en gran parte anónima, a veces de gran valor poético y cuyos temas
principales se basan en las experiencias místicas. Esta literatura llega a
convertirse en un vehículo de las doctrinas del ].e. Y en este contexto nos
encontramos con el Espejo de las almas sencillas de Margarita Porete. Dicho
escrito motivó fuertes polémicas pero el primero que indicó sus errores fue el
obispo de Cambrai y en 1309 fue arrestada y procesada su autora por el
inquisidor Guillermo de París y por un tribunal de la Sorbona.
El 1 abr. 1311 Clemente V envía a la región de Spoleto al obispo de
Cremona como inquisidor de la secta Spiritus libertatis. Y en la bula Dilectus
Domini, del mismo Clemente V, nos encontramos con el primer documento oficial
donde se menciona el nombre de la secta (cfr. Bullarium, 4,209-214).
Juan XXII promulga los decretos del Conc. de Vienne en 1317-18, mientras
que, por su parte, el obispo de Estrasburgo denuncia una especie de manual de I.
e.: De novem rupibus spiritualibus y los errores de los que el vulgo llama
begardos y los brod durch Gott (los que mendigan el pan de Dios). Juan XXII
responde al obispo de Estrasburgo y condena nuevamente a «begardos seu pueros et
fratres seu sorores liberi spiritus nominantes». La secta se ve sometida a una
nueva ola de represión y tuvo que desperdigarse. Consta que en 1322 un tal
Walter Lollard, holandés y uno de los dirigentes de la secta, fue ajusticiado.
El maestro Eckhart (v.), antiguo profesor de la universidad de París, y que en
1325 dirige el Studium generale de Colonia, es denunciado por el inquisidor
Enrique Wirneburg. Pero Eckhart, convencido de su ortodoxia, apela al Papa y
hace confesión pública de su fidelidad a la Iglesia: murió camino de la corte
papal de Aviñón cuando acudía a defenderse. Juan XXII condenó 15 de sus
proposiciones como heréticas. Muchas de ellas reflejaban la doctrina del I. e.
Así, pues, durante todo el s. XIV continúan propagándose las doctrinas del
Le., y, por lo mismo, la represión a la que se ven sometidos sus simpatizantes y
adeptos es cada vez mayor. En 1348 y con la ayuda del emperador Carlos IV,
organiza Clemente VI la Inquisición (v.) papal con el objeto de reducir a los
heréticos. Urbano V se encarga de reforzarla. Asimismo existen documentos de los
inquisidores del tiempo que nos muestran gran cantidad de procesos levantados
contra los heréticos de Francia (Nicolás Bále), Inglaterra, etc., fechados en
1407.
Es muy importante para el conocimiento de la secta la consulta de los
textos que de una manera directa sirvieron para refutar sus doctrinas. Merecen
especial mención los nombres de la beata Angela de Foligno (m. 1309; v.) que
combate los errores de aquellos que pretendían encontrar en el espíritu de
libertad el auténtico camino de la fidelidad a Cristo. Lo mismo hacen Arnaldo de
Vilanova, Ángel Clareno en su apasionada Historia septem tribulationum ordinis
minorum (1323) y Juan de Ruysbroeck (v.) en L'ornement de notes spirituelles,
donde expone de una manera magistral las tesis del l. e. La misma Devotio
moderna (v.) se distingue por su combatividad contra estos movimientos. S.
Bernardino de Siena (m. 1444; v.) identifica las doctrinas del l. e. con las
expuestas en el Espejo de las almas sencillas de M. Porete (Sermo 6, art. 2, c.
2: Opera Omnia, 3, Quaracchi 1956).
También a lo largo de los s. XV y XVI se encuentran manifestaciones
esporádicas del I. e. Hacemos especial mención de los alumbrados de Toledo
(1512-30) con puntos muy cercanos a los expuestos por M. Porete (cfr. B. Llorca,
Die Spanische inquisition und die Alumbrados, 1509-1667, Berlín-Bonn 1934). Y de
1509 a 1650 aparecen en Inglaterra los Mirror of simple Souls.
Doctrina. No es tarea fácil dar una síntesis o visión general de las tesis
mantenidas por los movimientos del I. e., pues no encontramos prácticas o
costumbres generales ya que dichas comunidades se movían a nivel local,
careciendo de una autoridad y organización central. Se sabe que tenían un
periodo llamado de «iniciación», que se distinguía por su especial dureza.
Sometidos a la obediencia y sumisión de sus maestros, eran obligados a una
extrema pobreza y a una asperísima disciplina. Sus oraciones las acompañaban con
cantos y danzas, postraciones y algunos momentos de éxtasis más o menos
forzados. Rechazaban toda orientación proveniente de la Jerarquía eclesiástica;
recibían algunos sacramentos aunque de una manera no muy ortodoxa. Su ascesis
podía resumirse en tres puntos: pobreza, desnudez corporal y afán de fenómenos
supranaturales. Y de este grado de «iniciación» pasaban a un estado de
«perfección», en el cual ya todo les estaba permitido. Entraban en un «estado de
inocencia» y de «total identificación con Dios».
Siguiendo la bula de su condenación podemos señalar los siguientes
errores: 1) el hombre puede llegar a un estado de perfección en el que ya no
puede pecar; 2) quien ha llegado a este estado no tiene la necesidad de ayunar
ni de rezar y puede conceder a su cuerpo todo lo que le plazca; 3) no hay que
estar sujeto a ninguna obediencia, ni eclesiástica ni civil; 4) el hombre puede
alcanzar su dicha última en este mundo; 5) la sóla luz intelectual basta para
alcanzar el gozo de Dios; 6) el acto carnal no es pecado si la naturaleza está
inclinada a ello; 7) no debe hacerse reverencia al cuerpo de Cristo ni pensar en
la Pasión de Nuestro Señor (cfr. Conc. de Vienne, Denz.Sch. 891-899).
V. t.: APOSTÓLICOS; BEGUINAS Y BEGARDOS; CÁTAROS; ILUMINISMO; POBRES LOMBARDOS; VALDENSES; ARNALDO DE BRESCIA. BIBL.: Además de las citadas en el texto, v.: W. PREGER, Geschichte der deutschen Mystik, I, Leipzig 1874; l. DÓLLINGER, Beitráge zur Sektengeschichte, II, Munich 1890; R. ALLIER, Les lréres du libre esprit (Lepons prolessées á ('École de hautes études sociales), París 1905; G. RITTER, Zur Geschichte des hüretischen Pantheismus in Deutschland in 15 lahrhundert, «Zeitschrift für Kirchengeschichte» 43 (1924) 150-159; A. DE STEFANO, In torno alle origini e alla natura della «secta spiritus libertatis», «Archivum Romanicum» 11 (1927) 150-162; L. OLIGER, De secta spiritus libertatis in Umbria saec. XIV, disquisitio et documenta, Roma 1943; R. GUARNIERI, Il movimento del libero spirito dalle origini al secolo XVI, en Archivio italiano per la storia della pietá, t. 4, Roma 1964 (con extensa bibliografía al final); el mismo artículo, con desarrollo de la exposición histórica, aparece en DSAM 5.
M. PÉREZ GALLEGOS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991