PARROQUIA IV. El párroco.
La expresión párroco, de la misma raíz etimológica que p. (v. I), significa
extraño o forastero. En el A. T. aparece este vocablo 40 veces y en el N. T.
cuatro (Act 7,6.29; Eph 2,19; 1 Pet 2,11) con el mismo significado de peregrino
o extranjero (advena en la Vulgata). Bíblicamente es el responsable de la
comunidad local de creyentes que peregrina en este mundo hacia el Padre de los
cielos. En los escritos eclesiásticos primitivos se identificaba el párroco con
el presbítero o pastor en general. Desde el S. XV es el sacerdote que está al
frente de la p. Párroco según el CIC (can. 451), «es el sacerdote o la persona
moral a quien se ha conferido la parroquia en título con cura de almas, que se
ejercerá bajo la autoridad del Obispo del lugar». Salvo escasas excepciones en
las que la misión del párroco está conferida a una persona moral (capítulo o
monasterio), la cual delega su ejercicio en un sacerdote llamado «vicario
perpetuo» (v. 3), el párroco es tina persona física, con la ordenación
sacerdotal, que asume la cura de almas en la comunidad parroquial.
Es, pues, el párroco un presbítero (v.) «adornado de buenas costumbres,
doctrina, celo de las almas y prudencia, y de las demás virtudes que tanto por
derecho común como por derecho particular se requieren para gobernar
laudablemente la parroquia» (CIC, can. 453). El Conc. Vaticano II (Dec. Christus
Dominus, n° 30) explica la misión del párroco así: «Cooperadores de manera
principal del Obispo son los párrocos, a quienes, bajo la autoridad del mismo,
se les encomienda, como a pastores propios, la cura de almas en una parte
determinada de la diócesis». Les corresponde el oficio «de enseñar, santificar y
gobernar». Enseñar, es decir, «predicar la palabra de DIOS a todos los fieles»
(V. PREDICACIÓN; HOMILÉTICA; CATEQUESIS); santificar su comunidad mediante la
«celebración del sacrificio eucarístico (v. MISA), la administración de los
sacramentos (v.) y los otros actos litúrgicos»; y gobernar espiritualmente, para
lo cual deben «conocer a su propio rebaño», incrementar «la vida cristiana» en
todos los grupos parroquiales, visitar «casas y escuelas», atender «a los
adolescentes y jóvenes», tratar con «pobres y enfermos», velar espiritualmente
por todos y fomentar «las obras de apostolado» (v. PASTORAL, ACTIVIDAD, 3y5).
BIBL.: E. F. REGATILLO, Derecho parroquial, 3 ed. Santander 1959; P. BAILBY, El párroco y su parroquia, Andorra 1962; C. DILLENSCHNEIDER, La parroquia y su párroco, Salamanca 1966; P. MADRENYS, La impericia y la enfermedad como causas de remoción del párroco, Pamplona 1965.
CASIANO FLORISTÁN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991