SIERVO DE YAHWÉH
En el A. T. hallamos 807 veces la palabra hebraica `ebed, que los Setenta
traducen al griego 340 veces por pais, niño, hijo, 327 por doulos, siervo, y 46
por thérapon, criado, servidor. La locución S. de Y. se aplica indistintamente a
individuos y colectividades. Por sólo citar unos ejemplos, se dice de Moisés (Dt
34,3-5), de Josué (los 24,29), de David (1 Sam 23,10; Is 37,35), de Salomón (1
Reg 3,7), de Nabucodonosor (Ier 25,9), de los profetas (Is 44,44,26), de los
israelitas fieles (2 Reg 9,7; Is 54,17), de todo el pueblo de Israel (Is 41,8-9;
42,19; 43,10; 44,1.2.21; 45,4, etc.).
Si los que reconocen y honran a Yahwéh por su Dios son s. de Y., los reyes
de los pueblos gentiles lo son de sus dioses respectivos. Así, en los textos de
Ras Shamra, Keret y Denil son llamados ebed II (Krt 153.155; Aqht 1,35); en la
inscripción de Karatepe, el rey Azitawaddu se nombra siervo de Baal. Los
reyezuelos de Canaán se denominan siervos del dios Abdi (abdi Abdi); Ciro se
califica a sí mismo: «el joven siervo de Marduk» y Nabucodonosor, «siervo de
Samash». Otros muchos textos antiguos de Egipto, Babilonia, Asiria y Ugarit
muestran que los reyes y fieles de estos pueblos se vanaglorian de ser siervos
de sus dioses nacionales, porque están a su servicio, promueven su culto, le
invocan y luchan para promover su dominio dentro y fuera de sus territorios.
Pero lo que interesa es el misterioso S. de Y. de que se habla en varios
pasajes de la segunda parte de Isaías (Is 42,1-4; 49,1-6; 50,4-9a; 52,13-15;
53,1-15), que tanta repercusión han tenido en la literatura neotestamentaria y
cristiana. Las principales cuestiones que plantean estos cánticos o poemas son
de índole literaria, histórica, profética y teológica.
1. Cuestiones literarias. ¿Cuántos son los poemas delS. de Y.? En general,
exegetas y críticos reconocen como tales Is 42,1-4; 49,1-6; 50,4-9a; 52,13-15;
53,1-12. ¿Cuáles son sus límites exactos? En este punto reina gran variedad de
opiniones. Los límites que hemos señalado son los mínimos que todos aceptan.
Prácticamente convienen en admitir que el cántico cuarto comprende Is 52,13-15 y
53,1-15. En cuanto a los otros, muchos autores tienden a ampliarlos: Coppens:
42,1-9; 49,1-9a; 50,4-9; Pidoux: 42,1 ss.; 49,1-13; 50,4-11; Engnell: 42,1-12;
49,1-13; 50,4-11, etc. Estos Cánticos ¿están estrechamente unidos con el
contexto anterior y posterior? Algunos suponen que los cap. 40-55 forman parte
del Libro de la Consolación, que según algunos autores habría escrito un profeta
anónimo, discípulo de Isaías (v.), antes de la toma de Babilonia por Ciro (539
a. C.). ¿Formaron originariamente un ciclo literario independiente? Así lo creen
Kittel, Feuillet, Coppens, Van der Ploeg. Cazelles considera los Cánticos como
una interpolación. Goossens cree que dichos Cánticos tienen unidad entre sí, sin
relación alguna con el contexto. Según North, Tournay y otros, ocupan el lugar
que les corresponde, ya que se vislumbra en ellos el mismo trasfondo histórico,
el mismo desarrollo de ideas e idénticos procedimientos literarios que el
conjunto de Is 40-55.
En la interpretación de los Cánticos debe tenerse en cuenta el contexto en
el que fue colocado cada uno de ellos como condición indispensable para ver y
definir qué sentido tienen (Kissane). Si los Cánticos fueron un poema autónomo
¿por qué se han fragmentado por piezas y se han insertado en el contexto que
cada uno ocupa en el libro actual? ¿Han sido incorporados según el orden que
tenían en el original, o, por el contrario, con un orden deliberadamente
escogido?La cuestión de si el autor de los Cánticos es el mismo que escribió Is
40-55 o si es distinto afecta de alguna manera a su interpretación. Digamos que
muchos autores recientes se inclinan por la unidad de autor. Es más, la
multisecular tradición judía y cristiana ha atribuido todo el libro de Isaías a
este único profeta, y así, la Pontificia Comisión Bíblica, en la Respuesta 5" de
28 jun. 1908, no veía que los argumentos críticos internos recientes fueran de
tal peso para desbancar la opinión tradicional (v. ISMAS). Ello no quiere decir
que Isaías fuera el autor material de todo su libro: éste es más bien la
recopilación posterior de la predicación oral de Isaías y de las piezas
literarias escritas suyas. En todo caso, Is 40-55 es una colección de varias
piezas proféticas sueltas que proceden de un profeta y que recogió y ensambló un
discípulo suyo. No se descarta la opinión de que este discípulo, familiarizado
con el vocabulario de su maestro, diera a sus palabras ciertos retoques de
redacción que ampliaban o ensamblaban el terior que habían tenido en boca del
profeta. En cambio, según Feuillet, el parentesco literario entre los poemas e
Is 40-50 no debe echar en olvido la profunda transformación que experimentan
estas expresiones al pasar de una colección a otra (cfr. «Rev. de Science
Religieuse» 36, 1969, 204-207).
2. Cuestiones históricas. En los cuatro Cánticos mencionados se habla
constantemente del Siervo de Yahwéh. Con esta expresión ¿se alude a un individuo
concreto, a una colectividad, o a una personalidad representativa? Antes de
responder a esta pregunta cabe hacer otra. ¿Existe homogeneidad y coherencia
entre los cuatro Cánticos? La mayoría de los autores responde afirmativamente.
Otros (Kissane) creen que se hace referencia a varios sujetos. Finalmente, cunde
hoy la opinión de que en los Cánticos se desarrolla un tema polivalente en el
cual se pasa de Israel al Mesías (Rowley, Tournay, Eissfeld).
a. El Siervo es un individuo. Los que así piensan se fundan en el cambio
brusco que existe entre los textos de Isaías que hablan de un s. de Y. colectivo
(IsraelJacob) en Is 40-55 y el S. de Y. individuo, distinto de la colectividad (Is
49,6; 53,8). Este último posee rasgos personales, cumple una misión oficial, es
un individuo justo (Is 53,11); no tiene pecados que expiar, pero lo hace por los
de otros (53,12). Es perseguido por sus connacionales a causa de su misión
exclusivamente religiosa y universalista (42,4; 49,4; 50,5; 50,5-9). Sufre y
muere precisamente por haberse negado a predicar otros temas que los religiosos.
Su misión no es política, sino religiosa. ¿En qué personajes en concreto pensaba
el profeta? Las respuestas son múltiples: en el rey Joaquín, cautivo en
Babilonia (Van Hoonacker); en el rey tosías (Lagrande, Gressmann), en un profeta
(Gunkel), en Moisés (Bentzen), en el rey de Babilonia en tanto que paciente en
la fiesta de Akitu (Durr), en un vástago que saldrá del tronco de Jesé, en el
germen de Yahwéh, salido de David (53,2), que es el Mesías, Cristo. Aunque
algunos de los aspectos del S. de Y. puedan, quizá, referirse también a alguno
de los personajes citados en primer lugar, los textos apuntan sobre todo al
Mesías. Ésta es la interpretación común en la tradición, en los Santos Padres y
Doctores, y la que sostienen los modernos exegetas católicos y no pocos de los
acatólicos. Sobre todo el Cántico cuarto (52,13-15; 53,1-15) aparece como una
descripción anticipada de la Pasión de Cristo, esto es, una verdadera profecía
mesiánica (v. MESÍNS).
b. El Siervo es una colectividad. Algunos lo identifican con el pueblo de
Israel en general (Condamin), con una parte escogida del mismo, con el Israel
ideal del futuro, con el Resto de Israel (v.), con un sector fiel del pueblo
judío, con los profetas. En los dos primeros Cánticos existe una personificación
de Israel, al que se le aplica el término `ebed de Yahwéh (40,27; 41,8; 42,19;
43,10; 44,21; 48,20). Esta identificación es evidente en Is 49,3, en donde se
lee: «El me ha dicho: Tú eres mi Siervo, Israel, por el cual yo seré
glorificado». Los partidarios de la interpretación individual se esfuerzan por
eliminar la palabra Israel, que consideran espúrea. Con ello todo el problema se
simplificaría. Sin embargo, el término Israel figura en todas las versiones, en
todos los códices hebraicos, menos en el códice 96 de Kennicott, cuya autoridad
es dudosa. Figura también en los textos de Isaías a y b de Qumrám. En buena
crítica, su eliminación es imposible. La interpretación colectiva fue común
entre los exegetas judíos tardíos y, a partir del s. XIX, la apoyan no pocos
católicos.
c. Interpretación colectiva-individual. Según Pidoux el S. de Y. sería el
rey de la nueva Sión, un rey que, como el pueblo, estuvo en la cautividad de
Babilonia, y que regresó de ella cargado de gloria. Es un descendiente de David,
el Mesías davídico paciente. El rey puede representar a Israel, ya que en su
persona está contenido y concentrado todo el pueblo. En medio de los otros
pueblos, Israel es el principal siervo de Yahwéh. Para Gerlemann, son en primer
lugar los fieles de Israel, pero en el Cántico cuarto emerge una personalidad
que representa al pueblo y que el profeta describe como figura ideal del futuro
Mesías. La mentalidad israelita rompe las fronteras entre lo colectivo y lo
individual. R. H. Robinson creó la fórmula de «corporate personality»,
personalidad incorporante. Con esta fórmula se quieren expresar dos cosas: Que
un individuo es verdaderamente corporativo; que, a pesar de este carácter que lo
incorpora al grupo, sigue siendo una persona individual, aunque sólo sea por su
comportamiento. En estos Cánticos se pasa con facilidad del aspecto colectivo al
individual. El texto de Gen 3,15 puede ilustrar esta fórmula. El linaje de la
mujer es a la vez la humanidad y un representante calificado y eminente de la
misma.
Loeb explica las relaciones entre las diversas nociones del Siervo con la
idea de círculos concéntricos. El círculo exterior, el más amplio, comprende a
todo el pueblo judío; el siguiente encierra a una parte del pueblo; sigue el
círculo más estrecho de los pobres propiamente dichos, y en el punto central, el
Mesías. Cullmann matiza el concepto colectivo-individual del S. de Y., diciendo
que la historia de Israel se desarrolla del principio al fin según el principio
de la sustitución, bajo la forma de una reducción progresiva. De la creación
total se pasa a la humanidad, de ésta al pueblo de Israel; del pueblo al Resto y
de éste a un solo hombre: Jesús. Este desarrollo de la historia de Salvación es
prefigurado por el `Ebed Yahwéh, que es, a la vez, pueblo, Resto e individuo.
3. Carácter mesiánico. Es claro que en los Cánticos isaianos acerca del S.
de Y. late una viva esperanza de que el Israel del futuro llevará a término, por
él o por un personaje calificado del pueblo, la misión universalista de llevar
la ley a las naciones y de implantar en la tierra el mishpat (la verdad, ¿la
verdadera religión?) y la justicia (42,1-4). Pero esta misión confiada a Israel
en general no se realizó por no tener conciencia muchos israelitas de que tal
misión era consecuencia del pacto de la Alianza. Si el pueblo escogido, como
tal, fue remiso en el cumplimiento de su deber misionero, Dios confió a un
Resto, a un grupo escogido de fieles israelitas, el cometido de congregar a
Israel ante Yahwéh y hacer que la salvación llegue a todas las gentes (49,5-6).
La misión que llevará a término este Resto será dura y encontrará
resistencia tanto de los de dentro, los israelitas, como de parte de los
gentiles. Pero el Resto cumplirá el encargo con energía, puesta su confianza en
el Dios que le envía. «El Señor Yahwéh viene en mi ayuda; por esto soporto la
ignominia» (50,7). Sin que desaparezca del horizonte totalmente la idea de
Israel S. de Y., en el Cántico cuarto (52,13-15; 53,1-15) se da más realce a un
individuo, a una personalidad corporativa, a un rey futuro, considerado no
solamente como representante del pueblo, sino como incluido en él. Ahora bien,
de esta personalidad se dice que era hombre de dolores, avezado al sufrimiento
(53,3), despreciado y desestimado, destrozado por los sufrimientos, condenado a
muerte, colocado en una tumba, y todo ello, no por sus propios pecados, pues era
justo y nunca cometió injusticia (53,9.11), sino para expiar por los pecados de
su pueblo. Pero por haber «ofrecido su vida en sacrificio por el pecado, tendrá
una descendencia y prolongará sus días (53,10), verá la luz (53,11), tendrá
multitudes por herencia y recibirá gente innumerable como botín» (53,12).
Sirviéndose el autor -según opinan algunos- de términos análogos a los que
se empleaban en la liturgia babilónica y otros antiguos pueblos del Próximo
Oriente, señala que el rey futuro de la nueva Sión, sacrificándose por su pueblo
y dando incluso su vida por él, conseguirá para sí y su pueblo una gloria y un
esplendor jamás soñado. El sufrimiento no será solamente un accidente en esta
misión universalista, que es corolario de la elección de Israel por parte de
Yahwéh, sino el medio mismo de su cumplimiento por parte de un personaje futuro
que sobresale en eficiencia y dignidad a toda figura histórica. En él se
concentra Israel, pero sin prescindir jamás de la idea misma de Israel. Es un
fenómeno de contracción y de expansión que anuncia notablemente el misterio de
Cristo y de la Iglesia (A. Gelin, o. c. en bibl. 1195).
El contenido mesiánico de los poemas del S. de Y. desemboca a la luz del
N. T. en el sentido cristológico de los mismos, entrando así en su
interpretación el sentido pleno (v. NOEMÁTICA). Vemos por la historia de Israel
que éste nunca llegó a realizar los ideales expresados por el profeta; en
cambio, sus palabras se han cumplido en uno de sus hijos: Jesucristo, que
cumplió la profecía y, gracias a ello, ésta se ha cumplido en Él en un sentido
más pleno del que intuyó el profeta. Cristo no se designa explícitamente a sí
mismo con el título de Siervo, pero tuvo conciencia de que con su vida, pasión y
muerte realizaba el ideal descrito en dichos Cánticos. No es de extrañar, pues,
que la exégesis cristiana post eventum haya juntado en un mismo personaje al
Mesías descendiente de David, rey glorioso, y al Siervo paciente, unión
inadmisible para la mentalidad judía y para los mismos Apóstoles antes de la
resurrección de Cristo. Una vez realizada ésta, apareció evidente que lo dicho
por el profeta sobre el S. de Y. se cumplía plenamente en Jesús (Mt 8,17;
12,18-21; Me 1,11; 8,31; 9,31; 10,33-34; Le 22, 37; lo 12,38; Act 8,32; 1 Cor
15,3-4; Philp 2,6-12; Heb 9,28; 1 Pet 2,22-5). El peligro de que esta expresión
aplicada a Cristo fuera interpretada en sentido subordinacionista se evitó
insistiendo más en la exaltación de Cristo en su gloria celestial.
V.t.: MESÍAS; JESUCRISTO; ISRAEL, RESTO DE; ISAÍAS.
BIBL.: Además de los comentarios al libro de Isaías (v.) y la de MESÍAS: A. ROBERT, Médiation, en DB (Suppl.) 5,1011-1016; A. GELIN, Messianisme, ib. 1192-1197; A. FEUILLET, Isaie, ib. 4,709728; A. BRUNOT, Le poéme du Serviteur et ses problémes, «Revue Thomisteu 61 (1961) 5-24; H. CAZELLES, Les poémes du Serviteur. Leur place, leur structure, leur théologie, «Rev. des Sciences Religieuses» 43 (1955) 5-55; L. CERFAUX, Saint Paul et le Serviteur de Dieu d'Isaie, en Miscella'nea Miller, Roma 1951, 351-365; J. COPPENS, Les origines littéraires des Poémes du Serviteur, «Biblican 40 (1959) 252-256; íD, Le Serviteur de Yahvé: Vers ¿me solution d'un énigme, «Sacra Pagina» I (1959) 434-454; E. DUSSEL, Universalismo y Misión en los Poemas del Siervo de Yahveh, «Ciencia y Fe» 20 (1964) 419-463; H. KRUSE, Carmina Servi Yahve, «Verbum Domini» 29 (1951) 193-205; 286-295; 334-340; R. I. MURPHY, The Servant of the Lord, «Catholic Biblical Quarterly» 9 (1947) 262-274; P. TERMES, La santidad del Mesías, siervo de Yahvé según Isaías, Roma 1954; R. TOURNAY, Les Chants du Serviteur dans la seconde partie d'Isaie, «Rev. Biblique» 59 (1952) 355-384; 481-512; J. S. VAN DER PLOEC, Les chants da Serviteur de Yahvé dans la seconde partie du livre d'Isaie, París 1939; V. DE LEEuv, De Ebed-Yahcceh-Pro phetieén, Assen 1956 (abundante bibliografía); ÍD, Le Serviteur de Yahve figure Royal ou Prophétique?, en L'Attente du Messie, dir. J. COPPENS, Brujas 1954, 51-56; A. VACCARI, 1 Carmi del Servo de Yahveh: Ultime risonanze e discussioni, en Miscellanea Bíblica, II, Roma 1934, 216-244; E. VOLT, Die Ebed-Yahveh-Lieder und ihre Ergdnzungen, «Estudios Eclesiásticos» 34 (1960) 775-788; D. YUBERO, La pasión de Cristo según los profetas, «Cultura Bíblica» 9 (1952) 49-54 y 77-82, 10 (1953) 73-76, 11 (1954) 90-95.
L. ARNALDICH PEROT.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991