Autor: P. Paulo
Dierckx y P. Miguel Jordá
Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe
Tema 17:
Jesús
y los Sacerdotes
Queridos hermanos:
El otro día alguien me dijo que «los sacerdotes mataron a
Jesús», y lo confir-mó con un texto bíblico en la mano: Mt. 27, 1
Leyendo esta cita fuera de contexto me imagino que
efectivamente habrá gente sencilla que piensa que realmente fueron los
sacerdotes de la Iglesia Católica quienes mataron a Jesús. ¡Tal vez por eso
algunos evangélicos miran tan mal a los sacerdotes porque están convencidos de
que ellos mataron a Jesús!
Perdono a los que así piensan acerca de los ministros de la
Iglesia Católica, pero no confío en su juicio en esta materia.
En esta carta quiero contestar a los que piensan así y
aclararles lo que dice la Iglesia Católica de los sacerdotes. Les hablaré con
amor pero con un amor que busca la verdad, pues solamente «la verdad nos hará
libres» (Jn. 8, 32).
1. El contexto bíblico
Debemos leer bien la Biblia y no quedar aferrados a un solo
texto aislado. Con una sola cita bíblica fuera de contexto podemos condenar a
medio mundo y al mismo tiempo faltar al mandamiento más importante de Dios: el
amor. ¿Acaso no dijo el apóstol que la letra mata y el espíritu vivifica? (2
Cor. 3, 6).
2. ¿Quiénes mataron a Cristo?
Debemos tener una gran confianza en la Iglesia de Cristo y en
sus ministros, guiados por el Espíritu Santo. Jesús dijo a sus discípulos en
la noche antes de morir: El Espíritu Santo, que el Padre va a enviar en mi
nombre para que les ayude y con-suele, les enseñará todo, y les recordará
todo lo que Yo les dije (Jn. 14, 26 y Jn. 16, 13).
¿Qué decir de los que piensan que son los sacerdotes los
que mataron a Jesús? Dice Mateo: «Cuando amaneció todos los jefes de los
sacerdotes y los ancianos de los judíos se pusieron de acuerdo en un plan para
matar a Jesús.»
En el contexto bíblico nos damos cuenta de que el
Evangelista Mateo se refiere aquí a «los sacerdotes judíos» de aquel tiempo,
es decir, a los sacerdotes de la Antigua Alianza.
Es una monstruosidad decir ahora que fueron los sacerdotes de
la Iglesia Católica los que mataron a Jesús. Esta manera de leer la Biblia es
una manipulación descarada de un texto bíblico y no reviste ninguna seriedad.
Es simplemente una ignorancia atrevida y una forma muy sutil pero muy poco
cristiana de sembrar dudas y meter miedo en el corazón de la gente sencilla.
Creo que bastan estas pocas palabras para contestar a los que
piensan así. Aunque si bien lo meditamos, todos hemos puesto la mano en la
crucifixión de Cristo ya que murió por nuestros pecados.
3. ¿Quería sacerdotes Jesús?
Otros se ríen de los sacerdotes de la Iglesia Católica y
dicen que «Jesús no quería sacerdotes».
Los católicos creemos: 1) Que Jesucristo es el único y
verdadero Sumo Sacerdote. 2) Que todo el pueblo cristiano, por voluntad de Dios,
es un pueblo sacerdotal y 3) Que dentro de este pueblo sacerdotal algunos son
llamados a participar del sacerdocio llamado ministerial o pastoral.
Yo no invento esto. Es la comunidad de los creyentes, guiada
por el Espíritu Santo y meditando largamente la Palabra de Dios, la que ha
llegado a esta verdad acerca de Cristo, su Iglesia y sus ministros.
Guiados por este mismo Espíritu, leamos la Biblia:
Los sacerdotes judíos de la Antigua Alianza
Leyendo bien las Sagradas Escrituras, nos damos cuenta de que
Jesús nunca se identificó con los sacerdotes de la Antigua Alianza. En su
tiempo había muchos sacerdotes judíos del rito antiguo. Todos ellos eran
miembros de la tribu de Leví y estaban encargados de los sacrificios de
animales en el templo. Estos sacrificios eran ofrecidos para la purificación de
los pecados del pueblo judío (Mc. 1, 44; Lc. 1, 5-9). Hasta José y María,
cumpliendo con este rito de purificación, ofrecieron una vez un par de palomas
(Lc. 2, 24).
Pero este sacerdocio judío era incapaz de lograr la
santificación definitiva del pueblo (Hebr. 5, 3; 7, 27; 10, 1-4). Era un
sacerdocio imperfecto y siempre sellado con el pecado. Jesús, el Hijo de Dios,
el hombre perfecto, nunca se atribuyó para sí este título de sacerdote judío.
¿Participamos del sacerdocio de Cristo?
¿Es verdad que la Iglesia primitiva proclamó después a
Jesucristo como el único y verdadero Sumo Sacerdote? ¿Participamos nosotros
del sacerdocio de Cristo?
Así es efectivamente. Aunque durante su vida Jesús nunca usó
el título de sacerdote, la Iglesia primitiva proclamó que «Jesús es el Hijo
de Dios y es nuestro gran Sumo Sacerdote» (Hebr. 4, 14).
Escribe el sagrado escritor de la carta a los Hebreos, como
cuarenta años después de la muerte y Resurrección de Jesucristo: «Jesús se
ofreció a lo largo de su vida al Padre y a los hombres, con una fidelidad hasta
la muerte en la cruz, dio su vida como el gran sacrificio de una vez por todas,
y su sacrificio ha sido absoluto. El verdadero sacerdote para toda la humanidad
es Jesús el Hijo de Dios y ahora no hay más sacrificio que el suyo, que
empieza en la cruz y termina en la gloria del cielo. Jesús es el único Sumo
Sacerdote, el único Mediador delante del Padre y así El terminó
definitivamente con el antiguo sacerdocio.
«Cristo ha entrado en el Lugar Santísimo, no ya para
ofrecer la sangre de cabritos y becerros, sino su propia sangre; y así ha
entrado una sola vez para siempre y nos ha conseguido la salvación eterna» (Hebr.
9, 12).
Lea también: Hebr. 7, 22-28; 9, 11-12; 10, 12-14
¿Somos un pueblo sacerdotal?
¿Es verdad que el apóstol Pedro dice que nosotros los
creyentes somos un pueblo sacerdotal? Sí, Dios, en su gran amor hacia los
hombres, quiso que todos los creyentes-bautizados participaran como miembros del
Cuerpo de Cristo, del único sacerdocio de Cristo: «Ustedes también, como
piedras que tienen vida, dejen que Dios los use en la construcción de un templo
espiritual, y en la formación de una comunidad sacerdotal santa, para ofrecer
sacrificios espirituales, gratos a Dios por mediación de Cristo» (1 Pedr. 2,
5) «Ustedes son una raza escogida, una nación santa, un pueblo que pertenece a
Dios» (1 Pedr. 2, 9).
Así, hermanos, por la fe y por el bautismo Dios nos integra
en un pueblo sacerdotal. Y como pueblo de sacerdotes, tenemos la vocación de
ofrecer nuestras personas, nuestras vidas «como hostia viva» (Rom. 12, 1). En
todo lo que hacemos con amor, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestros
trabajos, siempre ejercemos este sacerdocio.
4. ¿Quería Jesús tener ministros para su pueblo?
Así es. No es la Iglesia la que inventó el ministerio apostólico
sino el mismo Jesús. El llamó a los Doce apóstoles (Mc. 3, 13-15) y les
encargó ser sus representantes autorizados: «Quien los recibe a ustedes, a mí
me recibe.» (Lc. 10, 16).
La misión de los apóstoles fue encomendada con estas
palabras: «Les aseguro: todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo,
y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo» (Mt. 18, 18).
Este «atar» y «desatar» significa claramente la autoridad de gobernar una
comunidad y aclarar problemas en el Pueblo de Dios. En la última Cena, Jesús
dio a sus apóstoles este mandato: «Haced esto en memoria mía» (Lc. 22, 19).
Es eso lo que celebra la Iglesia en la Eucaristía.
Y en una de sus apariciones, Jesús sopló sobre sus discípulos
y dijo: «A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados» (Jn.
20, 23).
Dirigir, enseñar y administrar los signos del Señor, he aquí
el origen del ministerio apostólico. Poco a poco la comunidad cristiana va
aplicando y evolucionando en este servicio apostólico según la situación de
cada comunidad.
5. ¿Qué
representan los obispos y presbíteros en una comunidad?
En las cartas apostólicas del N. T., los ministros de la
comunidad cristiana reciben el título de «obispos y presbíteros» (Hech. 11,
30; Tit. 1, 5 etc.).
La palabra obispo viene del griego y en castellano significa
«el encargado de la Iglesia»; la palabra presbítero significa en castellano
«el anciano». Los obispos y los presbíteros son así los encargados de la
comunidad de los creyentes. Ellos tienen la función de servir en el nombre de
Cristo al Pueblo de Dios. Estos nombres de «obispo y presbítero» van a
evolucionar hacia la función del sacerdocio ministerial. Aunque los apóstoles
todavía no hablaron de sacerdocio ministerial, ya estaba esta idea en germen en
la Iglesia Primitiva. Es el Espíritu Santo el que hizo ver, poco a poco, que
los obispos y presbíteros representaban al Señor, al Unico Sumo sacerdote, por
el ministerio que ejercían. «No nos proclamamos a nosotros mismos, sino a
Cristo Jesús, Señor y a nosotros como servidores suyos, por amor a Jesús» (2
Cor. 4, 5-7).
El apóstol Pablo en su carta a los filipenses ya usa ciertos
términos para expresar su sacerdocio apostólico: «Y aunque deba dar mi sangre
y sacrificarme para celebrar mejor la fe de ustedes, me siento feliz y con todos
ustedes me alegro» (Fil. 2, 17: «Bien sabe Dios a quién doy culto con toda mi
alma proclamando la buena noticia de su Hijo» (Rom. 1, 9).
En estos textos
hay indicaciones que la liturgia de la Palabra y la entrega de la vida del apóstol
ya es una función sacerdotal: «En todo, los ministros del pueblo deben ser no
como los grandes y los reyes, sino servidores como Jesús: como el que sirve» (Lc.
22, 27).
6. ¿Cómo se transmite este sacerdocio?
Este ministerio apostólico se transmite con la imposición
de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te recomiendo que
avives el fuego de Dios que está en ti por imposición de mis manos» (2 Tim.
1, 6; 1 Tim. 4, 14).
Este gesto de imposición transmite un poder divino para una
misión especial.
El apóstol Pablo recibió la imposición de manos de parte
de los apóstoles (Hch. 13, 3). Pablo a su vez impuso las manos a Timoteo (2 Tim.
1, 6; 1 Tim. 4, 14) y Timoteo repitió este gesto sobre los que escogió para el
ministerio (1 Tim 5, 22).
Así, la Iglesia Católica, desde los apóstoles hasta ahora,
sigue sin interrupción imponiendo las manos y comunicando de uno a otro los
dones del ministerio sacerdotal.
Esta sucesión apostólica tan sólo se ha perpetuado en la
Iglesia Católica durante 20 siglos hasta llegar a los ministros actuales.
Ninguna otra iglesia puede decir esto, solamente la Iglesia Católica.
De esta la forma los pastores de la Iglesia participan del único
sacerdocio de Cristo.
7. Conclusión
Queridos hermanos y amigos:
Tal vez es un poco difícil todo lo que les he hablado. Pero
debemos en la oración pedir que el Espíritu Santo nos ilumine. Además debemos
tener un gran amor hacia la Iglesia y sus ministros, que Jesús nos ha dejado.
Para terminar quiero resumir las ideas más importantes de esta carta:
1) Jesús quería tener ministros (servidores) para su pueblo
sacerdotal.
2) Los apóstoles transmitieron este ministerio apostólico
siempre con la imposición de manos.
3) Aunque los sagrados escritores nunca usaron el nombre de
«sacerdotes» para indicar a los ministros, ya está en germen en el N. T.
hablar de un sacerdocio apostólico como un servicio al pueblo sacerdotal.
En este sentido es que la Iglesia Católica, ya desde el año
cien hasta ahora, llama a los ministros de la comunidad (presbíteros y obispos)
como sus pastores y sacerdotes.
Por supuesto que este sacerdocio pastoral
participa del único sacerdocio de Cristo y no tiene nada que ver con los
sacerdotes del Antiguo Testamento. Nosotros, los sacerdotes de la nueva alianza,
por una especial vocación divina somos los ministros de Cristo y dispensadores
de los misterios de Dios (1 Cor. 4, 1).
Cuestionario:
¿Quiénes mataron a Jesús? ¿Se puede decir que todos hemos puesto las manos en la muerte de Jesús? ¿Se puede decir que los sacerdotes de la Iglesia católica mataron a Jesús? ¿A qué sacerdotes se refieren los Evangelistas? ¿Es lícito sacar de su contexto estas palabras y aplicarlas a los sacerdotes del N. T.? ¿Somos el Pueblo de Dios un pueblo sacerdotal? ¿Quiso Jesús que en su Iglesia hubiera un sacerdocio ministerial? ¿Quiénes tienen esta función?